Por LaFamilia.info
Todos tenemos discusiones matrimoniales, pero cuando hay hijos de por medio, debemos tenerlas en privado y evitarlas frente a ellos, pues podemos causarles un gran daño emocional y sicológico.
Aunque no lo creamos, aún cuando están muy pequeños, los niños también perciben lo que sucede a su alrededor y poco a poco van desarrollando la sensibilidad para distinguir entre un ambiente familiar tenso o armonioso. Cuando los hijos son espectadores continuos de las peleas entre sus padres, pueden manifestar su inconformismo de distintas maneras:
En los más pequeños se pueden presentar rabietas o regresiones (como volver al uso de pañales, pedir nuevamente el chupete o biberón, etc.) con el fin de llamar la atención.
En los escolares es usual que haya un comportamiento agresivo y rebelde en el colegio, tal como peleas con los compañeros, desacato de las normas, y fracaso escolar; pero en casa su conducta es opuesta, se muestran apáticos.
En los adolescentes las reacciones son diferentes, como es propio de esta edad lo usual es que se muestren indiferentes y prefieran la evasión, refugiándose en actividades que sirvan de escape: redes sociales, móviles, videojuegos, salidas con amigos, alcohol, entre otras.
Ante este tipo de reacciones, los padres “muchas veces llevan los niños al psicólogo, como si fueran problemas de los pequeños, y finalmente uno se da cuenta que las disfunciones son de la familia; y a veces ni si quiera de ésta, sino de la pareja en particular” aclara Tania Donoso Niemeyer académica de Psicología de la Universidad de Chile en un artículo de Padresok.com.
De modo que en todas las edades, las peleas reiterativas de los padres son perjudiciales para el desarrollo emocional de los hijos, tanto que en algunos casos pueden provocar huellas difíciles de borrar.
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Puede que hasta hoy nunca te habías puesto a pensar en esto y ni siquiera habías caído en cuenta que tus hijos estaban ahí, en medio de los conflictos con tu cónyuge. La psicóloga infanto juvenil Andrea Palacios, recomienda a los papás que “tomen conciencia de la importancia de hacerse cargo de las diferencias y trazar estrategias para tener estos desacuerdos sin que generen perturbaciones en el desarrollo de los hijos, factor que debe primar en importancia: no se trata de evitar el conflicto, sino de buscar el momento más apropiado para enfrentarlo”.
Por tanto, te damos las siguientes sugerencias:
1. Tener las discusiones fuera del alcance de los niños, para así evitar todo tipo de duda y dolor. Los problemas de pareja deben de discutirse en privado, sin que los hijos escuchen. Por esto se recomienda esperar que estén dormidos o salir a otro lugar.
2. No hacer que los hijos tomen partido por ninguno de los dos padres.
3. No conviertas a tus hijos en tu fuente de apoyo. Si necesitas a alguien, busca a un adulto quien entenderá realmente lo que sucede.
4. Si el niño pregunta, debes explicarle que es natural la discusión. Pero que hay ciertas maneras de hacerlo.
5. Estar atento a las actitudes (como portazos, caras de enojos), ya que los pequeños perciben todos los detalles.
6. Cuando las discusiones son muy frecuentes, conviene buscar la forma de resolver los problemas a tiempo. Es conveniente buscar ayuda, pues una vida de separación o de desunión emocional dentro del matrimonio provoca mucho dolor y no es calidad de vida para los adultos, y menos para los niños.
Puede costar dificultad en un primer momento, pero con esfuerzo seguro lo lograrán, ¡todo vale por nuestros hijos!