El 6 de diciembre se estrenó en Netflix la película María, dirigida por el católico D.J. Caruso, y con guion de Timothy Michael Hayes. Caruso eligió a la actriz israelí Noa Cohen y al actor Ido Tako para interpretar a María y a José. El actor más reconocido en el elenco es Anthony Hopkins, quien interpreta a Herodes.
El guión de María pasó por muchas reescrituras, contó con la asesoría de líderes religiosos cristianos, judíos y musulmanes, y se toma licencias creativas con los diálogos, escenas y realidades históricas y teológicas. Aun así, se aleja mucho de la historia real y para algunos espectadores católicos, hay varias reservas importantes a tener en cuenta.
Película «María»: ¿verla o no verla?
Cada película sobre Jesucristo o sobre la Virgen María desata una polémica; y María no escapará a ese debate.
Con todos los riesgos que implica intentar formular criterios objetivos que sirvan para resolver la cuestión (¿verla o no verla? ¿recomendarla o desaconsejarla? ¿utilizarla o no en la catequesis?), y asumiendo una inevitable carga de subjetividad, el Portal ReL ofrece a continuación cinco argumentos a favor de María y cinco argumentos en contra, (sin que sea un empate). Algunos son la cara y la cruz de la misma moneda.
Cinco argumentos a favor
1. Es una película excelente
Afirmar que María es una película realmente muy buena es más un juicio de hecho que una opinión personal. Hay que empezar mencionando a Anthony Hopkins como el rey Herodes. Una interpretación fabulosa y muy trabajada. El actor galés, de 86 años, es realmente el hilo conductor de la trama. Encarna a la perfección a su personaje, enloquecido por el poder hasta mostrar una maldad que deja como un corderito al doctor Hannibal Lecter que le mereció el primero de sus dos Oscar.
El ritmo de María es sostenido, atrapa al espectador desde el principio y no suscita la impaciencia de avanzar en quien conoce el relato, que ya no es todo el público, como podía suceder hace décadas. Tampoco alarga innecesariamente ninguna escena. No es discursiva ni cae en excesos piadosos contraproducentes. Las licencias argumentales se intercalan con acierto para sorprender a quien solo espera la historia bíblica.
El vestuario, los exteriores, las escenas de acción y lucha son brillantes, la fotografía y la música acompañan. Poco que añadir y, desde un punto de vista técnico y artístico, casi nada que alegar.
2. Todo el guion trasluce lo sobrenatural
María es una película sobre la intervención de Dios en la Historia. No hay el más mínimo racionalismo, la más mínima pretensión de que la vida de María (que es también la vida de Jesús) sea algo puramente humano. Lo espiritual que nos muestra el film no es psicológico, es divino; no son sueños, alucinaciones ni imaginaciones, son intervenciones celestiales directas. En ese sentido, es un relato fiel al Evangelio y al origen sobrenatural de lo que el Evangelio nos narra.
Incluso con toques clásicos en la iconografía no directamente evangélica. La breve escena de la Adoración de los Reyes Magos parece tomada de una tarjeta de Navidad. Y la representación de la vida judía de la época, palaciega o popular, no cae en el miserabilismo -todo pobre, todo sucio, todo impostado- de algunas representaciones contemporáneas, lo que le aporta credibilidad.
3. Casi todas las cuestiones limítrofes están bien resueltas
Representar las personas sagradas es un gran desafío para todo artista, tanto más cuanto más nos alejamos de la fuente de autenticidad garantizada: el canon bíblico.
En un reciente artículo en Crisis Magazine, el padre Edward Looney, mariólogo y sacerdote, hace una comparación -no precisamente favorable- entre la película y tres fuentes no canónicas que podrían haber sido alternativas: el apócrifo Protoevangelio de Santiago y los relatos místicos de María de Jesús de Ágreda y de la beata Ana Catalina Emmerich.
Con todo, y salvo en los casos que señalaremos después, las escenas de la Virgen Niña, o de su vida en el Templo, o la forma en que José y María se conocen y relacionan, o la actitud de unos y otros ante el embarazo imposible, rozan sin traspasar la línea de lo dogmáticamente inaceptable. La relación con José es absolutamente limpia -solo hay un beso en la mano, en situación dramática y pública-, y en ambos casos aceptada en cuanto querida por Dios a través del arcángel.
Lo más importante: no hay ningún comportamiento de María que implique necesariamente imperfección, algo imposible por su concepción inmaculada.
4. Los dos grandes modelos masculinos son ejemplares
Es uno de los puntos fuertes de María. En tiempos de wokismo, no es fácil que los personajes masculinos de una película sean otra cosa que mequetrefes inseguros, sujetos inútiles o sin criterio, o irresponsables de virilidad canalla. Aquí, sin embargo, descuellandos auténticos pilares de la trama justo en los dos papeles más odiados por el feminismo: el de padre (Joaquín) y el de esposo (José).
Son personas sensatas y firmes, con principios sólidos y honestos, sacrificados pero dispuestos a usar la fuerza sin el cargante pacifismo que se supone debe ornamentar a los santos. Y la usan. Son hombres de acción y hay un claro interés del guion en presentarlos como tales, en lo que es quizá un rasgo distintivo de esta película respecto a otras de similar tenor. En resumen: son modelos en quienes cualquier espectador varón desearía reconocerse, de quienes aprender, a quienes imitar.
5. El demonio está presente y María le derrota
Herodes odia al Mesías porque le teme como rey de los judíos, teme que le destrone de su pequeño reino. Pero Lucifer (así le llama Gabriel en una escena: no es un demonio cualquiera) odia a María porque intuye que ella le aplastará la cabeza (cf. Gén 3, 15) y acabará con su reino, mucho más grande y duradero que el de Herodes.
Satanás -que es como le denomina el reparto y al que interpreta Eamon Farren- no consigue jamás asustar ni derrotar a María.
Cinco argumentos en contra de María
1. María da a luz con dolor
De los cuatro dogmas marianos (la Inmaculada Concepción, la Maternidad Divina, la Virginidad Perpetua y la Asunción), los tres primeros están concernidos en esta película, y dos de ellos mal. Es, sin duda, el hándicap más grave.
María es presentada claramente como madre del Mesías, y aunque no se mencione expresamente su condición divina, está implícita de principio a fin: por ejemplo, en un par de momentos en los que la confianza en la voluntad de Dios solo se explica por la condición divina de lo que María lleva dentro o en brazos.
A la Virgen se la representa dando a luz a Jesús entre espasmos, gritos y sudores. Y casi peor: cuando se acerca el momento y María ya siente las primeras molestias de un parto normal -como no fue el suyo-, Luzbel la tienta diciéndole: «[Dios] se deleita con tu sufrimiento».
En María hay, por tanto, una negación explícita del dogma de la Inmaculada Concepción, al menos en lo que respecta a sus consecuencias. Nuestra Señora sufrió en vida, sí, y mucho, pero por los pecados de los hombres y por el precio que pagaría su Hijo por la Redención, no por algo que no merecía por haber sido preservada del pecado original. De haber sufrido dolores de parto, habría que entenderlos como un castigo de Dios singular y gratuito, decretado para ella con un acto de voluntad específico.
Los dolores de parto contradicen también el dogma de la Virginidad Perpetua antes, durante y después del parto. La mera mención de la virginidad «en el parto» (Denzinger 993, constitución Cum Quorundam de Pablo IV) excluye toda interpretación puramente moral de la virginidad, aunque los dolores de parto no se limiten a esa integridad física.
2. Algunas cuestiones limítrofes no están bien resueltas
En la cara de la moneda hablábamos de que «casi todas» las cuestiones limítrofes están bien resueltas. En la cruz hay que decir que «algunas» no lo están.
Tienen que ver también con la Inmaculada Concepción. Haber sido concebida sin pecado original excluye de María todo pecado personal: no porque -a diferencia de Jesús, para quien era metafísicamente imposible- no pudiese pecar, pues podía, sino porque no recibió ninguna de las consecuencias del pecado original, entre ellas la inclinación al pecado. Llena de gracia desde su concepción en el seno de Santa Ana (y así se lo dice también en la película su prima Isabel), en la vida de la Virgen no hubo un solo pecado, una sola falta, una sola imperfección.
Es ahí donde representar su vida cotidiana -como la de Jesús- implica riesgos. El padre Looney, por ejemplo, hace referencia a algunas actitudes de María en el Templo. También hay una trivialidad suya sobre José («Es muy guapo, madre», le dice a Santa Ana) expresión que, sin ser contradictoria con dogma alguno, disuena en el contexto de las dudas de la Virgen sobre la voluntad de Dios, que el propio film plantea bastante bien. Del mismo modo, en la escena de la Visitación, escuchamos las palabras de Isabel y su certeza de quién es Jesús al sentir el movimiento de Juan, pero inexplicablemente el guion nos priva del Magnificat, la respuesta de María.
Otro caso de presentación confusa es el de la naturaleza jurídica de su enlace: «Estoy prometida con José, no estamos casados siquiera, no puedo tener un hijo», dice en un momento María. Es un error importante, pues ella y José estaban realmente casados: el desposorio [kidushin] ya era auténtico matrimonio, aunque precediera a la convivencia y la boda [nisuin]. Los contrayentes podían ya lícitamente mantener relaciones y, por tanto, tener un hijo.
María introduce ese elemento distorsionador para justificar un elemento de tensión narrativa tan potente para una película… como inapropiado para una película sobre la Madre de Dios: a saber, el intento de lapidación de María como adúltera. No hay más que acercarse a San Mateo (1,19) para ver que todo lo concerniente al embarazo sucede al revés que en la película: con discreción. José «decidió repudiarla en privado» antes de ser visitado por el ángel, sin que se refiera escándalo público alguno.
3. Hay escenas y expresiones innecesariamente desagradables
Al contar este intento de lapidación no desvelamos nada, pues está en el tráiler. Va precedido y seguido de un grave calificativo contra la Virgen -que ahorramos al lector- por parte de quienes quieren lapidarla. Introducir una expresión tan desagradable hacia María no era necesario ni siquiera en una escena tan innecesaria como esa. Y falsa.
Hay en María licencias narrativas compatibles con el Evangelio (algunas muy hermosas) y licencias narrativas ilegítimas porque lo distorsionan. El intento de lapidación es una de ellas.
A ningún cristiano agrada ver a la Santísima Virgen zarandeada y arrojada al suelo, además de insultada, y no solo por los apedreadores, sino por el mismo Lucifer, y a gritos. Nada en la escena va en demérito de María -al contrario-, pero el demonio se cobra así en la pantalla la víctima que en la realidad no pudo ni soñar.
Algo similar sucede en otros encuentros con él, y en las amenazas que le propina Marcelo (el islandés Gudmundur Thorvaldsson), el criminal edecán de Herodes.
4. Los fallos de la película dañan su propio objetivo
La intencionalidad catequética que pudiera tener el visionado de María mengua con los presupuestos anteriores. No pueden verla niños, no tanto porque haya puñetazos o espadazos como por la violencia moral de algunas escenas. No es apropiada para adolescentes sin base cristiana que solo vayan a tener un contacto ocasional con la fe a través de ella, porque la sobrenaturalidad de la narración -que indudablemente los autores han querido resaltar- se diluye en parte por los fallos citados. Un devoto de María sensible sufrirá con las expresiones que recibe. A un católico formado pueden hacerle daño las escenas del parto, en la medida en que ver lo que no sucedió compite en nuestra imaginación y nuestro recuerdo con lo que sucedió pero no hemos visto.
5. Hay algunos errores históricos
Quizá los expertos en Historia Antigua encuentren pifias de vestuario, decorados o contexto. A ojos del profano es todo lo contrario: María destaca por una realización espectacular y por la naturalidad del discurrir de la cámara y del montaje.
Sin embargo, hay algún error craso. Hemos señalado el de considerar que María y José no estaban casados en el momento del embarazo: lo estaban aunque aún no vivían juntos (Mt 1, 18). Otro es la atribución a una iniciativa de Herodes del censo que decretó Augusto (en el que todos los interesados pueden ahora profundizar, gracias al reciente libro de Juan Sánchez Galera). Esto hace que la presencia de María y José en Belén, que obedeció a esa causa, se deba en la película a la necesidad de huir del perverso monarca. Algo que resulta contradictorio, porque allí sería más fácil seguirles la pista.
No es un empate
Cinco a cinco es un empate en fútbol, donde los goles valen por igual. Aquí es más bien como en baloncesto: los tiros suman según la distancia (2 o 3 puntos) o las circunstancias (1 punto el tiro libre). Hemos planteado la cuestión inicial (¿verla o no? ¿recomendarla o no?) y enumerado diez lanzamientos a canasta. Ahora es el lector quien debe enjuiciar cuánto vale cada uno.
*Con información de ReL