Cuando se distribuyen las labores del hogar entre todos los miembros de la familia, no solo se mejora la convivencia, sino que también se brindan lecciones educativas alrededor de la cooperación, la autonomía y la responsabilidad.
Tener una casa en orden exige tiempo y esfuerzo, además es un reto diario que no puede detenerse pues aumenta como bola de nieve. Sólo quien conoce al detalle esta gran responsabilidad, sabe lo que implica las demandas de toda una familia. Por eso, aunque parece un tema sencillo, casi trivial, en el fondo es de gran importancia por las implicaciones que tiene en la vida personal y familiar.
La madre no debe hacer todo
Independiente de si trabajan por fuera o no, si cuentan con ayuda doméstica o no, las mujeres, por lo general, son las que se encargan de hacer de la casa un verdadero hogar, velando que todo marche sobre ruedas. Pero esta responsabilidad no debe ser exclusiva de las madres, si todo el peso cae sobre ellas terminarán agotadas y lo más probable es que también se altere la armonía del entorno.
Es por eso que las tareas que surgen en el hogar deben ser asumidas por todos, incluyendo el marido, los hijos o demás personas que conviven bajo un mismo techo. “El trabajo del hogar es una responsabilidad de todos. Todos deben hacerse cargo de construir la familia y lo doméstico forma parte del cuidado del espacio territorial familiar. La familia es un espacio relacional donde el amor está presente a través de la acción y no sólo como sentimiento”, señala Jaime García, profesor de la U. Adolfo Ibáñez en Chile.
Es importante que los hijos hombres entiendan que las labores del hogar no son cosa de mujeres y por eso se les debe integrar también al compromiso grupal.
Trabajo en equipo que fortalece la familia
Cuando en un hogar se siente la participación de cada miembro de la familia, se respira también un ambiente de mayor unión familiar. Y es que cada miembro del grupo, por joven que sea, puede aportar su grano de arena para ayudar en las tareas que a diario hay que realizar en casa.
Pero no solo es cuestión de propiciar el trabajo en equipo y la sana convivencia, la realización de los quehaceres domésticos les enseña a los chicos a valorar el esfuerzo que otros hacen por ellos, a ejercitar la responsabilidad, la voluntad, la autoestima, la disciplina, la solidaridad, la gratitud y además les hace sentirse miembros activos, ya que en parte, depende de ellos el buen funcionamiento del hogar. Parte de estas lecciones serán determinantes para formar una personalidad autónoma basada en el esfuerzo y en la capacidad de valerse por sí mismos.
“Es en la casa -en medio de platos por lavar, camas por hacer, ropa por planchar- donde se aprenden virtudes, modelos de conducta, un idioma, maneras de trabajar, disciplina, habilidades para escuchar y para preguntar, modos de negociar, se desarrolla la empatía, la voluntad, maneras de enfrentar los problemas, cómo abordar nuevos desafíos y tantas habilidades que constituyen a todos los seres humanos.” Añade el profesor Jaime García.
De la misma forma, los sicólogos y orientadores familiares son insistentes en decirles a los padres que, hacer trabajos por los hijos sabiendo que están en su plena capacidad, es un gran error. Esto corresponde a una actitud sobre protectora que impide el desarrollo de ciertas virtudes necesarias para la formación humana.
Tareas para todos
Las labores deben realizarse de acuerdo a la edad del niño y deben plantearse de manera atractiva. No hay que esperar a que los hijos tengan 12 años para empezar, puesto que ya puede ser tarde y es posible que no tengan la misma disposición.
Contrariamente en los más pequeños, la admisión es inmediata. El niño se siente aceptado, útil y querido ante una sencilla responsabilidad. “Lo que para nosotros supone un acto rutinario, para él es algo nuevo y propio de `mayores´. Un buen planteamiento es proponer retos y evitar las órdenes. Por ejemplo, decir: ¿serías capaz de preparar tu desayuno? Y celebrar siempre sus logros.” Explican los especialistas de elbebe.com.
Se debe empezar con labores básicas como guardar los juguetes, ordenar la habitación, llevar la ropa sucia a su lugar, poner la mesa, etc. Y así gradualmente se podrá ir aumentando el grado de dificultad y el número de actividades. En el caso de los adolescentes las tareas serán mayores, se les puede enseñar a preparar recetas de cocina, a lavar la ropa, entre otros.
Es importante que los padres muestren a sus hijos cómo se realiza cada actividad, pues los niños necesitan saber con exactitud lo que se espera de ellos. Asimismo se sugiere enseñar un trabajo a la vez para no confundirlos, sobre todo cuando los hijos están pequeños.
Por último, los niños deben comprender por qué ayudar es importante en sus vidas, en este caso se beneficia la familia entera y se sentirán autónomos.
Por LaFamilia.info