Por Vivian Forero / Blogs LaFamilia.info – 20.05.2019
Cada mañana al despertar anhelamos solucionar un sinnúmero de situaciones, desde la organización del hogar, hasta las diversas tareas que tenemos fuera de éste.
No nos alcanzan las 24 horas que tiene el día y si pudiéramos, las aumentaríamos porque el tiempo nunca es suficiente. En ese dormir y despertar, se nos pasa la vida, muchas veces entre lamentaciones, quejas, desdenes y sentimientos encontrados. El tiempo pasa tan rápido que ni siquiera nos damos cuenta qué sucede a nuestro alrededor. Nos sumergimos entre el computador, el teléfono móvil, los afanes del mundo, las simplezas de la vida.
Cuántas veces hemos deseado que el tiempo se detuviera para disfrutar de aquello que más nos llena. Cuántas veces hemos notado que todo sigue sin nuestra presencia como si no fuéramos importantes. En cuántas ocasiones nos hemos percatado que podemos ser felices, descubriendo la belleza en los pequeños detalles. Es cierto que todo continúa naturalmente cuando nos hacemos a un lado, cuando estamos incapacitados o cuando morimos, y ello nos debe llevar a reflexionar sobre qué misión tenemos en la vida. Nacemos por un porqué, vivimos por una razón, y esa misma tenemos que descubrirla pero a paso lento; deteniéndonos a revisar qué hacemos a diario y cuál es el sentido de cada palabra, acción, decisión. Si pasáramos por esta hermosa vida sin encontrarle un sentido, seríamos terreno árido, un destino sin rumbo fijo, un barco a la deriva. Por ello debemos descubrir lo bello y magnánimo que es estar vivos, de sentir, de percibir, de dar y recibir, de descubrir a cada instante todo lo que podemos lograr, construir y compartir.
¿Qué ves cuando te miras al espejo? ¿Ves a una persona espléndida? ¿Perfecta? ¿Maravillosa? ¿Capaz de alcanzar grandes sueños? ¿De compartir lo mejor de sí para transformar el mundo? Tú debes convertirte en tu mejor aliado. Ser la persona que más admira tus propios progresos y tus deseos enormes por alcanzar la mejor versión de ti mismo. Sin duda alguna, serás cada día mejor si logras aceptarte como eres y luchas por superar obstáculos y ver oportunidades para descubrirte y brillar por tantos dones recibidos.
Cada día es una oportunidad nueva de replantear tu camino, de descubrir maravillas en ti, de ser una persona maravillosa que inunde de felicidad el camino de los demás. ¿Qué sería de las 24 horas del día si estamos sumergidos sólo en el trabajar? ¿En cumplir metas sin un sentido trascendente? El trabajo tiene siempre el sentido de servir a los demás y de enriquecernos a través de hacerlo bien hecho, cara a Dios, ayudando a todas las personas que nos necesitan. El trabajo es un medio para santificarnos y hacer de nosotros personas de bien, correctas, intachables, virtuosas, que buscan el bien en cada tarea que se emprende. Pero esa razón de ser en el trabajo se hace tangible a través de vivir la caridad, entendida esta como “El esfuerzo de cada uno de vosotros, aislado, resulta ineficaz. – Si os une la caridad de Cristo, os maravillará la eficacia” San Josemaría Escrivá de Balaguer.
¿Eres capaz de mirarte al espejo con orgullo? ¿Con conciencia tranquila? ¿Con armonía en el corazón? ¿Con la firma convicción de estar haciendo lo correcto en tu vida? ¿Tu familia es lo más importante? ¿Actúas con recto criterio sin dejarte llevar por los demás? ¿Sin pasar por encima de las demás personas para alcanzar el éxito? Es un mérito y una satisfacción personal el levantarnos cada día con una sonrisa en los labios, a pesar de las dificultades porque tenemos la tranquilidad de hacer las cosas con corazón puro y recta intención. El camino de crecimiento personal va de la mano de hacer también el bien a los demás. No podemos pretender escalar pisoteando a los demás. Es de sabios trabajar en equipo, llevar de la mano a las demás personas hacia la búsqueda del bien común, el reconocer en el otro que también es importante y es un ser semejante a nosotros, por tanto merece respeto y buen trato.
Vale la pena descubrir frente al espejo qué tanto nos amamos y aceptamos. Mirarnos fijamente y admirar cada rasgo físico, diferente a los demás, que nos hace únicos e irrepetibles. Aprender a aceptarnos significa reconocer las fortalezas y aspectos por mejorar pues no somos perfectos. La clave en la vida está en luchar día a día para alcanzar esta perfección, haciendo que nuestros pasos vayan por el camino que Jesús nos enseñó.
Lamentablemente a veces nos miramos sólo para criticarnos o para revisar qué podemos corregir con una cirugía. Pero el alma no la podemos embellecer en un quirófano y siempre será más importante nuestro interior porque el exterior se envejece, se transforma, cambia con el paso de los años. Pero lo que siempre nos hará brillar y ser reconocidos ante los demás será nuestra forma de ver la vida y de transformarla para el bien de nosotros y de los que están a nuestro alrededor. El preocuparnos por nuestra vida interior implica acercarnos más a Dios y buscar la bondad, el amor, la comprensión, la caridad y misericordia en cada acción. También nos debemos valer del arrepentimiento y de corregir los pasos equivocados, reconociendo el valor del sacramento de la reconciliación para aligerar las cargas que llevamos en nuestra alma y que la han opacado por el pecado o por las omisiones. Si combinamos un exterior virtuoso y un alma limpia de pecado, esa persona que se refleja en el espejo, brillará con luz propia y dará luz a todas las que están a su alrededor porque nadie puede dar de lo que no tiene.
Y por último… ¿Qué quieres que vean los demás?
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Vivian Forero Besil
Especialista en Pedagogía e Investigación en el aula, Licenciada en Educación Básica y especialista en Gerencia de Instituciones Educativas. Con amplia experiencia en docencia. Felizmente casada y madre de un hermoso niño. vivian_forero@hotmail.com