Por Becky Roach de Catholic-Link / 24.07.2017
Foto: Cathopic.com
Un padre no necesita mucho tiempo para darse cuenta de que nuestros hijos absorben todo lo que hacemos y decimos.
Recuerdo la primera vez que escuché a mi pequeña de dos años soltar un largo suspiro y decir: «¡Oh, Dios mío! ¡No puedo más!». Su tono y su expresión eran exactamente las mías. A veces te das de bruces con tus propios pecados a través de las palabras y las acciones de tus hijos.
Recientemente acudí a un bautizo en el que el sacerdote recordó a los presentes que sería a través de sus acciones como los niños que iban a ser bautizados conocerían a Dios y cómo comportarse ante Él. Si el niño nos ve rezando, aprenderá que la oración es importante, pero si el niño no ve nunca en su vida comunicación alguna de la gente con Dios, aprenderá que la oración no es necesaria.
Aunque ninguno de nosotros es perfecto, tenemos la responsabilidad de intentar seguir los modelos de comportamiento que queremos que los niños imiten. Y los niños aprenden tanto de lo que hacemos, como de lo que no hacemos. Si no convertimos ir a la iglesia en una prioridad cada domingo, eso le está diciendo mucho al corazón de nuestros hijos sobre la fe y sobre la vida.
Hay seis cosas que los niños aprenden cuando te saltas la misa dominical:
1. Dios es importante, pero no tan importante
Si Dios me encaja bien, magnífico, pero solo si me conviene. El fútbol, dormir o… (pon aquí cualquier actividad) son más importantes que hacer el esfuerzo de estar con Dios una hora a la semana.
2. Dios no quiere realmente decir lo que dice
Sí, santificar las fiestas es un mandamiento de la Ley de Dios, pero… Dios no entiende lo atareado que estoy o cuántos hijos tengo o lo cansado que estoy, así que soy yo quien decide, según las circunstancias de mi vida, lo que Él quiere decir con ese mandamiento… y con todos los demás mandamientos. A nosotros nos corresponde seleccionar y elegir qué leyes de Dios queremos seguir.
3. La Iglesia no espera realmente que aceptemos sus enseñanzas
Sí, hay un mandamiento de la Iglesia de ir a misa los domingos, pero la Iglesia no comprende lo atareado que estoy o cuántos hijos tengo o lo cansado que estoy, así que soy yo quien decide, según las circunstancias de mi vida, lo que la Iglesia quiere decir realmente con ese precepto.
4. La misa solo me sirve por lo que yo saco de ella
Cuando vamos y venimos de misa según nuestro capricho, parecemos olvidar que ir a misa construye la comunidad eclesial. Tu parroquia puede necesitarte como lector, o para cantar en el coro, o para recoger la colecta. Ver a tu familia en la Iglesia podría ser justo la cosa que una persona anciana necesita para alegrar su solitario domingo. Hay muchas razones por las que somos una comunidad de fe y nos juntamos para rendir culto a Dios.
5. Cuando las cosas son difíciles o aburridas, no tengo que hacerlas
Si no vamos a misa y le decimos a nuestros hijos que es porque la misa es “aburrida” o que “no sacamos nada de ella”, nuestros hijos aprenden que solo tenemos que hacer las cosas que son divertidas y emocionantes. Esto, sencillamente, no es verdad, ni en lo que concierne a la fe ni en lo que concierne a la vida diaria. La mayor parte de la gente no encuentra divertido ni emocionante pagar sus impuestos, pero aun así tenemos que hacerlo.
6. Dudamos de la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía y de las gracias que recibimos comulgando
Si crees realmente que Jesucristo está presente en la Eucaristía y que viene a nosotros cada domingo en misa, ¿qué te aparta de Él? ¿Por qué no querrías recibir las gracias que Él ha prometido por medio de este increíble regalo? Nuestro Catecismo nos enseña que «la Eucaristía es el corazón y la cumbre de la vida de la Iglesia, pues en ella Cristo asocia su Iglesia y todos sus miembros a su sacrificio de alabanza y acción de gracias ofrecido una vez por todas en la cruz a su Padre; por medio de este sacrificio derrama las gracias de la salvación sobre su Cuerpo, que es la Iglesia» (1407).
Queridos padres: sé y comprendo perfectamente lo difícil que es llevar a los niños a la iglesia. A menudo, cuando acaba la misa, me siento como si acabase de participar en un torneo de lucha. Por mucho que lo planifique y prepare, muchísimos días los niños son algo menos que angelicales. Es una batalla. Pero es una batalla que vale la pena librar. No hay mejor lugar para llevar a nuestros hijos que a los pies de Jesús. No hay mejor lección que enseñarles que poner a Dios siempre en primer lugar, sea lo que sea lo que esté pasando en nuestra vida y lo difícil que resulte ir a misa.
¿Adivina qué pasará si esperas a llevar los niños a misa a que se comporten mejor o a que tu vida no esté tan ajetreada? Que eso no pasará. Convierte la misa dominical en algo que tu familia haga invariablemente unida. Créeme, la bendiciones y gracias que recibirás por esta disciplina transformarán tu vida familiar de forma poderosa.