Resulta complejo para el ser humano la comprensión del dolor y el sufrimiento. Por desgracia, quien resulta en el banquillo de los acusados es Dios, a sabiendas que Él en su amor infinito, siempre quiere lo mejor para sus hijos.
El 26 de junio, la Iglesia Católica celebra la fiesta de San Josemaría Escrivá de Balaguer. Recordamos algunas de sus sabias reflexiones dedicadas a las familias, las cuales están más vigentes que nunca.
Como su nombre lo dice, el Sacramento de la Confirmación es el que confirma y perfecciona las gracias que recibimos en el Bautismo. A través de él, recibimos el don del Espíritu Santo y quedamos vinculados más perfectamente a la Iglesia como sus apóstoles para propagar y defender la Fe. Es el Sacramento que nos da la madurez cristiana.
El dolor y la enfermedad son circunstancias que hacen parte de la realidad humana, para ello la Iglesia fundó el Sacramento de la Unción de los enfermos, con el fin de hacer presente a Dios, de una manera sacramental, en el momento del dolor, además de conceder una gracia especial para enfrentar las dificultades propias de una enfermedad grave o vejez.
Extractos del discurso que dio el destacado empresario judío Sam Miller, en el City Club de Cleveland. A pesar de ser judío, Miller ha sido un fuerte colaborador de la Diócesis de Cleveland y de su Obispo, F. Anthony Pilla. El discurso fue publicado por Buckeye Bulletin
El 16 de julio celebramos el día de Nuestra Señora del Carmen, llamada también la “Estrella del mar” y la “Flor del Carmelo”, una de las advocaciones de la Virgen con mayor devoción en distintos países en todo el mundo.
foto: cathopic
La Virgen María, madre de todos nosotros, ejemplo vivo del verdadero amor, perfecto ejemplo a seguir, exacta representación del significado de las palabras “mujer” y “mamá”, nuestra intercesora por excelencia ante Dios.
“Todo fiel que haya llegado al uso de razón, está obligado a confesar fielmente sus pecados graves al menos una vez al año”. (c. 989). “Para recibir el saludable remedio del sacramento de la Penitencia, el fiel ha de estar dispuesto a rechazar los pecados cometidos y tener propósito de la enmienda, para así convertirse a Dios” (c. 987).