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Decía Alejandro Magno que “Conocerse a uno mismo es la tarea más difícil porque pone en juego directamente nuestra racionalidad, pero también nuestros miedos y pasiones. Si uno consigue conocerse a fondo a sí mismo, sabrá comprender a los demás y la realidad que lo rodea”.
El autoconocimiento nos permite afrontar mejor diversas situaciones de nuestro día a día, así que con la siguiente descripción podrás descubrir o confirmar si tienes más rasgos relacionados con la extroversión o con la introversión.
¿Cómo es una persona extrovertida y una introvertida?
Una persona extrovertida es la que está abierta hacia «fuera», hacia el mundo de las personas, de las cosas, de los acontecimientos, tanto para extraer de allí su energía como para dejar allí la huella de su acción.
La introversión es la orientación del sujeto hacia «dentro», hacia el mundo de los pensamientos y de la reflexión, tanto para renovarse como para expresarse en él.
El extrovertido normalmente tiende primero a actuar, y después, a reflexionar. El introvertido reflexiona durante largo tiempo antes de pasar a la acción. Para el primero los pasos serían: acción reflexión-acción; para el segundo, reflexión-acción-reflexión.
El extrovertido piensa en voz alta; necesita hablar para organizar su pensamiento; es normal que en muchas ocasiones resulte contradictorio. El introvertido sólo habla después de pensarlo mucho. Sólo expresa lo que le parece serio y definitivo.
Cuando se encuentra una persona extrovertida y una introvertida pueden surgir conflictos ya que para el introvertido cree que lo que él ha expresado es fruto de una larga reflexión, le sorprenden las variaciones del extravertido y le entran ganas de decirle que no habla hasta que no se aclare. El extravertido por su parte, espera un desarrollo de la primera frase, que para él no es más que el punto de partida. Está extrañado del silencio que la sigue y tiene ganas de decir «¿y qué?»
Un extrovertido responde inmediatamente a la pregunta que se le hace, mientras que el introvertido toma tiempo en reflexionar, lo que lleva al extrovertido a repetirle la pregunta porque piensa que no le ha escuchado, puesto que no le ha respondido. Pero el hacerle la pregunta se molesta el introvertido pues tiene que volver a seguir reflexionando.
Al extrovertido le gusta el contacto, incluso cuando es imprevisto y espontáneo; al introvertido le gusta más que le anuncien la visita.
En la sociedad el extravertido es un rompedor de hielos, el que espontáneamente hace las presentaciones, establece las relaciones entre las personas, inicia las conversaciones y las anima. Tiene talento para entablar contactos.
El introvertido solamente habla con facilidad de una materia que domina o que le resulta muy interesante. Su conversación mundana tiende a ser monosilábica: «Sí, no, gracias, por favor». Su talento se orienta a profundizar el contacto, lo que no quiere decir que el extravertido no profundiza o que el introvertido no sabe establecer contactos. Nos referimos a las preferencias, a lo que espontáneamente hace mejor cada uno.
En las reuniones, el extravertido tiende a hablar el primero, devuelve al balón, trata de «hacer hablar» a los silenciosos, lo que, visto desde el lado del introvertido, significa con frecuencia asaltarle a preguntas, sin dejarle tiempo para responderlas. Porque el introvertido necesita tiempo; emite entonces ideas bien pensadas sobre las que vuelve con mayor dificultad que el extrovertido. Al extrovertido le gusta más comunicarse con la palabra, mientras que al introvertido lo hace mejor de manera escrita.
El extrovertido expresa con facilidad sus pensamientos y sus emociones. El introvertido sólo lo expresa en un ambiente de confianza.
Finalmente, cabe aclarar que ninguno es mejor que el otro, ambos tienen cosas muy valiosas; lo ideal sería tener un poco de cada uno para lograr un equilibrio.
Fuente: buzoncatolico.com