Confundir la homosexualidad con lo que no es

Compartimos a continuación un texto de Jesús María Silva Castignani sobre la posible infatuación y confusión afectiva en adolescentes y jóvenes: una mirada a los vínculos idealizados entre iguales.

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La adolescencia y juventud son etapas decisivas en la consolidación de la identidad personal, afectiva y sexual. En este periodo, el individuo busca referencias, validaciones y espacios donde afirmar su valor, pertenencia y unicidad. Es habitual que en este contexto surjan vínculos emocionales muy intensos hacia personas del mismo sexo, vínculos que no necesariamente tienen un componente erótico, pero que, por su fuerza emocional, generan desconcierto e incluso angustia.

Muchas veces, estas experiencias son interpretadas de forma precipitada como señales inequívocas de orientación homosexual. Sin embargo, en una parte significativa de los casos, lo que se experimenta no responde a una orientación estable del deseo sexual, sino a un fenómeno afectivo más complejo: la infatuación, que puede darse tanto en varones como en mujeres, y que tiene sus propias dinámicas según el contexto afectivo y la historia personal de cada uno.

1. ¿Qué es la infatuación? Naturaleza y manifestaciones

La infatuación es una vivencia emocional intensa que se caracteriza por una fuerte fascinación hacia otra persona, normalmente del mismo sexo, acompañada de idealización, apego simbólico, deseo de cercanía y, en muchos casos, una dependencia emocional desproporcionada. Se trata de una experiencia que, si bien puede incluir una dimensión de admiración legítima, va más allá de esta: el otro no es solo valorado, sino absorbido simbólicamente como figura ideal.

La persona infatuada no ama al otro tal como es, sino que proyecta en él (o en ella) lo que desea tener, lo que necesita integrar o lo que anhela convertirse. Por eso la infatuación no implica necesariamente atracción erótica, aunque puede confundirse con ella. Tampoco es sinónimo de amistad profunda, ya que no se da en una relación recíproca y madura, sino que suele haber asimetría emocional, necesidad de validación constante y un sufrimiento latente cuando la otra persona no responde con la misma intensidad.

Este fenómeno suele aparecer con más frecuencia durante la adolescencia y juventud, cuando aún no se ha consolidado una identidad personal sólida y la necesidad de referentes externos es muy fuerte. Es en este momento donde se puede desarrollar una relación idealizada con alguien que, por sus cualidades reales o imaginadas, aparece como modelo, refugio, espejo o complemento simbólico.

2. Infatuación masculina: búsqueda de identidad en la figura de otro varón

En el caso de muchos varones, especialmente aquellos que han tenido una relación frágil, ausente o ambivalente con la figura paterna o con los referentes masculinos de su entorno, la construcción de la identidad masculina puede quedar debilitada. Esta inseguridad puede generar una percepción de “falta de masculinidad” o una duda interior no verbalizada sobre el propio valor como varón.

Cuando aparece en su entorno otro varón que encarna una masculinidad admirada —segura, atractiva, fuerte, autónoma o carismática—, es posible que surja hacia él una respuesta emocional intensa. No se trata, necesariamente, de deseo sexual, sino de un deseo de ser como él, de estar con él, de recibir de él aquello que se percibe como ausente en uno mismo. El otro se convierte en figura idealizada, en referente simbólico, y se establece una relación que, desde dentro, se vive como profundamente significativa.

Este tipo de vínculo puede incluir elementos de exclusividad, posesividad, celos, necesidad de contacto permanente, deseo de ser valorado y miedo al rechazo. En algunos casos, la intensidad emocional llega a confundirse con atracción homosexual, especialmente en un contexto cultural que tiende a sexualizar toda forma de afecto intenso entre personas del mismo sexo. Sin embargo, lo que suele estar en juego no es el deseo erótico, sino una necesidad de identificación y afirmación interior.

3. Infatuación femenina: idealización y necesidad de pertenencia

En el caso de las mujeres, la infatuación puede tener una dinámica distinta, aunque también vinculada a la construcción de la identidad. Muchas chicas, especialmente en la adolescencia y juventud, buscan vínculos profundos y seguros donde poder compartir emociones, recibir reconocimiento y establecer relaciones de intimidad afectiva. Cuando en este proceso encuentran a otra mujer que representa seguridad emocional, belleza, liderazgo, sensibilidad o fuerza interior, pueden surgir sentimientos de apego muy intensos.

Esta admiración puede transformarse en idealización y dependencia emocional. La otra persona aparece como figura de referencia: alguien que “entiende”, que “acoge”, que “protege” o que da sentido. Se establece una necesidad de cercanía continua, se experimenta miedo al abandono o a la pérdida de atención, y puede aparecer un sufrimiento silencioso cuando la otra persona establece vínculos con otras personas.

Aunque en algunos casos puede haber una componente de atracción estética o corporal, la mayoría de estas experiencias no responden a una orientación homosexual propiamente dicha. Más bien, son expresión de una necesidad de contención emocional, validación afectiva y pertenencia simbólica. El riesgo de interpretarlas automáticamente como indicios de homosexualidad es alto, especialmente cuando se busca explicación a estas emociones intensas en contextos ideológicos o digitales que promueven la autoetiqueta inmediata.

4. Confusión frecuente: infatuación y homosexualidad

En muchos adolescentes y jóvenes, tanto varones como mujeres, la vivencia de una infatuación intensa hacia alguien del mismo sexo puede generar dudas sobre la orientación sexual. La lógica cultural dominante —que tiende a reducir lo afectivo a lo erótico— favorece esta confusión. La persona se pregunta: “¿Y si esto significa que soy homosexual?”, cuando en realidad la experiencia puede tener un significado completamente distinto.

Es importante distinguir entre infatuación y deseo sexual. La infatuación es, ante todo, una necesidad de identificación simbólica, de afirmación de la propia identidad a través del otro, de llenar un vacío interior mediante un vínculo absorbente. La orientación sexual, en cambio, es una inclinación relativamente estable hacia personas del mismo o distinto sexo en el ámbito del deseo erótico-afectivo. No todo vínculo emocional fuerte implica una orientación sexual definida.

Asumir una identidad homosexual en base a experiencias de infatuación puede llevar a construir una narrativa personal desconectada de la realidad profunda del deseo. Esto puede generar frustración, desajustes, o incluso la entrada en estilos de vida que no responden a la verdad interior. Comprender adecuadamente lo que se ha vivido permite encontrar claves de maduración más equilibradas y libres.

Muchos adolescentes, al sentir una intensa conexión emocional con alguien de su mismo sexo, pueden preguntarse si son homosexuales. Pero si se explora en profundidad, muchas veces se descubre que lo que hay detrás es una admiración profunda, necesidad de integración emocional y deseo de compartir cualidades que aún no se reconocen en uno mismo.

Autores como Elizabeth Moberly y Joseph Nicolosi han documentado ampliamente cómo, en algunos casos, ciertas experiencias de atracción hacia el mismo sexo pueden estar relacionadas con heridas afectivas tempranas, déficits en la identificación con el propio género o inseguridad emocional, más que con una orientación sexual estructurada.

“En muchos jóvenes, la atracción hacia el mismo sexo es una búsqueda de conexión y afirmación más que de satisfacción sexual.”

— Joseph Nicolosi, Healing Homosexuality: Case Stories of Reparative Therapy (1997)

Es importante no precipitarse en etiquetas. Lo que en la adolescencia aparece como una conexión absorbente con alguien del mismo sexo, a menudo desaparece o se transforma con el tiempo, cuando la persona ha logrado integrar aquellas cualidades que buscaba fuera en su propia identidad.

5. Camino de integración y madurez afectiva

El paso hacia una afectividad más madura y una identidad consolidada pasa por integrar estas experiencias con lucidez, sin miedo ni etiquetas prematuras. Tanto la infatuación masculina como la femenina pueden ser interpretadas como señales de un proceso interno que necesita acompañamiento, comprensión y crecimiento. Algunos elementos que favorecen este proceso son:

a) Lectura interior de la experiencia

Comprender lo vivido no como un signo de orientación sexual, sino como expresión de una búsqueda interior, permite ordenar las emociones y recuperar la libertad. La clave está en interpretar los afectos sin forzar su sentido, reconociendo las necesidades de fondo que los originan: deseo de pertenencia, búsqueda de identidad, necesidad de afirmación o carencia de vínculos seguros.

b) Revisión de la historia personal

Muchos casos de infatuación tienen raíces en experiencias previas de inseguridad, soledad, baja autoestima o falta de reconocimiento. Identificar estas raíces permite comprender por qué ciertas figuras adquieren tanta importancia y por qué se idealiza a determinados modelos afectivos.

c) Construcción de vínculos sanos

La formación de amistades auténticas y recíprocas —sin dependencia, sin absorción emocional ni necesidad de exclusividad— es un camino privilegiado para el crecimiento afectivo. En el caso de los varones, esto implica desarrollar vínculos entre iguales que afirmen positivamente la masculinidad sin competencia ni sumisión. En el caso de las mujeres, implica crear lazos afectivos que integren sensibilidad, fortaleza y autonomía sin caer en la fusión emocional.

d) Desarrollo de una identidad segura

Fortalecer la propia identidad a través de experiencias significativas, responsabilidades asumidas, decisiones personales y proyectos de vida ayuda a consolidar una afectividad más libre. Cuando la persona se siente segura de sí misma, necesita menos idealizar a los demás y puede establecer vínculos más equilibrados y verdaderos.

e) Acompañamiento y formación afectiva

Contar con figuras de referencia que ayuden a leer la propia historia, a interpretar los afectos y a orientar los procesos interiores es de gran valor. Un buen acompañamiento permite poner nombre a lo vivido, ofrecer una mirada objetiva y ayudar a integrar las experiencias sin necesidad de forzar narrativas identitarias prematuras.

6. Infatuación como signo de desarrollo, no de destino

La infatuación, tanto en varones como en mujeres, no es necesariamente un signo de desorden, sino más bien una expresión del dinamismo afectivo propio del crecimiento humano. Cuando se vive con conciencia, se interpreta adecuadamente y se integra en el proceso de maduración, puede convertirse en una oportunidad para fortalecer la identidad, comprender el propio mundo emocional y aprender a amar con mayor libertad.

No es una experiencia que deba vivirse con vergüenza ni con angustia, sino con lucidez, apertura interior y paciencia. Reconocer que estas emociones forman parte del camino hacia la madurez permite transitar por ellas con más serenidad, sin necesidad de etiquetar apresuradamente la identidad ni de reaccionar con rechazo o sobreinterpretación.

De hecho, en muchas trayectorias personales, la infatuación ha sido una etapa significativa para descubrir talentos, anhelos y heridas que, una vez comprendidas, han abierto la puerta a un crecimiento auténtico. Lo que al inicio parecía una atracción desbordante, con el tiempo se revela como una oportunidad para reconocer la propia necesidad de afirmación, de pertenencia o de integración interna. En este sentido, la infatuación no es un destino, sino una señal: algo interior clama por ser escuchado y reconocido.

7. Conclusión: hacia una pedagogía del corazón

En una época donde las categorías identitarias se han convertido en etiquetas rígidas que muchas veces se aplican de forma apresurada, resulta urgente desarrollar una pedagogía afectiva más profunda, que permita comprender los vínculos humanos en toda su riqueza y complejidad. La infatuación, cuando se aborda con honestidad y sin prejuicios, puede ser una ocasión para comprender mejor los procesos interiores que configuran la identidad, el deseo y la afectividad.

Frente a la tentación de reducir toda experiencia intensa entre personas del mismo sexo a una orientación sexual definitiva, conviene recuperar el valor del acompañamiento paciente, del discernimiento personal y del respeto a los tiempos del corazón. La adolescencia y juventud no son el momento para fijar rótulos, sino para descubrir caminos. Y en ese descubrimiento, tanto la infatuación masculina como la femenina pueden revelar no una orientación, sino una sed profunda de verdad, de amor, de integración y de sentido.

Lo importante no es evitar estas experiencias, sino aprender a leerlas. Escuchar lo que dicen, interpretar lo que revelan, y dejar que conduzcan hacia una comprensión más honda de lo que significa ser persona, amar de verdad, y vivir en libertad interior.

Referencias consultadas

Erikson, E. H. (1959). Identity and the Life Cycle. Norton.

Nicolosi, J. (1997). Healing Homosexuality: Case Stories of Reparative Therapy. InterVarsity Press.

Moberly, E. (1983). Homosexuality: A New Christian Ethic. James Clarke & Co.

Marchiano, L. (2021). The Heroine’s Journey: Woman’s Quest for Wholeness. Chiron Publications.

Van den Aardweg, G. (1985). Homosexuality and Hope: A Psychologist Talks About Treatment and Change. Servant Books.

Levinson, Daniel J. (1978). The Seasons of a Man’s Life. Ballantine Books.

Bly, Robert. (1990). Iron John: A Book About Men. Addison-Wesley.

Allers, Rudolf. (1943). Self-Improvement: An Essay in Christian Philosophy of Education. Sheed and Ward.

Conrad, Peter. (2007). The Medicalization of Society: On the Transformation of Human Conditions into Treatable Disorders. Johns Hopkins University Press.

Stein, Edith (Santa Teresa Benedicta de la Cruz). (1950). La estructura de la persona humana. Herder.

Von Hildebrand, Dietrich. (1971). La pureza y la virginidad. Palabra.

Grossman, Miriam & Satinover, Jeffrey. (2009). You’re Teaching My Child What? Regnery Publishing.

Green, Richard M. (1987). The “Sissy Boy Syndrome” and the Development of Homosexuality. Yale University Press.

Socarides, Charles. (1995). Homosexuality: A Freedom Too Far. Adam Margrave Books.

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