Juan Camilo Díaz Bohorquez
Comunicador Social y Periodista
jcdiazbohorquez@gmail.com
Twitter: @jcdiazbohorquez
Ver perfil
Es curioso. Siempre me ha llamado la atención aquellos empleados de cualquier organización que siempre llegan muy temprano y salen muy tarde. ¡Y además se llevan trabajo para la casa! Conocí a uno de ellos. Siempre llegaba antes de las 6 am (cuando el horario de entrada era a las 8 am) y salía pasadas las 8 pm (la hora de salida era a las 5:30 pm). Le pregunté irónicamente si tenía Pico y placa todos los días y me dijo que no, que tenía muchas cosas por hacer y no le alcanzaba el tiempo. Aclaro que el ejemplo era soltero pero existen casos de personas casadas, con hijos, que llevan el mismo ritmo laboral.
Otro caso. Una ex jefe de mi esposa, casada, sin hijos, trabajaba todo el día todos los días, incluidos los fines de semana y los festivos. Su esposo llevaba el mismo ritmo por lo que su vida en pareja se remitía a sentarse uno frente al otro y trabajar cada uno en sus actividades. A mi esposa la saturaba de correos después de la hora de salida, a las 8 pm, a las 10 pm, a las 4 am. La convocaba a reuniones por fuera de su horario laboral, entre otros. Mi esposa apagaba el celular, le explicaba que tenía vida más allá de la oficina, un esposo, una hija, que estaba esperando un segundo hijo. La jefe decidió no seguir trabajando con ella: necesitaba una trabajadora y no una mamá.
Otro más: ¿le pasa que usted o su pareja llega a casa cargado de carpetas, portafolios y documentos por una tarea asignada a última hora o porque no alcanzó por exceso de reuniones? Una última: ¿para llevar a su hijo al médico debe pedir permiso por escrito con al menos una semana de anticipación?
Estos casos me sirven como enlace para hablar de un tema que se está convirtiendo en uno de los grandes retos de la sociedad actual: cómo lograr que las empresas y sus directivos sean familiarmente responsables y desarrollen políticas que permitan compatibilizar la vida laboral, familiar y personal.
Ya existen iniciativas de gran alcance que buscan determinar en qué grado las empresas son contaminantes de la ecología humana, una disciplina, relacionada con la sociología, la antropología cultural, la psicología social, la demografía y la geografía humana dedicada al estudio de las conexiones de la población con el ecosistema, con el ambiente social, político, cultural, económico, etc.
En la actualidad, los cambios sociales y culturales están incidiendo y afectando fuertemente a la familia, espacio ideal e insustituible de desarrollo del capital humano y social tan necesario en la conformación y éxito de organizaciones fuertes y perdurables en el tiempo. A este panorama debemos adicionarle la alta movilidad laboral, la rotación, la «fuga» de empleados destacados, que llevan a que en ocasiones el trabajador atienda mucho mejor sus condiciones de trabajo como el tipo de actividad, remuneración, horarios, incentivos y estabilidad.
Es una realidad. Las empresas necesitan mano de obra que además de estar capacitada para hacer su trabajo bien, tenga como propios una serie de valores, principios, como la honestidad, el respeto, la lealtad, el compañerismo y demás que solamente la familia puede dar.
Ante esta transformación cultural, las empresas deben tener claro que antes del trabajador está una persona. Y todo comienza con el liderazgo y el ejemplo de los directivos de la organización para que sean agentes de cambio o por lo menos no sean una piedra en el camino. En principio deben tener en cuenta que es necesario integrar los valores de la familia a la misión y la visión de la compañía, para que no sea un propósito escrito en un papel para los clientes externos sino una realidad para quienes a diario trabajan y ponen lo mejor de sí. Y esos propósitos van desde dar ejemplo hasta desarrollar planes de formación e involucrar a la familia en las actividades de la empresa.
Para ello se deben desarrollar políticas de conciliación trabajo – familia y conformar un grupo de trabajo que no solamente las estudie, proponga, promueva y evalúe permanentemente sino que además las comunique a todos para que sea un proyecto institucional flexible y sostenible en el tiempo. Es darle una mano a las personas que tienen responsabilidades familiares comprendiendo que de una u otra manera la familia puede verse afectada por las actividades de la empresa.
Cuando logre implementar todo eso, tener una empresa que abre los espacios necesarios para aquellos que tienen familia, está generando una cultura organizacional que va más allá de «ser buen gente con sus empleados». Está logrando mejorar el bienestar de sus empleado gracias a la armonización de la relación trabajo – familia; está aumentando la confianza, la comunicación y el compromiso del trabajador con su empresa y su equipo directo de trabajo; la gestión del trabajo se mide por objetivos y no por ver al empleado todos los días sentado de 8 a 8; ayuda a disminuir el tiempo y los costos de desplazamiento y puede hacer uso efectivo y eficaz de las nuevas tecnologías y telecomunicaciones. No olvide que además optimiza el uso de espacios y hasta reduce gastos.
Finalmente, usted como propietario y/o directivo también se verá beneficiado. Tendrá más tiempo para su familia, para tomar café con su esposa, hacer tareas y jugar con sus hijos, visitar a la abuela; además, podrá trabajar desde su casa acompañado de una taza de chocolate que solamente allá saben preparar. Si usted es feliz en su hogar lo será en su empresa. Lo mismo ocurrirá con sus empleados.
Dejemos atrás esa filosofía que el empleado que llega primero y sale de último es el más comprometido. No lo es ni con la empresa ni con su familia…
Con información de «Ser empresa familiarmente responsable, una ventaja competitiva» de la Cátedra de la Empresa Familiar del IESE Business School de la Universidad de Navarra.
*Este artículo fue publicado en el Blog “P@dres de hoy” de ElTiempo.com y de propiedad del mismo autor. Se reproduce en LaFamilia.info con su autorización.