Aunque nos cueste pedir perdón y perdonar, vale la pena intentarlo siempre, pues no existe nada más liberador. Te damos seis claves esenciales para aprender a perdonar.
1. ¿Por qué cuesta pedir perdón?
Si no puedo perdonar no es porque soy malo, sino porque soy débil. Todas mis fuerzas no bastan para salvarme ni para solucionar todos mis problemas, y por eso necesito a Jesucristo, que me salva y que me otorga el don del perdón. A Él debo pedírselo en todo momento.
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2. Las diferencias de carácter
En numerosas ocasiones, cuando veo que alguien hace algo que me hiere, pienso mal de él, y concluyo que su intención era hacerme daño. Pero no hay sistemáticamente mala voluntad en el otro. Debo aceptar a los demás como son, incluyendo la posibilidad de que se equivoquen.
3. Perdonar no es avalar el mal
A veces creo que cuando perdono, actúo como si el otro no hubiera hecho nada malo, y así apoyo una injusticia. Nada más lejos de la realidad: perdono al otro a pesar del daño que ha hecho, sabiendo que obró mal, pero sin condenarlo ni identificarlo con su falta.
4. El arrepentimiento no es una condición
Aunque es conveniente que el otro muestre arrepentimiento por su falta, no es necesario que sea así para que yo le perdone. En muchas ocasiones, el otro tiene un bloqueo o un mecanismo de defensa que le impide reconocer su culpa y, aun así, puedo perdonarle.
5 Lazos del rencor
Perdonar no solo libera al otro de la culpa, sino que también me libera a mí. En ocasiones puedo vivir cegado por el rencor, guardar factura por el daño recibido y vivir con una fijación con quien me ha hecho daño. Al perdonar, me libero de esta obsesión.
6. «Con la medida que midáis, seréis medidos»
El Evangelio nos muestra que Dios nos concede el regalo de recibir su perdón si antes nosotros se lo hemos otorgado a otros. El perdón me capacita para amar con un amor tan puro, gratuito y desinteresado como el suyo.
Por Beatriz López-Roberts / Revista Misión