En un mundo donde la santidad puede parecer una meta distante y reservada para unos pocos, aquí te demostramos que todas las personas comunes y corrientes, podemos vivir una vida de profunda espiritualidad y compromiso cristiano.
Todos tenemos la posibilidad de alcanzar la santidad en medio de nuestras actividades diarias, ya sea en el trabajo, en los estudios, en las relaciones personales o incluso en el uso de las redes sociales.
Así es una persona que vive la santidad en su vida diaria:
1. Identidad Cristiana
Esta persona tiene una profunda identidad cristiana. Aunque vive en un entorno secular, su fe es el pilar que guía sus decisiones y acciones. No se avergüenza de ser cristiano y lo demuestra con naturalidad, sin imponerse, pero tampoco ocultándose.
2. Vida de Oración
A pesar de su estilo de vida activo, mantiene una vida de oración constante. Aprovecha momentos cotidianos, como el camino al trabajo o a la universidad, para hablar con Dios, rezar el Rosario, o meditar sobre las Escrituras. Es alguien que ha aprendido a hacer de la oración una parte integral de su día, sin importar lo ocupado que esté.
3. Trabajo y Estudio
Esta persona ve su trabajo o estudios como un medio para santificarse y santificar a los demás. No se conforma con cumplir, sino que busca hacerlo con excelencia, sabiendo que su esfuerzo es una ofrenda a Dios. Es diligente, honesto y siempre busca el bien común en su entorno laboral o académico.
4. Relaciones Personales
Trata a todos con respeto y caridad, consciente de que cada persona es un hijo de Dios. Vive su fe en sus relaciones, ya sea con su familia, amigos o compañeros de trabajo. No se deja llevar por chismes, conflictos o conductas deshonestas. Es una persona que siempre está dispuesta a ayudar y a escuchar a los demás.
5. Vida de Familia
Dentro de la familia, es un ejemplo de amor y servicio. Respeta a sus padres y hermanos, y busca crear un ambiente de paz y armonía. Si es padre o madre, se esfuerza por educar a sus hijos en la fe, enseñándoles con su ejemplo lo que significa vivir una vida cristiana.
6. Participación en la Comunidad
Es activo en su comunidad parroquial o en grupos de jóvenes. No se limita a asistir a misa los domingos, sino que se involucra en actividades que promuevan la fe y el servicio a los demás. Ve la comunidad como una extensión de su familia y un lugar donde puede crecer espiritualmente y ayudar a otros a hacerlo.
7. Uso de las Redes Sociales
Entiende el poder de las redes sociales y las utiliza para evangelizar de manera sutil pero efectiva. Comparte contenido que edifica, que invita a la reflexión y que muestra que es posible vivir una vida cristiana auténtica en medio del mundo. No busca la fama o la aprobación, sino que usa estas plataformas como un medio para acercar a otros a Dios.
8. Santidad en lo Ordinario
Esta persona ha comprendido lo que San Josemaría Escrivá enseñaba sobre la santidad en medio del mundo. Busca a Dios en las cosas pequeñas y ordinarias de cada día: en un gesto amable, en un trabajo bien hecho, en la paciencia ante una dificultad. Sabe que no necesita ser un héroe o mártir para ser santo; le basta con hacer lo ordinario de manera extraordinaria, por amor a Dios.
9. Autenticidad y Alegría
Es auténtico y vive su fe con alegría, sin caer en la rigidez o el moralismo. Disfruta de la vida, de sus amistades, de la cultura, pero siempre con un corazón puesto en Dios. Sabe que la santidad no es incompatible con la felicidad y que, al contrario, es el camino más seguro hacia la verdadera alegría.
10. Testimonio de Vida
Finalmente, su vida misma es un testimonio. No necesita grandes palabras o gestos para hablar de Dios; su manera de vivir, de amar, de trabajar, de relacionarse con los demás, es suficiente para que otros vean en él o ella un reflejo de la santidad, del «santo de la puerta de al lado» del que habla el Papa Francisco.
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