Alianza Lafamilia.info y el Instituto de La Familia U.Sabana – 19.01.2015
¿Usted habla?… o solo hace ruido ¿Qué tanto valoramos el lenguaje como instrumento de expresión oral de nuestras ideas?
¿Se ha detenido a pensar en el valor que representa para la humanidad ser la única especie poseedora de esta riqueza común, desde que nacemos hasta el fin de nuestra vida?
En la palabra se concentra el saber colectivo y el imaginario axiológico que define nuestro actuar individual y gregario. Ella ha ocupado un lugar preferencial en nuestra existencia como medio ideal de comunicación interhumana; sin embargo, su valor –como el de nuestros recursos naturales– en muchas ocasiones ha sido relegado a un segundo plano y, en otras tantas, ignorado por su presencia constante en nuestra cotidianidad.
Cuando nuestras palabras no buscan la comprensión, es decir, carecen de una intencionalidad interpretativa en nuestro interlocutor, entonces solo hay ruido. Las frases huecas son aquellas que pronunciamos mecánicamente, sin un propósito edificador de sentido y terminan en el olvido, incluso antes de que las pronunciemos.
Con ello, reconocemos que nuestra fuente de expresión de la palabra no solo es la razón sino que va acompañada del sentimiento y la emoción en un matrimonio indisoluble que nuestra cultura racionalista ha querido sacar del camino de la comunicación humana.
Dos habilidades que nos impulsan a hablar
La lectura y la escucha son dos habilidades humanas muy ligadas con la palabra. El lector escucha con la mirada la voz del autor y, con ello, desentraña el sentido y la intención del escritor. Si hay una verdadera transmisión de mensajes, esta comunicación será tan valiosa o más que la comunicación cara a cara por vía oral.
Por su parte, la escucha activa, fruto de una comunicación asertiva, refleja una de las cualidades más valiosas de la humanidad: la atención al otro, el sentir que mi papel como oyente no es el de un receptor pasivo que recoge unos contenidos y los almacena en sus bodegas de memoria, sino un ser activo que dialoga con su interlocutor y con sus pensamientos para construir una valoración del mensaje, uniendo su biografía a la biografía del mensajero y elaborando un discurso conjunto y enriquecido de la realidad.
Leer, escribir, hablar y escuchar: una tarea de todos
La palabra y las habilidades comunicativas conexas con su desarrollo nos indican que el fomento de la escritura, la lectura, el habla y la escucha son tareas inaplazables en todos los ámbitos de formación de nuestra sociedad, tanto en sus sistemas formales como en la comunicación cotidiana que nos exige precisión, claridad, organización y conocimiento de nuestro idioma para alcanzar nuestros objetivos de comunicación plena en el plano personal y colectivo.
¿Cómo lograrlo?
• Mejoremos diariamente nuestro acervo léxico.
• Cultivemos con esmero el uso sintáctico y morfológico de nuestra lengua propia.
• Entendamos el objetivo discursivo de cada uno de nuestros enunciados.
• Demos sentido a cada una de nuestras formas de expresión oral y escrita, adecuándolas al contexto y al público receptor objetivo.
• Escuchemos con toda atención a los demás.
Estos hábitos son clave fundamental para comprender que somos, a la vez, usuarios y garantes de uso de un tesoro intangible, cifrado en las lenguas que filtran nuestras ideas y nuestros sentimientos y el sentimiento individual y colectivo que las vitaliza, día a día, como en el río de Heráclito, “sin prisa y sin pausa” en peregrinación creciente hacia la consolidación de nuestro entendimiento como humanidad y en permanente maduración y búsqueda de sentido histórico.
Artículo editado para LaFamilia.info. Tomado de Apuntes de Familia, edición 24-06/14, Instituto de La Familia, U. de La Sabana. Autor: Juan Carlos Vergara Silva, Director Departamento de Lingüística, Literatura y Filología, Universidad de La Sabana.