Consecuencias de los celos en la estabilidad matrimonial
Son muy variadas las consecuencias que pueden derivarse de los celos en las parejas, algunas de las cuales son psicopatológicas y otras no. Entre estas últimas se encuentran la indignación y la ofensa; entre las primeras la cólera y el daño, la alienación y la pérdida.
Kierkegaard describe entre las principales consecuencias de los celos las tres siguientes: el duelo, la indignación y el miedo, según que su intensidad sea mayor o menor. El miedo se dirige aquí a objetivos muy concretos siendo, en consecuencia, no un miedo vago y abstracto, sino más bien un miedo sintomático: miedo a perder el afecto, a ser desposeído del prestigio y la consideración que hasta entonces se tenían, a perder el control social que se había alcanzado, etc.
Freud, por su parte, menciona el dolor, el odio y la pérdida de la autoestima, entre las consecuencias de los celos. Algunos autores han subrayado otras manifestaciones de tipo agresivo como la irritabilidad y la hostilidad, que suelen presentarse con una intensidad inusitada y desproporcionada en aquellos cónyuges, en los que la pérdida del autocontrol resulta demasiado fácil.
Las anteriores manifestaciones pudieran estar potencialmente relacionadas con otros trastornos psicopatológicos mayores (como trastornos de la personalidad, obsesiones, crisis epilépticas, ideas delirantes, etc.), por lo que constituyen un signo de alerta que reclama una exploración psicopatológica del cónyuge celoso, más atenta y cuidadosa.
La frialdad, el distanciamiento y la susceptibilidad son malos compañeros del comportamiento celoso porque, como aves de mal agüero, presagian una evolución más patológica y complicada acerca del futuro de la pareja.
En cambio, la aparición en el cónyuge de actitudes propias de quienes se hacen las víctimas -algunos se muestran como si fueran expertos lectores de los tratados de victimología- nos desvela la probabilidad de estar ante una personalidad histriónica, necesitada, manipuladora y dependiente de afecto.
El comportamiento ansioso suele ser una de las consecuencias más frecuentes del comportamiento celoso. La dependencia afectiva, al mismo tiempo que la hostilidad, constituyen un excelente caldo de cultivo donde la ansiedad puede crecer sin ninguna limitación. Esta ansiedad puede luego transformarse y sufrir todo tipo de metamorfosis, en función de cual sea la naturaleza psicobiológica del cónyuge, su contexto social y familiar, etc.
Como consecuencia de los celos pueden aparecer también variados trastornos psicosomáticos como la taquicardia u otros, que son consecuencia de la descarga de adrenalina que es la reacción de hostilidad, arcaica y automatizada, con que el organismo responde ante la amenaza de los celos. Esta reacción puede atemperarse e incluso extinguirse, en la medida que esas experiencias de los celos son asumidas, despreciadas o resueltas.
En otras personas, ese modo de reaccionar se organiza y cronifica dando lugar a un patrón de comportamiento agresivo que -consciente o inconscientemente, controlado o no- puede llegar a caracterizar el talante de uno de los cónyuges. A veces la hostilidad se hace manifiesta y estalla en ataques de agresividad dirigidos contra la persona de quien se siente celos. Cuando estos ataques se enmascaran aparecen los «accidentes», que imprevisiblemente puede acontecerle al cónyuge envidiado.
El comportamiento hostil puede variar mucho en sus manifestaciones: de la descalificación verbal al hostigamiento irónico, hasta hacerle caer, públicamente, en el ridículo; de la agresividad manifiesta a la sutil hostilidad encubierta que se ceba en la destrucción por «accidente» del «rival».
Los sentimientos de culpa patológica es otra de las consecuencias que se derivan del comportamiento celoso. Las autoacusaciones pueden tener un cierto fundamento y seguir al comportamiento hostil del cónyuge celoso. Pero si no se resuelven pronto, pueden llegar a generar sentimientos de inferioridad o confundir al esposo, quien enseguida resultará incapacitado para saber de qué es realmente culpable y de qué no.
Las autoacusaciones pueden terminar en un comportamiento autoagresivo muy violento, dirigiendo el cónyuge la hostilidad que tenía contra sí mismo mediante acciones autodestructivas (intentos suicidas). En otros casos, las autoacusaciones constituyen el primer núcleo sobre el que se asentarán los pensamientos obsesivos, las fobias y los actos rituales y compulsivos, es decir, todos esos elementos que enmarcan a la patología anancástica, cuyo pronóstico es tan incierto.
Freud hizo derivar, de los por él llamados «celos patológicos». Este es el caso de los delirios de infidelidad, es decir, de esas creencias irracionales acerca de la infidelidad del cónyuge. Estas creencias patológicas no se abandonarán por parte del paciente, cualquiera que sea la evidencia y las pruebas racionales que se hayan podido aportar en su contra.
De los celos patológicos surgen también las obsesiones y las ideas paranoicas. Las primeras, con su carácter monotemático y rígida reiteración, tienden a perpetuarse en las personas y en el tiempo, sin apenas cambiar sus contenidos; las segundas, en cambio, mucho más variadas y productivas que las obsesiones, pueden generar todo tipo de sentimientos, desde la hostilidad al odio, del resentimiento a la agresividad.
La ansiedad, el comportamiento fóbico y los trastornos depresivos son consecuencias fácilmente derivadas, según la teoría psicoanalítica, del comportamiento celoso. Por último, las personalidades psicopáticas y neuróticas parecen estar relacionadas, de una u otra forma, con el problema de los celos.
La espiral del comportamiento celoso puede determinar que éstos se cronifiquen y/o contagien a otras personas. El cónyuge puede sentir miedo a ser calificado de celoso por sus compañeros. En este caso, es muy frecuente que sus compañeros le humillen y se rían de él, precisamente por considerar que su susceptibilidad no es normal, que es raro lo que le pasa.
El cónyuge celoso se hará más susceptible e inseguro y tratará de ocultar todavía más lo que le pasa, como consecuencia de la vergüenza que por ello siente. El miedo ante la amenaza de que es objeto, por las burlas de parte de sus compañeros, le conducirá a aislarse todavía más. De este modo, todo parece contribuir a la cronicidad de las manifestaciones celosas.
En otros casos, los celos se contagian. El contagio es más frecuente que suceda entre los esposos, donde las crisis explosivas, las descalificaciones e insultos que suelen acompañar a las crisis de celos pueden suscitar en la otra persona una respuesta parecida o la instauración de la sospecha, lo que acaba por confirmar al celoso en su inicial e injusta desconfianza.
Esto es lo que sucede, por ejemplo, en el caso del delirio de celos (por infidelidad) en el alcohólico. El cónyuge bebedor está siempre quejándose, injustamente, de la infidelidad del otro cónyuge. Como por otra parte, suele ser muy frecuente que el alcohólico sufra de impotencia sexual, este hecho intensificará su capacidad de sospechar y vigilar a su mujer, quien humillada por todos estos injustos ultrajes y vejaciones, un mal día decide marcharse de casa o ser infiel a su esposo.
Los diez mandamientos del matrimonio
El matrimonio es un compromiso que se adquiere para ser cumplido a cabalidad entre los esposos. He aquí los mandamientos que todo cónyuge debe cumplir.
1. Amarás en sus cuatro dimensiones. Dimensión afectiva, espiritual, social y sexual.
2. Respetarás a tu cónyuge. El respeto se pierde por: la palabra, el silencio (silencios que matan), los gestos (cuando se llega a gestos violentos, se acaba el matrimonio).
3. Te comunicarás con tu cónyuge. Saber escuchar y hablar. No es mera charla, sino sacar todo lo que hay en el interior.
4. Te desvivirás en detalles para tu cónyuge. Esa flor, ese gesto, esa palabra que sabes que le gusta.
5. Cultivarás el sentido del humor. La vida no es una comedia, pero tampoco una tragedia. Es un drama, con cosas buenas y malas.
6. Regalarás a tu cónyuge un día de paseo al mes, los dos solos, sin los hijos.
7. Vivirás el matrimonio no como una meta, sino como un camino. Si lo consideras una meta es como decir “ya llegué”, entonces ya todo terminó, me canso, me aburro, me apoltrono.
8. No sacarás los agravios, defectos y fallos a cada rato. Lo pasado, pisado.
9. Sabrás perdonar, incluso la infidelidad.
10. Confiarás en tu cónyuge. Los celos matan el matrimonio.
Claves de un matrimonio efectivo
La relación matrimonial es un aprendizaje diario, no una obra terminada. La práctica de estas claves, ayudan a que el matrimonio se convierta en una vivencia armoniosa y de beneficio mutuo, ¡así que toma nota!
Renovar el amor en el matrimonio
La vida en pareja sufre a lo largo del tiempo gran cantidad de altibajos, junto con eso la rutina y el cansancio pueden ir agotando la relación entre ambos miembros, tal es así que a veces necesita que le echamos un poco de agua para que como la primavera reviva de nuevo.
Suele pasar que cuando la pareja decide comprometerse y vivir una vida juntos, se les olvida aquel tiempo de noviazgo en donde ambos disfrutaban. Todo era más fácil por ser una etapa de mayor enamoramiento y romanticismo. Con el tiempo cuando se llega al matrimonio: se funda un hogar, se tienen hijos, etc. El galanteo y la seducción se van perdiendo como si eso no se pudiera seguir realizando, y todo se inunda de negatividad, e incluso a veces los conflictos entre ellos se esconde en los hijos.
Si es cierto que todo no puede volver a ser como antes, porque las etapas de la vida requieren vivir su momento, pero eso no significa que no volvamos a redescubrir el amor. Por tanto, ¿Por qué no dejamos de añorar esas cosas propias del día de San Valentín y nos ponernos manos a la obra para acrecentar el amor en la pareja?
Pues bien una manera para contextualizar todo esto es hacer un proyecto de marketing, así lo recomiendan dos autores que aplican las estrategias del mercado a la relación de pareja (David Suriol y Miguel Janer).
La base fundamental de este proyecto es que ambos se comprometan y acuerden en realizarlo, esto va requerir un importante esfuerzo por ambas partes. Pues el amor no es solo un sentimiento, es una actitud. Solo basar la relación de pareja en lo sentimental no es suficiente. Además hay que poner inteligencia y voluntad. Digamos que para regalar un ramo de rosas hay que pensar como regalarlo.
Así que empecemos a plantearnos este análisis que denominamos: DAFO (Debilidades, Amenazas, Fortalezas, Oportunidades).
1. Debilidades. Entendidas como aspectos que sabemos que son frágiles en mi relación de pareja. Así por ejemplo: Si yo que cuando llego a casa cansado/a no me gusta que nada mas abrir la puerta me comenten problemas, voy a decirlo para no hacer de esa entrada en el hogar solo un lugar en donde den cabida los problemas.
2. Amenazas. Son aquellos factores que precipitan que haya una mayor inestabilidad en la pareja. Así por ejemplo, si cuando hay algún tema dentro de la pareja que no me gusta tratar y yo lo esquivo continuamente; puede producir la sensación de no prestar atención a algo que es importante para la relación de pareja. Con lo cual podríamos acordar que determinados temas que nos agobian en lo que respecta a la pareja podemos plantearlos de forma abierta, en un momento concreto y después no volverlo a tocar una vez resuelto.
3. Fortalezas. Son aquellos aspectos que ambos sabemos que benefician a nuestra relación. Así por ejemplo: tanto a mi marido o a mi mujer o viceversa nos gusta hacer una actividad juntos y es lo que echamos de menos. Podríamos dedicarnos a recuperar eso que antes nos gustaba tanto.
4. Oportunidades. Son aquellos momentos que a veces se nos presentan y podemos servirnos de ellos para ver como va nuestra relación. Pues a veces dentro de mi relación de pareja considero que se me presentan ciertos momentos que desaprovecho. Así por ejemplo: cuando tenemos un rato juntos sin que estén nuestros hijos, u otras personas podemos charlar de nosotros, de lo que afecta a nuestra pareja en términos positivos.
Todo esto mantenido en tiempo, junto con sorpresas o momentos extraordinarios que podamos aprovechar es lo que enriquece la relación de pareja.
Así podrían elaborar cada uno individualmente una lista de cosas que le guste bien a tu marido o a tu mujer. No suponiendo nada, sino hacer memoria de las cosas que al otro le han agradado en otras ocasiones. Tu marido o mujer no tiene que ver esta lista en ningún momento. Se trata de hacer una lista con cosas sencillas, que una vez a la semana podéis ir haciendo, siempre de manera que el otro no pueda anticipar la sorpresa.
Cortesía de Mª Carmen González Rivas (Psicóloga especializada en atención a familias)
La aceptación incondicional en el matrimonio
Una relación de pareja se torna vacía y sin aliciente cuando nos centramos exclusivamente en lo negativo del otro. Cuando en cada momento le decimos que así no se hacen las cosas o que tiene que esforzarse más en cambiar aquello en donde al parecer se equivoca. Esto sucede en la mayoría de las ocasiones. Mientras que nos dedicamos sin parar en esta misma línea a ver lo negativo del otro, estamos olvidando que la persona que tenemos delante es mucho más que sus errores, y que también tiene muchas otras cosas positivas que paso inadvertido en la mayoría de las ocasiones. Perpetuando esta conducta dentro de la pareja se inicia una escalada simétrica en donde se nos presenta la imagen de un rin en donde uno constantemente parece estar retando al otro.
Lejos de esta opción esa pareja se olvida que un día se prometieron la aceptación incondicional, esa en donde por medio del compromiso asumido en el matrimonio, aceptaban toda clase de condicionantes haciendo mención a “en lo bueno y en lo malo”. Ahí está el riesgo que asumimos cuando se decide formalizar la unión, pues de esa manera queremos a esa persona tal cual es y no a otra. Sin embargo en la terapia de pareja se suele argumentar: “es que el ha cambiado, o es que ella no es la misma”, a no ser que haya una enfermedad mental o ciertas patologías que influyan sobre el comportamiento, el temperamento o nuestra tendencia a comportarnos de una forma determinada será siempre la misma. Por lo cual ¿por que no dejar ser uno mismo?, ¿Por qué nos cuesta tanto aceptar que haga las cosas de otra manera? O cosas por el estilo, o ¿por que proyectamos nuestras dificultades continuamente en el otro?
Y es que es cierto que me gustaría que mi mujer o mi marido en esta cosa o en la otra actuara más como me gusta a mí, pero de esa manera se le niega la posibilidad de ser quien quiere ser. Negando esa aceptación incondicional de nuevo. Todo esto esta muy relacionado con las propias exigencias de cada uno, así como en las expectativas propias, buscando la perfección deseada. Si que es cierto que esto suele pasar en muchos matrimonios pero cuando pasa se puede hablar y por su puesto lo fundamental perdonar.
El asumir que el matrimonio lleva la aceptación incondicional del otro, lo pude captar en el transcurso de una película donde la protagonista de la misma le decía al chico “se que te voy a fallar, que a veces te voy a hacer daño, tanto que algunas veces te va a doler mucho y se que tu también lo harás, pero te quiero”. A esto me refiero cuando intentamos aceptar al otro, cuando le permitimos ser como es, y de esa manera también a nosotros mismos nos lo permitimos. Por eso intentemos buscar mejor aquello en donde el otro se sienta a gusto por cómo es, valorando sus cualidades positivas y no recalcando continuamente sus fallos o lo que tendría que cambiar.
Lo que si tengo claro es que este artículo me remite una vez más a lo primordial: que para un matrimonio hay que prepararse en un tiempo de noviazgo. Aquel que nos permita madurar personalmente y como pareja, aquel que me ayude a ser más yo y tu a ser más tu y a reconocernos mutuamente en el nosotros.
Cortesía de Mª Carmen González Rivas para LaFamilia.info (Psicóloga especializada en atención a familias).
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Foto: Freepik
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