Estos episodios de ira en los que los niños parecen no tener consuelo, hacen que los padres se angustien, terminen agobiados y sin saber qué hacer; muchas veces el desconcierto los lleva a optar por tácticas desaconsejables que pueden volver más crónica la rabieta del pequeño.
El tema de las pataletas es una consulta frecuente en lo que concierne a los niños de dos y cuatro años aproximadamente, por ello cobra especial atención dentro de la sicología infantil. Pese a lo agobiante que puede llegar a ser para los adultos esta conducta, hay que destacar que hace parte de una etapa maravillosa, llena de descubrimientos y de aprendizaje. Por esto mismo los padres tienen la necesidad de instruirse para conseguir su mayor provecho.
¿Por qué se presentan?
Las pataletas, rabietas o “tantrums”, son episodios de ira y descontrol, en donde el niño puede manotear, tirarse al suelo, gritar, llorar, incluso golpearse a sí mismo o al adulto que lo acompaña. Suelen aparecer alrededor del segundo año de vida, y si se manejan adecuadamente, desaparecen dentro del proceso natural del desarrollo del pequeño, por lo general se hacen menos frecuentes al cumplir los tres años.
Analizar las pataletas es examinar al niño de dos años. Esta edad presenta ciertas características que explican su conducta y una vez que los padres las conocen, comprenden mejor a sus hijos y asumen de manera diferente las manifestaciones distintivas de la edad.
Así pues, resaltan las siguientes particularidades: “El preescolar desea con intensidad tener el control. Ansía más independencia de la que sus habilidades y seguridad permiten y desconoce sus limitaciones. Quiere tomar decisiones pero no sabe hacer transacciones y tolera mal los desengaños y restricciones. Además no sabe expresar sus sentimientos verbalmente por lo que exterioriza su rabia o frustración con llanto o retraimiento y a veces con pataletas. Si bien estas expresiones de emociones no son agradables no debemos considerarlas peligrosas e incluso serán útiles para el desarrollo del niño.” *Dr. Guillermo Cienfuegos, médico pediatra (www.cienfuegos.cl)
De acuerdo con lo anterior, los siguientes son factores que desencadenan las rabietas en los niños:
Deseo de independencia: es característico y determinante de los dos a tres años. Al poseer la autonomía para desplazarse e interactuar de manera más directa con lo que le rodea, el niño tiene un constante deseo de explorar, experimentar y conocer el mundo por sus propios medios. Es por eso que pide que se le deje realizar acciones por sí mismo, como vestirse, bañarse, comer, etc. Cuando los adultos intervienen, se origina una pataleta.
Inconformidad ante una norma o negación: el “NO” de los padres y adultos, se convierte para el pequeño en un motivo de alboroto. El niño de esta edad, asume de malas maneras una negación que va dirigida a él y su inconformidad la transmite por la vía del llanto y los gritos. Es una forma de poner a prueba los límites, buscando con su rabieta, desestabilizar a los padres y conseguir derribar las reglas.
Medio para llamar la atención: las pataletas son formas normales que los niños utilizan para solicitar la atención de los adultos, en especial porque su capacidad para comunicarse verbalmente aún está en desarrollo y en su defecto, acuden a estas manifestaciones para expresar su frustración, desagrado o inconformidad.
Guía para padres desesperados
Siendo esta actuación algo típico de los dos años, es importante aplicar una serie de estrategias que ayudan a contrarrestar la situación. Si las pataletas son manejadas con acierto y naturalidad, los hijos ganarán una dosis importante de autocontrol y actitud proactiva hacia la frustración. Algunas recomendaciones:
No prestar atención al niño cuando está con pataleta. No tratar de calmarlo. No gritarle ni pegarle. Mejor, optar por mantener la calma, demostrarle que quien tiene el control es el adulto.
Algunos expertos recomiendan aislar al niño mientras está con la rabieta, dejarlo en un lugar donde no corra peligro por un tiempo corto (de dos a cinco minutos) hasta que se tranquilice.
Conservar reglas, límites, normas, horarios, aunque no sean del total agrado de los pequeños.
Por ningún motivo ceder al capricho del niño. Hay que permanecer firme, aunque el llanto esté agotando la paciencia. Si no lo hace, le estará enseñando a hacer pataletas para lograr sus fines.
Cuando las pataletas son en lugares públicos, con mayor razón los padres deberán demostrar su autoridad, pues estos escenarios hacen más vulnerables a los padres y ante la presión indirecta del público, pueden terminar cediendo. Si el niño ve firmeza en los padres, se tranquilizará más rápido.
Cuando el niño se calme, es bueno abrazarlo y hablarle, siempre mirándole a los ojos y acomodándose a su estatura, decirle que lo quiere mucho pero que no le puede permitir comportarse así.
Aunque es normal exasperarse cuando estos episodios suceden, piense que el niño se siente mucho peor que usted al verse desbordado por una reacción que aún no es capaz de controlar. No dude en demostrar firmeza y recuerde siempre: ¡la palabra NO también la pronuncia el amor!
Con la orientación de Gloria Serrano, asesora del Consultorio Familiar de LaFamilia.info