En estos días leí un artículo interesante en el que el Padre Luis Miguel Bravo Álvarez reflexionaba sobre su vocación sacerdotal y me llevó a reflexionar en la frase “Soñar los sueños de Dios, que siempre serán más grandes, más ambiciosos, más ilusionantes que los nuestros”.
No pude dejar de pensar en esos sueños de Dios porque me ilusioné imaginándolo y escribiendo muchas bendiciones para mi vida; tomando una pluma de tinta dorada y trazando todos los momentos y etapas de mi existencia: la familia en la cual nacería, describiendo a mis padres, mis hermanos, familiares; el hogar que construiría, eligiendo a mi esposo y a mi hijo; las personas que conocería: los amigos, compañeros de trabajo; todo cuanto ha creado, ha existido y seguirá sucediendo en mi vida. Me dio la vida y un sinnúmero de probabilidades para descubrir las maravillas que ha creado.
“Soñar los sueños de Dios” es trascendente y magnánimo. Sin duda alguna, Dios ha sido misericordioso con mi vida, me ha enseñado a través de cada experiencia, que puedo lograr lo que me propongo, pero siempre con la convicción de estar cerca de Él, sin alejarme de sus enseñanzas y sin abandonar el deseo enorme de alcanzar el cielo.
¿Qué soñamos para nuestra vida?
Muchas veces para alcanzar nuestros sueños ponemos estándares demasiado altos y nos olvidamos del paso a paso o del vivir la vida en el día a día. Queremos alcanzar el sol con las manos, ser profesionales y adquirir una vida cómoda de la noche a la mañana, tener “todo” en un abrir y cerrar de ojos. Y todo ello realmente requiere de tiempo, esfuerzo, voluntad, compromiso y dedicación. No necesitamos sólo lo material sino lo espiritual; necesitamos de principios, valores, virtudes, un norte en nuestra vida; “necesitamos de Dios”. Todo para alcanzar la felicidad del cielo aquí en la tierra.
Porque como lo decía San Josemaría Escrivá de Balaguer “Lo que se necesita para conseguir la felicidad, no es una vida cómoda, sino un corazón enamorado”. Para ser feliz solo necesitamos un alma enamorada, que nos oriente a “gozarnos” la vida y rodear de alegría a todos a nuestro alrededor. Y otra frase sabía que tenía era «Al pensar en los hogares cristianos, me gusta imaginarlos luminosos y alegres, como fue el de la Sagrada Familia…”, teniendo como modelos a seguir a San José, la Virgen María y a Jesús.
Pero hay que entender que ese hogar “luminoso y alegre” no solamente se destina o se dirige a la familia. El “hogar” también debe estar unido o entrelazado al sitio en donde pasamos mucho tiempo de nuestra vida, de nuestro espacio compartido como el lugar de trabajo o de estudio. Es por eso que hay personas que se identifican mucho con su lugar de trabajo obviamente sin olvidar la familia que es la base de toda realidad. Por ello, todo lo que hagamos debe traer como consecuencia una alegría intrínseca porque lo hacemos por amor para las demás personas, para hacer crecer nuestro espíritu porque nos damos al servicio de los demás y eso es lo que hace verdaderamente humana la labor que hacemos.
¿Si nos preguntáramos en este momento qué es lo que nos ocasiona o nos brinda alegría cuando hacemos memoria? yo podría asegurar que la mayoría nos iríamos por respuestas de cosas intangibles, de cosas que no le podríamos poner valor alguno; dejaríamos de lado la parte material (que obviamente es importante) pues no es lo que causa una verdadera alegría, una felicidad completa. Muy posiblemente recordaríamos los consejos sabios de nuestros padres, los juegos con hermanos y primos, el primer día de clases, un abrazo, una sonrisa, el nacimiento de los hijos, el día de graduación, etc. Muchos momentos vividos en los cuales vamos alimentando la satisfacción personal, la autoestima, la valoración personal, la vida familiar, el proyecto profesional.
Pero unido a lo anterior también están las circunstancias difíciles o problemas que debemos afrontar y superar en la cotidianidad, que son la causa de nuestra fortaleza y tesón. Nos van tallando como el vidrio en el fuego. Son tan importantes como las alegrías porque nos ayudan a conocer de qué estamos hechos, nos ayudan a fortalecernos y a ser mejores personas cada día. Qué sería de nosotros si todo fuera color de rosa? ¿Si todo lo que quisiéramos lo tuviéramos al instante? ¿Si tuviéramos como una varita mágica que tocara todo y se resolviera? Seguramente seríamos personas tiranas, con baja tolerancia a la frustración, con poca capacidad de asombro, indiferentes, sobre exigentes, con poca valoración de lo verdaderamente importante, sin esfuerzos para alcanzar la excelencia y la calidad en todo lo que hacemos.
¿Son los sueños de Dios los mismos que los míos?
Dios quiere para nosotros que seamos felices, que gocemos todo lo que él nos regala a cada momento, que nos ilusionemos con sus planes, con las cosas que vamos alcanzando, con los pequeños pasos que vamos dando, con los éxitos y triunfos, con las cosechas de lo bueno. Él sonríe cuando nosotros sonreímos; Él es feliz también cuando nos ve felices a nosotros. Pero esa felicidad no se encuentra en las cosas grandes, se encuentra en los pequeños detalles, en el disfrutar ese amanecer, esas ganas de vivir, ese deseo por ser cada día mejores personas; Él se ilusiona con nuestras ilusiones y más aún cuando se las entregamos; cuando agradecemos por el día, por las oportunidades nuevas.
Errar es de humanos y corregir es de personas sabias; por eso debemos tratar de hoy ser mejor que ayer y mañana mejor que hoy para así poder alcanzar la felicidad, buscando caminar con un pie en la tierra y el otro en el cielo.
Entonces, Dios sueña para mí, grandes cosas. Primero, me amó y pensó desde antes que yo naciera. Y por tanto siempre querrá verme realizada; me ayudará a levantar cuando caiga y me llevará en sus brazos cuando no pueda caminar sola, porque Él será mi refugio en la tristeza y mi fortaleza en las adversidades.
¿Qué necesita el mundo de mí?
- El mundo necesita de mi entusiasmo, mis ganas de vivir, de la alegría y agradecimiento permanente.
- Que valore y atesore todo lo bueno que he vivido y mejore a través de las experiencias.
- Que busque permanente la bondad en mis actos.
- Que trabaje con honradez, justicia y amor.
- Que alcance la sabiduría para tomar decisiones en bien personal y social.
- Que me esfuerce por ser mejor hoy que ayer.
- Que disfrute de los detalles pequeños y me admire de todo lo bello que Dios ha creado para mí.
- Que disfrute a mi familia y comparta mucho tiempo con cada uno de los seres queridos.
- Que me esfuerce por realizar correctamente mi trabajo, cara a Dios.
- Que busque la santidad a través de mis actos.
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Vivian Forero Besil
Especialista en Pedagogía e Investigación en el aula, Licenciada en Educación Básica y especialista en Gerencia de Instituciones Educativas. Con amplia experiencia en docencia. Felizmente casada y madre de un niño. Creadora de Santa Pureza: «Arte religioso con un propósito: amar más a Dios». Instagram santa_pureza. Tik Tok: @santa_pureza