Muchas veces vivimos en piloto automático: nos levantamos, atendemos lo urgente, cumplimos con nuestras tareas… y al final del día sentimos que hemos estado ocupados, pero no realmente presentes. Entre tanta prisa y tanta pantalla que nunca se apaga, da la impresión de que algo esencial se nos queda atrás: nosotros mismos.
Esa presencia constante de los dispositivos nos ha generado un temor nuevo, inimaginable para nuestros abuelos o incluso para nuestros padres: el miedo a aburrirnos. Hoy resulta casi impensable esperar unos minutos sin mirar el teléfono, o dejar que la mente divague sin recibir notificaciones. El móvil nos acompaña desde que abrimos los ojos hasta justo antes de cerrarlos por la noche.
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El problema es que hemos asumido como “normales” ciertos hábitos que en realidad afectan nuestro descanso, nuestra salud y, en última instancia, nuestra felicidad. Arthur Brooks, psicólogo social y profesor en Harvard Kennedy School y Harvard Business School, es autor de 13 libros y uno de los expertos más influyentes en liderazgo y felicidad. Advierte que esta incapacidad de aburrirnos está detrás de buena parte del aumento actual de la depresión y la ansiedad.
“Sacar el móvil cada vez que te aburres es la receta perfecta para la depresión, la ansiedad y una sensación constante de vacío”, afirma Arthur Brooks.
Para Brooks, la raíz del malestar está en que “la gente no sabe cuál es el significado y sentido de sus vidas, mucho menos que en generaciones anteriores, y tampoco se esfuerzan en buscarlo, precisamente porque hemos encontrado una forma de eliminar el aburrimiento”. Y esa vía de escape tiene nombre: el teléfono. “¿Cómo? Con esa cosa que llevas en el bolso, con una pantalla —esa que sacas incluso cuando estás parado en la esquina esperando que el semáforo cambie. Es como si dijeras: ‘¿Qué? ¿Tengo que esperar 15 segundos?’”, explica.
Aunque reconoce que a nadie le gusta sentirse aburrido, Brooks insiste en que es un estado necesario y hasta saludable. Para comprobarlo, propone un sencillo experimento: “Mañana, cuando vayas al gimnasio por la mañana después de despertar, no lleves tu teléfono. ¿Puedes hacerlo? Imagínate estar solo con tus propios pensamientos. Te prometo que es ahí donde surgen tus ideas más interesantes. Sin comunicarte con nadie. Ni siquiera pongas la radio”.
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Él mismo comenzó practicándolo solo 15 minutos al día y asegura que la experiencia le transformó: “Primero, las cosas comunes de tu vida dejan de parecer tan aburridas. Si empiezas a disfrutar de lo cotidiano, no te aburrirás tanto con tu trabajo, ni con tus relaciones, ni con lo que pasa a tu alrededor. Pero lo más importante: empezarás a hacerte las preguntas más profundas sobre tu vida, sobre el propósito, sobre el sentido… y quién sabe, tal vez hasta te sientas hasta más feliz”.
Al final, no se trata de huir del aburrimiento, sino de permitirnos escucharnos a nosotros mismos. Quizás ahí esté el primer paso hacia una vida con más sentido.
Redacción LaFamilia.info con información de LaVanguardia.com