Uno de los más grandes desafíos que tienen los cónyuges es entender al otro desde su naturaleza masculina o femenina, en especial las formas de comunicación que cada uno utiliza para expresarse: en términos generales, él prefiere el silencio y ella el habla, aunque desde luego hay excepciones. Pero esta diversidad puede convertirse en complementariedad; de esto de trata el arte de entender al cónyuge.
Él prefiere el silencio, Ella prefiere expresar
“Para el hombre su mayor reto es saber interpretar correctamente y apoyar a la mujer cuando habla de sus sentimientos. Y para las mujeres es interpretar correctamente y apoyar al hombre cuando no habla, cuando está en silencio.”
Hombres y mujeres piensan y procesan información de forma muy diferente. Ellos antes de hablar, se toman su tiempo para pensar, para encontrar la mejor respuesta, para tener claridad en su mente, y todo esto, luego de un proceso racional que puede tardar unos minutos u horas, o incluso pueden llegar a no responder. Pero este silencio es algunas veces incomprensible para las mujeres.
“Ellas necesitan entender que cuando él está en silencio, está diciendo: `Todavía no sé qué decir, pero estoy pensando en ello´. En lugar de eso, ellas escuchan: `No te estoy respondiendo porque tú no me importas y yo voy a ignorarte. Lo que me has dicho no es importante y por lo tanto no responderé´.
Cuando un hombre está en silencio, una mujer puede fácilmente imaginar lo peor, porque las únicas veces en que una mujer permanece en silencio es cuando lo que tiene que decir resulta perjudicial o cuando no quiere hablar con una persona porque ya no confía en ella y no quiere tener nada más que ver con ella. ¡No sorprende entonces que una mujer se torne insegura cuando un hombre se vuelve repentinamente silencioso!” expresa el autor Rafael Sanz Carrera en su blog.
Las mujeres en cambio disfrutan comunicándose, y más que un gusto es una necesidad. Ellas piden que se les validen sus sentimientos y ello supone que las escuchen. Pero los hombres no son muy buenos en esto.
Esta disparidad da lugar a situaciones de conflicto. Por ejemplo en las noches cuando la pareja por fin llega a casa tras una extenuante jornada laboral y múltiples ocupaciones más, la mujer quiere utilizar ese valioso momento para conversar con su marido sobre las cosas que le ocurrieron en el día a ambos… Mientras que los hombres llegan a casa y lo último que quieren hacer es hablar y menos de los problemas con los que tuvo que lidiar. Él quiere desconectarse de todo en su tiempo de descanso y tiene la capacidad para hacerlo.
Antonio Vásquez Vega, autor del libro “Puedo entender a mi marido”, explica al respecto: “A la mujer, hablar le descansa, al hombre, no. La mujer necesita expresar lo que le preocupa y eso ya le hace sentirse mejor aunque el tema no esté resuelto.” Y además aclara: “La mujer cuenta las cosas del día, pequeñas y grandes, como un gesto de amor. Pero se encuentra con un hombre que de inmediato siente la necesidad de dar soluciones a los problemas y cuestiones que la mujer plantea.”
Vemos entonces que por regla general somos distintos, pero a la vez complementarios; el hombre necesita salir de su aislamiento, aprender a escuchar, y la mujer necesita saber interpretar los silencios del hombre y propiciar el diálogo sin presionarlo. En eso se basa la complementariedad, en buscar el equilibrio para llegar a la armonía. Pero la complementariedad exige renuncia, ceder para poseer, escuchar para entender, querer para comprender.
*Lectura complementaria: “Puedo entender a mi marido”. Antonio Vásquez Vega. Colección Hacer Familia. Ediciones Palabra, 2007.