Aceprensa – 08.03.2021
foto: freepik
Aunque aún es pronto para hacer una evaluación rigurosa de los efectos que haya podido tener la pandemia en el rendimiento académico a nivel global, ya empiezan a aparecer algunos indicadores que señalan consecuencias negativas. Aumenta el número de suspensos y también el de alumnos que se “desconectan” de las clases.
Según anunció recientemente el presidente de Adimad, la asociación de directores de centros públicos de Madrid, el número de suspensos entre los alumnos de estos colegios en el primer trimestre de curso, desarrollado en modalidad semi-presencialidad, ha aumentado un 20% con respecto al mismo periodo del curso anterior. Por otra parte, el Consejo Escolar de Menorca también ha constatado un deterioro de las notas con respecto a la primera evaluación del año pasado, aunque no se aportan cifras concretas. En Murcia, en cambio, los docentes no consideran que hayan sufrido las calificaciones medias, pero sí señalan que el ritmo de aprendizaje se ha ralentizado. Según su propia experiencia, se han visto obligados a reducir el currículum entre un 15% y un 20%.
Aumenta la brecha entre buenos y malos estudiantes
En Estados Unidos sí se han publicado algunos estudios. Hay que recordar que allí el primer trimestre se ha desarrollado de forma muy diferente según el estado, o incluso el condado dentro de cada estado. En general, la semi-presencialidad se ha ido imponiendo como modelo predominante, pero todavía hay lugares donde la instrucción es cien por cien online.
Uno de estos estudios es el que ha publicado la asociación de escuelas públicas de Fairfax, un condado perteneciente al estado de Virginia donde vive aproximadamente un millón de personas, y que cuenta con un nivel de renta bastante alto según la media nacional. El análisis compara el rendimiento durante el primer trimestre de los alumnos de middle y high school (1º-2º ESO y 3º ESO en adelante, respectivamente) con el de sus compañeros el año pasado en esos mismos cursos, y también con el suyo en años anteriores.
La principal conclusión es que la no presencialidad ha aumentado la brecha educativa entre los buenos y los malos estudiantes: a los primeros, el modelo online no parece haberles perjudicado, al menos en cuanto a las notas; de hecho, en todos los cursos analizados el porcentaje de alumnos que han mejorado sus calificaciones respecto a lo esperado por su trayectoria previa ha sido superior al de los que han empeorado; sin embargo, los que ya iban justos sí que han visto caer sus notas. Así, el porcentaje total de estudiantes con dos o más asignaturas suspensas ha pasado del 6% al 11%, lo que supone un incremento relativo del 83%. La cifra es significativamente más alta entre los de origen hispano y los que, en general, no hablan el inglés en sus casas. En cambio, no se percibe una influencia importante del factor económico por sí solo. Otro dato llamativo es la diferente suerte por cursos: el crecimiento de los suspensos ha sido mucho mayor en middle school (+300%) que en high school (+50%), y en chicas que en chicos, seguramente porque ellas partían de una situación mejor, por lo que el empeoramiento abulta más en términos relativos.
Otro estudio realizado en Estados Unidos apunta también a la incidencia negativa de la pandemia. Se trata del análisis realizado por Brookings Institution de las notas de los estudiantes entre tercero y octavo curso (en España, de tercero de Primaria a 2º de ESO) matriculados en 8.000 escuelas distribuidas por todo el país. Como en el de Fairfax, también aquí se comparan los resultados del primer trimestre de este curso con los del pasado, en este caso centrándose en lectura y matemáticas. Además, también se mide cuánto han avanzado en estas mismas materias desde que se cerraron las escuelas en marzo hasta el final del año natural.
En lectura no se percibe un deterioro significativo respecto al curso pasado, y desde marzo los estudiantes han avanzado más o menos lo mismo que en los años anteriores. Esto quizás se debe a que en este ámbito el alumno necesita menos del profesor, y los padres pueden ayudar más. En cambio, en matemáticas sí se aprecia un empeoramiento claro respecto al curso anterior y un frenazo en el avance, especialmente entre los estudiantes de los cursos inferiores. En cambio, los de séptimo y octavo curso, que eran los peor parados en el otro informe, aquí no salen tan mal.
Crece el absentismo, y las “chuletas”
Otro problema que parece haberse recrudecido durante la pandemia es el absentismo. En este campo el factor socioeconómico sí tiene relevancia. En Estados Unidos, se calcula que unos tres millones de alumnos de familias desaventajadas se han “desconectado” del ritmo normal de instrucción, lo que supone el 6% de la población escolar total. Este fenómeno ha sido más frecuente allí donde las clases se han impartido cien por cien online: según cálculos del EduWeek Research Center, un 12% de los estudiantes habrían caído en un absentismo crónico, el doble de la tasa habitual. No obstante, también en los distritos con presencialidad total o semi-presencialidad ha crecido el porcentaje, a un 8% y un 10% respectivamente.
Parte de ese absentismo puede deberse a la falta de medios tecnológicos en casa: una buena conexión a internet o un dispositivo adecuado. Se calcula que en todo el país casi uno de cada cuatro estudiantes se encuentra en esta situación. También pueden concurrir otros obstáculos, como que los alumnos hayan tenido que encargarse de más tareas en casa (por ejemplo, cuidar de los hermanos pequeños), aunque son los de cursos inferiores los que más se han desconectado. Por otro lado, un buen número de familias –al menos en Estados Unidos– han desapuntado a sus hijos de la escuela donde acudían antes de la pandemia: algunos para cambiarlos a otras, pero otros muchos para matricularlos en programas de formación online alternativos o para educarlos ellos mismos en casa.
Las clases virtuales también han traído un mayor número de trampas en los exámenes. Dos artículos, uno publicado en The Hechinger Report (Estados Unidos) y el otro en el National Observer de Canadá dan cuenta del fenómeno, aunque por su misma naturaleza no es sencillo de cuantificar. Las dos informaciones se refieren sobre todo al alumnado universitario y coinciden en señalar a un mismo sospechoso: Chegg, una plataforma que ofrece ayuda para el trabajo escolar pero que, en tiempos de pandemia, parece haber servido también como repositorio de “chuletas”. Aunque sus directivos dicen estar comprometidos en la lucha contra el fraude educativo –y de hecho han contribuido a “delatar” a muchos estudiantes–, también es cierto que cuenta con un servicio de suscripción por el que se pueden mandar fotografías de ejercicios y al momento se reciben las soluciones. Ya antes de la pandemia contaba con casi 4 millones de suscriptores de pago, pero su volumen de negocio se ha doblado en estos meses.
Satisfacción moderada entre padres y profesores
Diversas encuestas a familias muestran una satisfacción general con la forma en que los colegios se han adaptado a las circunstancias, aunque el nivel de conformidad difiere según las circunstancias. Por ejemplo, según muestra un sondeo del Pew Research Center (Estados Unidos), los padres de los alumnos que han tenido presencialidad total son los más conformes; los que menos, los del modelo semi-presencial, por debajo de los de todo online.
En otra encuesta realizada en Argentina, las familias ponen un notable alto a los centros, aunque constatan un cierto cansancio y pérdida progresiva de motivación entre sus hijos con el paso del tiempo. Esto sucede especialmente en aquellas con menor poder adquisitivo y donde el matrimonio es más joven (presumiblemente, con hijos más pequeños).
En España, un estudio de la Organización de Consumidores y usuarios (OCU) muestra un nivel de satisfacción no tan alto: un 6 sobre 10. Por un lado, un porcentaje significativo de padres se queja de no haber contado con los medios tecnológicos adecuados, o de haber tenido que ayudar demasiado a sus hijos –todos de Primaria–. Por otra parte, la atención recibida no parece haber sido la misma en todos los colegios: según sus padres, casi un 40% de los alumnos de centros públicos no recibieron clases online durante el confinamiento, algo que solo ocurrió al 16% de los de concertados.
Por su parte, los profesores comparten algunas de las preocupaciones de los padres: por ejemplo, la falta de recursos digitales en las familias, o de formación de ellos mismos para aprovecharlos. En una encuesta a docentes de toda Europa realizada por School Education Gateaway, a la pregunta por las “gratas sorpresas” de este tiempo de clases online, las respuestas más frecuentes fueron la “oportunidad para innovar en las metodologías”, la “flexibilidad” o la “amplia gama de herramientas a su disposición”. Entre los retos, destacan el ya mencionado problema del acceso tecnológico de los alumnos, la mayor carga de trabajo y la dificultad para mantener a todos los estudiantes motivados.
*Publicado en Aceprensa