Impacto de las pantallas en la preadolescencia y adolescencia

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Foto de Pixabay

El uso excesivo de dispositivos digitales puede afectar la salud a cualquier edad, pero los niños y adolescentes son especialmente vulnerables, ya que aún están en pleno desarrollo físico y mental. Por ello, la Asociación Española de Pediatría ha renovado sus recomendaciones para las familias a través de su grupo de trabajo de Salud Digital del Comité de Promoción de la Salud.

El informa señala que no se deben usar pantallas antes de los 6 años (ver aquí) y en cuanto a los preadolescentes y adolescentes sugieren “un acceso gradual, lo más seguro, respetuoso con sus derechos de privacidad e intimidad y educativo posible, y adaptado al nivel de madurez y capacidad progresiva”.

Recomendaciones a partir de pre-adolescencia y adolescencia

En Primaria (de 6 a 12 años)

  • Limitar el uso de los dispositivos con acceso a Internet.
  • Priorizar actividades vivenciales, deportivas, en contacto con la naturaleza y el entorno físico y presencial.
  • Si se decide utilizar un dispositivo, bajo la supervisión de un adulto y para acceder puntualmente y con límites prefijados únicamente a contenidos adaptados a sus edades y capacidad.

En Secundaria (de 12 a 16 años)

  • Priorizar el uso de teléfonos analógicos (de sólo llamada), sin acceso a internet, si se estima que son necesarios.
  • Retrasar la edad del primer móvil inteligente (con conexión a internet) lo máximo posible.
  • Si las familias deciden la entrega de un móvil inteligente antes de los 16 años: utilizar el control parental para limitar y monitorear el acceso a los contenidos y el tiempo de uso.

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La etapa adolescente tiene gran importancia en el desarrollo cerebral. En ella finaliza la maduración del sistema límbico, encargado de regular las emociones primarias (como el miedo o el enfado), modular las necesidades primarias (como el hambre) y generar la motivación para realizar acciones, aprender y recordar.

Además, en esta etapa se inicia la maduración progresiva de la corteza cerebral. Sus funciones están relacionadas con las actividades ejecutivas superiores, como la regulación emocional y de la conducta, la planificación, la toma de decisiones…  Esto explica la impulsividad y emotividad en la adolescencia. Por ello, es importante el acompañamiento de los adultos.

La mayoría de los estudios sobre adolescencia se centran en la interacción social y salud mental. Las redes sociales pueden afectar en esta etapa debido a la desinformación y a la información contradictoria presente en ellas, ocasionando problemas en la adaptación al grupo o la aceptación de su nueva imagen corporal.

En cuanto al bienestar emocional y la salud mental, según datos de Unicef España, el 33% de adolescentes presentan un uso problemático de internet. Sin que quede demostrada la relación causa-efecto, el indicador de bienestar emocional se reduce a la mitad y la tasa de depresión es más del triple, entre los que presentan un uso problemático de internet.

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Un mal uso del entorno digital puede precipitar también situaciones de violencia. Según Unicef, 1 de cada 5 adolescentes podría ser víctima de ciberacoso. Además, hay que estar alerta en lo referente a los discursos del odio en redes, frente a grupos vulnerables.

Por último, el uso excesivo de las pantallas puede tener también impacto negativo en el sueño, la alimentación, la actividad física o la fatiga visual. El informe recomienda abordar la salud digital en las consultas de pediatría, ofreciendo pautas:

Sueño: evitar el uso de pantallas 1-2 horas antes de acostarse; y mantener los dispositivos apagados y fuera de la habitación.

Alimentación: evitar el uso de pantallas durante las comidas y seguir una dieta saludable.

Actividad física: realizarla según las recomendaciones por edad.

A nivel ocular y muscular: ergonomía (posición adecuada); y parpadeo durante 20 segundos y visión lejana 20 segundos tras 20 minutos de pantalla (regla 20/20/20).

Atención: en los momentos de estudio o trabajo los dispositivos que no sean necesarios apagados o fuera de la habitación.

Lugar de uso: comunes del hogar como el salón; evitar las pantallas en lugares privados, baño y dormitorio.

Dispositivos: apagar los dispositivos que no se estén utilizando (ruido de fondo); y eliminar las aplicaciones que ya no se usen.

Tiempos de desconexión: leer, comer, ejercicio físico, juegos en familia, socialización… Los dispositivos estarán silenciados y en un lugar previamente pactado.

Seguridad: evitar compartir información y fotos sensibles o que puedan alterar nuestra privacidad. Cambiar las contraseñas con frecuencia y que sean seguras.

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Con información de empantallados.com

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