Los engaños del `smartphone’

Ricardo Calleja Rovira ha publicado un artículo en ABC con el título “Hemos sido engañados”. Me ha resultado muy interesante, por lo cual quiero destacar algunos párrafos.

El ‘smartphone’ integra cuatro grandes engaños: la conectividad permanente, la inmediatez, la integración tecnológica y la superación de la manualidad. Son mentiras con algo de verdad, como todas las que nos embaucan. La conectividad puede permitir la comunicación, y hace posible la funcionalidad permanente. Pero violenta la privacidad y se convierte en ruido que impide la intimidad, el silencio, la atención exclusiva a lo presente.

La inmediatez es conveniente ante verdaderas emergencias. Pero convierte casi todo en emergencia, cuando casi nada debería serlo. Distrae nuestra atención de lo importante, de lo lento y laborioso, de los disfrutes que exigen paladeo.

La integración en un aparato o sistema operativo aligera y simplifica. Pero aumenta la dependencia de pocos intermediarios, que ven su poder de prescripción aumentado, y hacen casi impensable prescindir de esta tecnología. Poder hacer cosas sin usar las manos, libera y amplifica nuestras posibilidades

Pero ya no desarrollamos las habilidades que nos permiten ser autónomos en tareas básicas, cuidar a otras personas, prestar una atención plena a lo que hacemos. Tendemos a olvidar que somos unidad de alma y cuerpo, como se manifiesta sobre todo en el rostro y en las manos.

Sigue siendo verdad que el desarrollo técnico no va acompañado automáticamente del desarrollo moral que permite usar las cosas para el crecimiento de la persona, y no ponerla al servicio de otros intereses. Basta ver el impacto que está teniendo en nuestras instituciones políticas, académicas y mediáticas...
Junto con los engaños anteriores, hay también ideas y concepciones equivocadas que han distorsionado nuestro juicio y debilitado nuestra respuesta. Una de las falacias más repetidas es que los instrumentos técnicos son moralmente neutrales. De lo que se deriva que la valoración de su uso depende de las intenciones –buenas o malas– de la persona.
Deslumbrados por las ventajas prácticas, hemos olvidado que lo bueno no está solo en la obtención eficaz y eficiente de resultados. Que las dimensiones más importantes de la vida buena se cifran en participar en procesos. Procesos colaborativos, prácticas sociales en las que cultivamos bienes que solo podemos alcanzar y disfrutar en común. Procesos laboriosos y lentos, que requieren un aprendizaje (intelectual, moral, manual) que transforma la persona y la hace capaz de mejores relaciones.

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José Miguel Ponce

Nació en Sevilla, España. Profesor universitario y Mentor. Especialista en Marketing y Gestión de Servicios, Calidad de Servicio, Marketing Financiero, el Marketing de ideas, valores y estilos de vida. «Estoy convencido de que la necesidad más profunda del ser humano es querer y sentirse querido».

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