Juan Camilo Díaz Bohorquez
Comunicador Social y Periodista
jcdiazbohorquez@gmail.com
Twitter: @jcdiazbohorquez
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Mucho se viene debatiendo la manera como las tecnologías han afectado nuestras vidas. Y la discusión no se centra únicamente en la forma y figura de los dispositivos, en si usan o no mandos a distancia o la cantidad de cosas que un celular puede hacer actualmente. No. La discusión ha tomado un camino que nos lleva a pensar si esas tecnologías, si las redes sociales están transformando la esencia del ser humano, su identidad.
Para comenzar debemos tener claro que nuestra identidad se va constituyendo por la identificación con ideas, costumbres, hábitos, lugares, creencias, grupos, etc., que en el curso de nuestras vidas se presentan para nuestra experiencia o conocimiento y que finalmente nos lleva a elegir, a decidir y a defender una causa que creemos justa, valiosa moral y socialmente y que nace y se consolida en un abierto y permanente diálogo consigo mismo, con los demás, con la realidad.
Ahora bien, esa identidad se ha puesto a prueba en los tiempos actuales. Con la llegada de las redes sociales a través de Facebook y Twitter, las personas comenzaron a crear perfiles, una identidad mediante la cual el resto de las personas se sienten identificadas ya sea como amigos o como seguidores.
Esos perfiles incluyen fotos, datos personales, gustos, preferencias y hasta creencias. Todo depende de la cantidad de información que usted quiera compartir.
Además, los comentarios que usted comparte responden a esa identidad y puede ser muy variada. En redes sociales usted puede encontrar todo tipo de personas que escriben sobre todo tipo de temas: desde música, hasta política, deportes, sexo, violencia, cine, arte, medio ambiente y bobadas, porque abundan muchas bobadas.
Cada uno es libre de publicar lo que quiera y de encargarse de develar su intimidad y privacidad, pero lo que no se está entendiendo es que mis amigos o seguidores van creándose una idea de quién soy yo de acuerdo con lo que publico. Esto ha llevado a que, según estudios realizados en el Reino Unido, poco a poco se tienda a la despersonalización del individuo, a que cada vez seamos menos nosotros en la red y cada vez seamos más parecidos a lo que el mundo quiere con tal de obtener un like.
Lo anterior ha degenerado en que muchas personas, especialmente los adolescentes, con tal de agradar y ser aceptados, desarrollen una identidad online que no necesariamente corresponde a la identidad offline, a la de la vida real.
Lo más triste de eso es que, además de ser personas sin una identidad definida, sus padres no tienen ni idea lo que sus hijos son. Muchos le piden acceso a la cuenta de su hijo, o se convierten en sus amigos o seguidores para monitorear lo que ellos hacen. No sospechan que les dieron un perfil falso, el bueno, mientras que el de los amigos muestra a otra persona.
Debemos tener en cuenta que ahora nos encontramos en una era offline y una online. Debemos formarnos para conocer sus alcances, para ganarnos la confianza de nuestros hijos. Debemos trabajar por preservar la verdadera identidad humana.
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