Por Oscar Andrés Chavarro / LaFamilia.info – 05.07.2016
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Si buscamos respuestas en los jóvenes de por qué o para qué quieren tener novio(a), nos encontraremos con infinidad de respuestas, y escucharemos entre las más comunes:
“para que me brinde seguridad”, “para que me dé diversión”, “para que me dé felicidad”, “para que me ayude a ser mejor persona”, y esta, que cada vez se hace más común, “para tener sexo y ser feliz”. Otras de las respuestas que se escucha es que el noviazgo es “para estar bien, para que me haga reír, para que me cuide, para que sea cariñoso(a) conmigo, para que me dé…, para recibir de ella o él…”
Es claro que en la mayoría de respuestas se está esperando recibir algo y que ninguna respuesta menciona ofrecer algo, y a todo esto que se espera del novio(a), le podemos sumar que ahora un “te amo” significa “te deseo”. Juan López, retomando las palabras de Julián Marías menciona que “la palabra amor se usa, en parte por inercia, por el peso de una tradición milenaria, pero con gran frecuencia es sustituida por otras, sobre todo por sexo” (2015, p10). ¿Cuántos jóvenes que sostienen un noviazgo, comprenden las dimensiones de la palabra amor? Y hasta qué punto la han vaciado de todo significado al banalizarla y volverla un sentimiento pasajero y superficial.
La «cultura del dame»
No todos los jóvenes pero si una gran cantidad de ellos, parecen ver el noviazgo como una transacción, donde dan, si reciben, donde el único motivo de su “inversión” es continuar recibiendo beneficios. Aquí empieza la cultura del dame, una cultura quizá arraigada desde la infancia, donde se ve a padres proveedores que hacen creer a sus hijos merecedores de todo a partir de un mínimo esfuerzo, donde los padres demuestran cuánto aman a sus hijos colmándolos de regalos, y los hijos demuestran el amor a sus padres, al parecer, con esa gran sonrisa que produce recibir el regalo anhelado. ¿Entonces esto es el amor?, se preguntarán los pequeños, y con el tiempo seguramente pensarán que sí, que esa es la respuesta correcta. Pero el amor necesita que sea sembrado, cuidado, cosechado; necesita la convicción de que, aunque corra el riesgo de marchitarse en algún momento, serán las acciones propias, el abono que permitirá que florezca de nuevo. Debemos enseñar que el amor se trabaja y que depende de dos, porque donde sólo uno quiere será realmente difícil, por no decir imposible.
Será así, cuando no se enseñe esto, que se llegará en muchas ocasiones al noviazgo con un concepto utilitarista y materialista del amor, porque no se ha educado en él ni para él. ¿Y cómo educar para la búsqueda de un noviazgo que conduzca hacia un amor inteligente que integre sentimientos y razones? Pues se debe empezar por enseñar que el amor necesita tiempo para darse a conocer, y esto empieza con una amistad donde inicialmente habrá una atracción física que genera un impulso, que no es necesariamente voluntario. Posteriormente llega el enamoramiento, donde ya interviene el nivel afectivo: el enamoramiento es un sentimiento que nos hace idealizar a la persona. En esta etapa sólo se tienen en cuenta las cosas positivas, pero todavía no se trata de un amor completo. El amor está un poco más allá. No deja fuera a la atracción, el romanticismo, la idealización y todas las sensaciones pero aquellas no son lo más importante. “Al amor se llega por la vía de la amistad, del conocimiento real de la otra persona. En el amor hay respeto, compromiso, ganas de compartir, capacidad de perdonar y pedir perdón. En el amor se está con la otra persona en las buenas y en las malas.” (joveneshoy.org)
Entonces, ¿cuál es el fin del noviazgo? La respuesta es concreta, su fin es permitir que nazca el amor y fortalecer el amor, saber reconocerse en el otro y verse en él, brindarle a la pareja todo lo que se quiere y desea para sí mismo; porque al fin y al cabo, esta es la preparación para el matrimonio. El noviazgo debe permitirle a la persona darse cuenta de que “el amor es un acto de voluntad acompañado de un sentimiento” (Tames, 1998, p.79) y al ser voluntario y libre, exige responsabilidad. Pero, al mismo tiempo, se constata que el camino para lograr esta meta no consiste simplemente en dejarse dominar por el instinto. Hace falta una purificación y maduración, que incluyen también la renuncia” (Benedicto XVI, 2005, p.04), y se debe empezar por renunciar al “amor” interesado, a ese “amor del dame”, y debemos empezar a interiorizar que los regalos no son las cosas pues “Estúpido es creer que el regalo está dentro del paquete. El regalo son las manos que lo entregan”. Cuando se comprende el noviazgo y el amor, podemos encontrar respuesta a la pregunta: ¿qué es más ético que el respeto por el otro y la entrega sin condiciones, en pro de brindar bienestar y felicidad al otro, antes que esperar recibir para poder dar?
Actualmente algunos están comprendiendo el amor como un instinto animal (aunque suene duro), deteriorando este sentimiento hasta el punto que para muchos solo se ama bajo las cobijas. Este hecho está llevando a que los matrimonios sean cada vez más inestables y se luche menos por ellos; a que algunos no aprecien el valor y el significado del compromiso, sino que simplemente cuando se sienten insatisfechos, desechen ese supuesto compromiso y busquen a otra pareja. Con esta mentalidad se llega al matrimonio, sin pensar en las consecuencias que esto tiene; mucho más cuando se tienen hijos.
Es importante volver a educar en el amor fraterno, en el amor entregado, en ese amor que es capaz de todo, como dice Lope de Vega “El amor es desmayarse, atreverse, estar furioso, áspero, tierno, liberal, esquivo, alentado, mortal, difunto, vivo, leal, traidor, cobarde, animoso; es amor; quien lo probó, lo sabe”; enseñemos a probar este amor.
Por Óscar Andrés Chavarro Zuluaga -Psicólogo, especialista en Pedagogía e Investigación y Maestrante en Asesoría Familiar- para LaFamilia.info.
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REFERENCIAS
Benedicto XVI (2005). Encíclica Dios es amor.
López, J. (2015). Noviazgo, ni tormento ni nebulosa. Apuntes de familia. 29.10-13
Martín López-Andrade, Laura. (2009). “Erotomanía, amor y enamoramiento. Contradicciones”. Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría, XXIX. 157-169.
Melendo, T. La esencia del Amor
Millán, M & Tomás, G. (2012). “Persona y rostro, principios constitutivos de la bioética personalista”. Revista persona y bioética Vol . 1 6 Número 2 P á g s . 1 6 5 – 1 7 4
Jóvenes hoy. “¿Qué diferencias hay entre el enamoramiento y el amor?”
Tames, M. (1998). Manual de educación sexual. Procodes. Bogotá Colombia.