Hace un par de semanas contaba la iniciativa de un grupo de políticos e intelectuales franceses que le pedían a Hollande que no legalizase la «maternidad subrogada», esa nueva forma de esclavitud femenina y de compra-venta de seres humanos: nadie tiene derecho a los hijos, el sujeto de derecho no puede ser objeto de derecho.
Las historias de esas madres y sus hijos son terribles. Los argumentos de los «pobrecitos compradores» son tremendos, basados en su mayoría en el capricho. Esta semana ha saltado otra de esas que ponen de manifiesto la increíble vejación a la dignidad de madres e hijos que supone esta práctica, que se basa en la cosificación de las personas.
Una pareja australiana pagó más de 10.000 euros a Pattaramon Chanbua, una mujer pobre tailandesa para que gestase «la compra» de la pareja. Pero el ‘capricho’ tenía premio, no sólo era uno, eran dos. El pequeñito Gammy, que tenía Síndrome de Down y su hermana gemela, que no lo tenía.
Y, como era previsible, han tratado la situación coherentemente abandonando el «producto defectuoso». Se llevaron sólo al otro. Han dejado a Gammy tirada en el hospital con su madre biológica (en realidad a la madre gestante, la biológica es la que aporta el material genético).
La mujer tailandesa, Chanbua, está con el bebé: «¿Por qué tiene que pasar por todas las dificultades? Lo amo, es como si fuera mío». Me recuerda a la escena de Salomón, en la que se distingue a la verdadera madre.
En este caso la publicidad que ha ofrecido la prensa, y el horror que provoca, han movilizado a la sociedad que se está volcando con Chanbua y Gammy. Ya se han recaudado más de 200.000 dólares para ayudarles. El primer ministro australiano, Tony Abbott, está tan espantado que quiere modificar la legislación: «esta historia ilustra algunas de las dificultades relacionadas con este negocio en particular (vientres de alquiler)». Quizá lo mejor es el reconocimiento de la realidad: «este negocio».
Muchos países europeos se niegan a reconocer la compra-venta de seres humanos. Dios quiera que siga así, pero es cuestión de tiempo y de coherencia interna. Si una persona está cosificada como para considerar que se le puede asesinar en el vientre de su madre, ¿por qué no el resto?
No se me va de la cabeza: ¿qué le contarán al hijo comprado cuando sea mayor acerca de su hermano?