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Si hay algo que preocupa a los padres en la crianza y educación de los hijos es la relación del pequeño con su entrono familiar y social.
Por ello, los hijos tímidos pueden provocar ansiedad en los padres pues su personalidad introvertida incide en la armonía familiar y la sociabilización con la gente que los rodea.
Para determinar si verdaderamente el niño es tímido, es preciso evaluar aspectos en su comportamiento como:
– El niño tímido está continuamente preocupado de sí mismo, pero no del exterior ni de los demás.
– Posee una sensibilidad amplia y profunda, pero el rasgo que más lo define es el de su inseguridad ante los demás, que produce en él un estado casi permanente de ansiedad.
– Siente las miradas y las opiniones de todos clavadas en él y siente un temor vago e impreciso que disminuye su rendimiento y eficacia.
– Al no ser dueño de sí mismo, actúa según las circunstancias exteriores y los impulsos del momento. Se entusiasma con facilidad y persigue una meta con todas sus energías, pero a la menor dificultad se desanima y queda frenada su voluntad, permaneciendo siempre a remolque de sus emociones.
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Causas de la timidez
La timidez puede encontrar a veces su origen en un ambiente familiar demasiado cerrado sobre sí mismo. Una educación tan «protectora» no es beneficiosa para aquellos chicos con tendencia a la introversión, pues necesitan algo que les impulse a luchar contra su timidez.
La timidez puede llegar también como consecuencia de un cambio de vida que despista al niño como puede ser el nacimiento de un hermano, la entrada a un nuevo colegio etc. De ahí la necesidad de realizar una labor de preparación previa a estos eventos para que el niño reaccione positivamente ante estas nuevas situaciones, en vez de encerrarse en sí mismo.
De otro lado, la timidez también puede ser un rasgo propio de su personalidad y vale la pena hacer el mayor esfuerzo por ayudarle, de modo que cuando llegue a la adultez no sufra a causa de ello.
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¿Qué hacer para ayudarles?
Nuestra actuación sensata como padres de un chico tímido debe centrarse en una transformación paulatina de su carácter y que lo conviertan en un niño más abierto y con mayor capacidad de establecer relaciones estables y duraderas con los demás.
– En primer lugar, no reforzar su timidez con frases como: «¡Fíjate en lo tímida que es mi hija, nunca levanta los ojos para dar los buenos días!». «¡No te retuerzas así cuando te hablan!». Cuanto más atraigamos la atención del tímido en lo que hace, más creerá que todo el mundo está confabulado contra él para encontrarle ridículo.
– No exigirle por encima de sus posibilidades reales, pero si hacerle ver que el rendimiento escolar puede ser mejorado si supera su miedo a preguntar al profesor lo que no entiende y si vence su terror a tener que actuar en clase.
– Conseguir ganarse su confianza. Es esencial que el niño tímido tenga confianza en sus padres, lo cual no suele ser sencillo, pues teme no ser comprendido y se pude ir creando insensiblemente una barrera que lo aleje de nosotros. Es necesario, pues, rodear al tímido de una simpatía comprensiva. Hay que esforzarse por comprender al tímido y, por encima de todo, hacerle ver que se le ha comprendido.
– Como desconfía de todo, y principalmente de él mismo, hay que procurar devolverle la confianza en sí mismo. Necesita que le estimulemos: la ternura y los elogios le son mucho más indispensables que los reproches.
– Responsabilizarle en pequeños encargos y gestiones y valorarle las pequeñas victorias que consiga sobre su carácter. Por ejemplo, si logra ir a comprarse algo solo, o hacer una llamada telefónica a alguien de la familia o a amigos.
– Descubrirle actividades que le atraigan y le liberen de la introversión. Ayúdelos a encontrar una válvula de escape para superar la timidez como el deporte, las artes, el baile, etc.
– Proporcionarle un contacto con la realidad que le rodea, humanizando el ambiente, ayudándole a desprenderse de sí mismo y a preocuparse un poco más de los demás. Para evitar que se refugie en la compañía de los menores o en la soledad, hay que habituarle a que vea a su alrededor chicos de su edad y darle tiempo para que se adapte a ellos. Salir de la propia soledad y frecuentar el trato con los demás, es la mejor manera de adquirir seguridad y serenidad. A través de esta práctica cotidiana, el tímido descubrirá que el sacrificio y el olvido de sí mismo son el verdadero secreto de la felicidad.
Fuente: Javier de Alba y José Luis Varea, Manual para padres eficaces