Por Aníbal Cuevas – 29.01.2018
Foto: Freepik
Quienes entendemos que el matrimonio es uno de los más importantes caminos para ser feliz no podemos acostumbrarnos a que cada vez más jóvenes lo rechacen como forma de vida.
El último estudio de la Fundación SM sobre la juventud española nos da pistas sobre cuál es el motivo de que aprecien la familia y no tanto el matrimonio.
La agencia periodística Aceprensa ha publicado un artículo que nos da las 6 claves para entender porqué los jóvenes prefieren mayoritariamente la cohabitación al matrimonio. Son ellos mismos quienes dicen: prefieren probar primero como es la convivencia diaria, no necesitan que el Estado certifique su relación o el matrimonio es pura apariencia social.
Además de esas tres razones, dicen no estar seguros de querer comprometerse tanto con la otra persona, no tener dinero para la boda o que casarse supone una perdida de libertad e independencia.
Las razones son de naturaleza variada, se mezclan motivos teóricos y prácticos y como la idea de esta entrada no es estudiar el tema a fondo sino intentar vislumbrar el origen de este rechazo, me voy a centrar en la que creo que es razón nuclear: no estoy seguro de querer comprometerme tanto con la otra persona.
Y creo que es importante y fundamental esta razón porque afecta al origen mismo del matrimonio: el compromiso, la entrega incondicional, el amor sin límites. Casarse supone, entre otras tareas: quererte, cuidarte y ayudarte todos los días de mi vida; en los buenos momentos y en los no tan buenos. Si se entiende que el compromiso es un valor inherente al amor, las otras cinco razones desaparecen o pierden peso.
Lo positivo que leo en el estudio es que los jóvenes entienden el matrimonio como lo que es: un compromiso. Sin embargo lo malo es que entienden el compromiso como algo negativo.
Lo que el autor del artículo citado define como provisionalidad se ha instalado en el corazón de nuestros jóvenes, y el amor es incompatible con la temporalidad. Exige por naturaleza, entrega; por eso proporciona tanta felicidad.
Los jóvenes, y no tan jóvenes, anhelan un amor para siempre pero viven instalados en la cultura de la provisionalidad. No han descubierto lo hermoso del amor verdadero y por eso pesan más los miedos. Un reto apasionante para quienes sí hemos tenido la suerte de conocerlo es mostrarlo.
Cortesía del autor Aníbal Cuevas para LaFamilia.info
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