Vida virtual vs. real: ¿Coherencia de vida?

Blogs LaFamilia.info
28.04.2014

 

 

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Juan Camilo Díaz Bohorquez
Comunicador Social y Periodista
jcdiazbohorquez@gmail.com
Twitter: @jcdiazbohorquez
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Pareciera que en el mundo virtual todo se vale impunemente, sin tener el más mínimo acercamiento a la verdad y el respeto por el otro.

 

Es una realidad innegable que estamos inmersos en un mundo que cada vez le presta menos atención a la persona humana y prefiere la pantalla, las relaciones a un clic de distancia. Esa situación ha llevado, citando al polaco Zygmunt Bauman, a que le temamos a las relaciones duraderas, estables, y prefiramos que una pantalla medie en la manera como nos interrelacionamos. Así, afirma, es más fácil abandonar el barco al primer problema.

 

La tecnología y las nuevas formas comunicativas han traído muchos beneficios: comunicación, interacción, contacto a pesar de la distancia, democratización de la información, nuevos espacios de saber, colaboración, educación, son algunas de las ventajas que nos ofrece el nuevo panorama digital que indudablemente ha favorecido el desarrollo social.

 

Así como tenemos un mundo físico, “real”, nuestra vida, especialmente la de los más jóvenes, hace parte de un mundo “irreal”, virtual, que es parte de nuestra cotidianidad y que en muchas ocasiones opaca al mundo de verdad.

 

Para algunos esas dos “realidades” se han confundido, o las confunden apropiadamente, para hacer mal uso de las Tic. Las redes sociales por ejemplo, con grandes aspectos positivos, se han convertido en un espacio de arbitrariedades, injusticias, insultos, groserías, malas maneras y demás, hechos que son realizados por personas que se esconden detrás de un nickname, de un alias. Y eso en general sucede en espacios como Twitter, Facebook, Instagram y otros.

 

¿Por qué pasa esto? Simple: vivimos unos tiempos de agonía, de desespero; vivimos en el tiempo de las cosas y no de las personas, en donde medimos la importancia del otro por lo que tiene y no por lo que es; somos parte de una generación fallida que permitió que asuntos como la vida humana de principio a fin se asesine; que el matrimonio y la familia se desvirtúen; una generación que acabó con el medio ambiente, que observó estática guerras, violencia, drogas, sexo, pornografía y demás y a todo eso lo nombró “modernidad”. Ante ese panorama la respuesta es el desespero, la agresión; es tirar la piedra y esconder la mano, o en términos digitales escribir el tuit y ocultarse detrás del anonimato de un sobrenombre.

 

¿Podemos hacer algo? Claro que sí. Si bien lo que antes describí hace parte de la libertad humana, es propio del cristiano hacer uso responsable de esa libertad que lleve a un crecimiento continuo, maduro, imparable de la búsqueda de la verdad, del acercamiento a la prudencia y la justicia, algunas de las virtudes cristianas.

 

Un cristiano no lleva una doble vida, una “real” y otra “virtual” que chocan; la vida cristiana (y de un cristiano) es real, única, veraz, de frente, viva, sentida y amorosa. Y esa realidad – realidad la vive en casa, en familia, en el trabajo, en la calle, cuando maneja, cuando va al banco, en el restaurante, en la Iglesia, en el estadio y en el mundo digital también, en las redes sociales, que son en buena parte una extensión de lo que somos. Debatir con respeto, ser responsable en mis comentarios, tener caridad con el otro, ajustarme a la verdad, evitar confrontaciones innecesarias, no ofender, no traicionar… En definitiva, llenarse de amor, perdonar, ayudar, corregir fraternamente y buscar, fuera de la red, acercarse a los demás a través de una abrazo, de una conversación cara a cara, como dos personas humanas que tienen forma, presencia, alma y corazón, lejos de pantallas, aplicaciones y refugios binarios.

 

Lo expresó claramente San Josemaría en su homilía del año 67 en la Universidad de Navarra: “Que no puede haber una doble vida, que no podemos ser como esquizofrénicos, si queremos ser cristianos: que hay una única vida, hecha de carne y espíritu, y esa es la que tiene que ser –en el alma y en el cuerpo- santa y llena de Dios”.

 

¿Quién dijo que Internet y las redes sociales tienen que ser otro espacio más de degradación de la naturaleza humana y de doble vida? El Papa Francisco, en la Jornada de las Comunicaciones Sociales realizada hace un par de meses, aseguró que las nuevas tecnologías «pueden ofrecer mayores posibilidades de encuentro y solidaridad» aunque advirtió de algunos peligros a los que puede llevar, como la exclusión y la manipulación.

 

Sí, Internet, como lo dijo también Su Santidad, es “don de Dios” que nos ha permitido avanzar en muchos aspectos, pero lastimosamente también ha tenido efectos negativos ya mencionados.

 

Que esta invitación a vivir cristianamente las redes sociales, extensiva a todo universo de la Internet, sea el primer paso para que vivamos una sola vida: aquella cercana a la verdad, el respeto y la vida.

 

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