10 estrategias para conservar la autoridad parental en la era de la inmediatez

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Muchos padres se plantean cómo criar «un hijo feliz». Es cierto que es importante que el hijo crezca con amor, cariño, compañía, familia, seguridad, lo que se suele llamar «una infancia feliz». Pero el padre no debe obsesionarse en dar una «llave de la felicidad» para su hijo, porque ni es posible ni es su tarea.

El médico Alberto Pellai, psicoterapeuta del desarrollo e investigador del Centro de Ciencias Biomédicas de la Universidad de Milán, dice que la clave es educar al niño para que sea un adulto competente: como adulto, irá encontrando la felicidad. Habla de ello en su libro Formación para la vida. Los diez principios para convertirse en padres con autoridad (Mondadori, 190 páginas, en italiano, por ahora).

Un problema para muchos padres es que sus hijos viven en un mundo casi paralelo. «Pregúntale a tus hijos los nombres de los diez influencers que más siguen y verás que casi todos son desconocidos ilustres para ti», explica. Y lo mismo con músicos o series. Es necesario educar superando esa especie de distancia que proviene, en gran parte, del uso de Internet. Estos son sus 10 principios, resumidos en el diario italiano Avvenire.

1. El adulto es el adulto: los padres deben tener autoridad y ejercerla

«Frente a nuestros hijos, tenemos el poder de tomar decisiones. Somos dispensadores del sí pero también del no», afirma. Aunque el adolescente intente impugnar las decisiones claras de los padres, lo hace sabiendo que sus padres son personas confiables, y esa confianza se basa, en parte, en su firmeza y autoridad. Los padres marcan la dirección: eso genera confianza.

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2. Evitar el «todo ahora»: contra la gratificación instantánea

A veces son los padres los que esperan que su hijo sea genial en deportes, en canciones o en competiciones, sin esperar años de entrenamiento o formación.

Pero también es cierto que nuestra sociedad digital está construida sobre la gratificación instantánea: se promete que haciendo «clic» o llamando a tal teléfono tendrás enseguida lo que te apetece. Y no se apaga nunca. Es una «era de la dopamina virtual». Pero en la vida real, las cosas tienen un coste: en dinero, esfuerzo, atención… Los padres han de educar a sus hijos, activamente, contra esa adicción a la gratificación inmediata.

3. Lo virtual no es real: fomentemos lo real y concreto

Los niños y adolescentes están enganchados a mundos virtuales, e incluso su supuesto círculo de «amigos» es, en su mayoría, un círculo de relaciones en whatsapp o instagram. La comunidad virtual sustituye a menudo a una comunidad real, muy difícil de encontrar y construir. Pellai es más bien crítico con la tecnología (da datos y cifras de estudios) y apoya a los padres que retrasan al máximo la entrega de móviles o tabletas y los «pactos comunitarios digitales». También pide que las escuelas no den por sentado que los niños tengan siempre un móvil, porque no deberían tenerlo.

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4. Que los adultos colaboren al educar, y no compitan

Padres, profesores, asesores, entrenadores… si unos adultos tiran en una dirección y otros en la contraria, es difícil avanzar. Así los adultos pierden autoridad ante los chicos. Esto es especialmente grave al hablar de grandes verdades y valores: si los chicos no ven a los adultos en un acuerdo básico en los grandes temas, se refugiarán en pequeñas certezas, quizá diminutas y mezquinas, el «aquí y ahora», «lo que me gusta», «lo que me apetece».

5. No siempre hay que ser el número uno: crecer caminando es más valioso que la meta

Nuestra sociedad es más o menos eficaz al transmitir conocimientos y habilidades. Pero falta el «saber ser», la identidad y confianza que da fuerza interior en la vida. Hay que dejar tiempo y reflexión para que el niño y adolescente refuerce su identidad, a menudo construida sobre las virtudes que ha aprendido en casa y en su familia, además de su propia vocación.

6. Basta de tanta velocidad: quien va lento puede llegar muy lejos y con seguridad

¿Era una pérdida de tiempo que el profesor dictara las preguntas y deberes y el alumno las escribiera? ¿Es mejor si hoy el profesor las envía por e-mail o Internet? Lo virtual parece más rápido, pero eso no es necesariamente más educativo, a menudo es lo contrario. Hay habilidades que se pueden perder (manuales, grafomotrices, audtivias, de atención, etc…). Existe el peligro de tener «niños que son muy buenos en lo digital, pero que ya no sabrán atarse los cordones de los zapatos».

7. Mantener los límites por sensibilidad y edad: no normalices lo anormal

Un niño de 14 años no debería ver películas de terror o violencia o de otros temas etiquetadas para mayores de 18 años. Los límites tienen un sentido y los padres deben aplicarlos con coherencia. Si presentamos como «normal» o de «acceso normal» lo que es transgresión, se baja el listón, una y otra vez, se aturde y debilita la correcta sensibilidad.

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8. Llenar el vacío interior: crecer sin Dios tiene riesgos

Hoy hay padres que no ofrecen ni camino ni virtud, o que exigen esa virtud sin que Dios acompañe en el camino. A menudo, ni siquiera plantean los grandes temas sobre Dios, el bien y el mal. Sin Dios, los valores rápidamente se vacían de contenido. Y abordar el tema del bien y del mal es, en cualquier caso, «un requisito previo necesario para construir la propia identidad, no sólo en la dimensión del Yo, sino también en la del Nosotros».

9. Del yo al nosotros: no presentemos al otro como un lastre

Muchos niños no tienen hermanos ni los tendrán. A veces, pasa lo contrario: tienen medio-hermanos, de semi-relaciones de algún padre separado. Y en el colegio y la sociedad se fomenta la competitividad e inmediatez. En ese contexto, el otro parece al niño un lastre, un fastidio. También el padre agobiado y cansado puede ver al niño como un lastre. Padres e hijos deben colaborar yo en crear una comunidad donde la familia y la educación sean algo socialmente valorado y apoyado, con menos individualismo y más generosidad.

10. Educa sin buscar el consenso ni ser popular: no a lo políticamente correcto

Internet busca vender «lo que gusta», no la verdad. Y lo mismo pasa con las modas educativas. Empresas e ideologías, también en la enseñanza y la pedagogía, usan marketing para llegar a nuestros hijos y venderles su moda. Los padres han de ser valientes, hacer preguntas incómodas, aceptar el diálogo y la confrontación crítica con los supuestos «expertos».

Muchas cosas que funcionaron bien con nosotros funcionarán bien con nuestros hijos, que se parecen a nosotros en genética, gustos, usos, tendencias, y aprender de nosotros. Conocemos a nuestros hijos mejor que los «expertos»: está bien evitar las modas, o al menos examinarlas con ojo crítico.

Fuente: ReL

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