Como padres tenemos el deber de enseñarles a nuestros hijos que en la vida no todo son cosas buenas y agradables.
Hay que mostrarles que también existe sufrimiento, dolor y muerte. Es por esto que a los niños se les debe preparar para que en el momento de afrontar la pérdida de un ser querido o de una mascota, sepan tomar esta situación con serenidad y sin traumas.
Es importante conocer los procesos naturales de un niño ante la muerte y las preguntas que él o ella se hacen en cada etapa de su infancia. Esto le ayudará a usted como educador a estar preparado para las respuestas que el niño pedirá.
Las primeras preguntas sobre la muerte empiezan hacia los cuatro o cinco años de edad y reaparecen más tarde con virulencia en la preadolescencia. Veamos el proceso:
Hacia los 4 y 5 años: Empieza a preguntar sobre la muerte, pero la entienden como algo reversible, como si el muerto se hubiera ido de viaje y pudiera reaparecer en cualquier momento. En esta edad ellos identifican la muerte y la vida de una manera muy borrosa. Relacionan la muerte con enfermedad y dolor. Junto al miedo por su propia muerte, aparece la angustia por la muerte (ausencia) de sus padres.
Entre los 5 y 8 años: Los niños empiezan a comprender que la muerte es un estado permanente. El niño empieza a ser consciente de que algunas cosas que han desaparecido, simplemente no volverán y le interesa saber qué le pasa a la gente que se muere. Es en esta edad que empiezan a personificarla con monstruos o con catástrofes naturales o a reproducirla en dibujos.
A partir de 8 y 9 años: Es cuando el niño entiende el ciclo de la vida y descubre conscientemente la obligatoriedad de la muerte, así como el hecho de que es un proceso irreversible y que él también morirá llegado el momento. A esta edad empiezan a preguntarse por el sentido de la vida y, si sufren alguna pérdida cercana, a temer por la suerte de los que han sobrevivido.
¿Debe el niño participar en las celebraciones de duelo, despedida, funeral, etc. de sus seres queridos?
Los psicólogos se definen porque sea el niño quien decida. Si quiere ir que vaya, pero nunca debemos obligarlos a asistir.
Después de la muerte de un ser querido hay que hacerle un seguimiento al niño para comprobar que no se trastornen sus costumbres: comida, sueño, colegio, deseo de estar solo, etc. Si esto sucede es importante que lo vea un especialista.
Facilite el duelo
Para ayudar efectivamente al niño a enfrentar saludablemente la muerte de un ser querido, es imprescindible conocer su proceso normal de aflicción; la concepción de la muerte que corresponde a su edad y su desarrollo psicológico, entre otros factores.
Los cierto es que este proceso debe estar siempre acompañado de un lenguaje sencillo por parte del adulto, evitando explicaciones complicadas o que estimulen sus fantasías y concepciones equivocadas de la muerte.
Se debe facilitar también, en la medida de lo posible, la participación del pequeño en los rituales y demostraciones de duelo en las que participe la familia.
Factores que influyen en cada caso
La forma en que un niño se adapta o acepta la pérdida de un ser querido o una mascota, depende de varios factores como:
- Su edad en el momento de la pérdida y su entendimiento de la muerte.
- Su contorno familiar: creencias religiosas, culturales, etc.
- Su acercamiento a lo perdido: si es alguno de sus padres o hermanos, o un abuelo o un primo.
- Las características de la pérdida: muerte repentina, una larga enfermedad o por violencia.
- La sensibilidad y ayuda de los miembros supervivientes de la familia ante sus sentimientos y necesidades emocionales.
- Su propia experiencia en pérdidas anteriores.
En todo caso, los siguientes consejos se deben tener en cuenta:
- No evite hablar de la muerte.
- Anime al niño a expresar sus sentimientos.
- No le diga a los niños algo que después deberán desaprender.
- Responda a sus preguntas con honestidad.
- No hable más allá de su nivel de comprensión.
Fuentes: Buzoncatolico.com y Guía para el Duelo Funeraria San Vicente