«Papá, ¡no sabes cuánto te necesito!»: un libro para rescatar la figura del padre

La figura del padre y la masculinidad se ha ido borrando paulatinamente, con todos los riesgos que ello conlleva. Para poner en valor la figura paterna se ha publicado el libro Papá, ¡no sabes cuánto te necesito! El rol del padre en el apego de Campomanes Editores.

El libro ha sido escrito por la psicóloga María José Mántica y el sacerdote Álvaro Rocha, médico y con estudios en Neurociencia (Harvard). Además, ha sido prologado por el doctor Aquilino Polaino, catedrático de Psicopatología y que en su reflexión en el libro trata del papel fundamental de la figura paterna en el apego del hijo.

El manual trata de reflexionar sobre la figura del padre, tan castigada hoy en día socialmente, y de la importancia en la conformación del carácter de los hijos, queriendo profundizar en su determinante papel como referencia adulta y masculina en la crianza. En palabras del Dr. Polaino “de la lectura del libro se deduce que los hijos con un apego paterno seguro y bien formado, presentan menos problemas conductuales, una buena maduración en su afectividad y sexualidad y una mejor disposición a resolver las crisis que se les presenten”.

En una entrevista con ReL, los coautores del libro profundizan en esta figura paterna y en la necesidad de potenciarla:

-¿Qué los ha motivado a escribir este libro?

-María José: Uno de nuestros leiv motiv del libro Papá, no sabes cuánto te necesito, ha sido el ofrecer una competencia ilustrada al padre de hoy. Hoy la figura del padre está muy maltratada por ciertas corrientes de opinión, y los papás no saben a qué atenerse y cómo ser buenos padres. Ya sea porque vienen con un manual de generaciones anteriores donde apenas se aplicaba la psicología o era derechamente autoritario-agresivo o simplemente un proveedor económico.

Con nuestra publicación hacemos un llamado a la sociedad general y a las familias en particular a reconocer la importancia del padre en la vida de los hijos. Subrayamos fuertemente los efectos perjudiciales que tiene la desaparición del padre -la ausencia emocional- en la vida de los hijos. Y, por último, y no menos importante, capacitamos a los padres en su paternidad.

-Álvaro: Amplío un poco más sobre esta competencia ilustrada de la que se refiere María José. Este libro ofrece una amplísima revisión bibliográfica de los temas que tratamos. Aquí encontrará el lector más de 300 estudios -casi la totalidad posteriores al año 2000- que comprende campos muy variados de las ciencias: endocrinología, biología, neurociencias, psicología, sociología, y muchas otras, tanto en las áreas de investigación como en clínica.

-¿Creen que la figura paterna ha evolucionado respecto al apego en los últimos tiempos?

-Álvaro: Sí, en varios aspectos. Comencemos por el sociológico. La figura del padre ha evolucionado en este sentido a lo largo del tiempo. Cientos de años atrás, el padre era el progenitor más importante para la crianza de los hijos, luego pasó a ser el sostén de la familia, mientras que hoy un amplio volumen de investigaciones detalla una falta general de participación de los padres en la vida de sus hijos. El gran problema de hoy es la desaparición del padre.

-María José: Si enfocamos la pregunta al campo de la investigación psicológica, también se puede decir que el tema ha evolucionado. Décadas atrás, la figura del padre era de muy escasa importancia. Hoy en día, en cambio, el apego paterno es un tema de incuestionable importancia para los teóricos del apego. No obstante, fuera de esta especialidad, se debe decir que todavía persisten resistencias en áreas dentro de la psicología o en áreas afines, que no reconocen el lugar del padre dentro de la familia -en buena parte, porque se encuentran muy influenciadas por corrientes ideológicas de género-.

-Álvaro: También, visto en el ámbito más práctico también encontramos cierta evolución. En las últimas décadas la figura paterna ha tomado derivas más positivas, ciertamente influenciada por un feminismo «sano», que ha hecho que los papás se involucren más en la crianza.

Sin embargo, la figura del padre está llamada a evolucionar más y no seguir supeditada a la imitación de la crianza materna, es decir, convertir al padre en otra versión de la misma madre (una especie de mamá 2.0). La paternidad no puede ser ejercitada desde el punto de vista de la maternidad.

-¿Por qué es tan importante el apego en la crianza?

-María José: Antes de hablar de la importancia del apego, conviene definir qué es el apego. Este consiste en la vinculación que se establece entre el hijo y sus padres, como resultado de las interacciones que hay entre ellos. Esta vinculación es afectiva y efectiva, sensorial y motora, corporal y cognitiva, sociocultural y espiritual, y respetuosa con la independencia que caracteriza a cada persona singular e irrepetible.

Dicha vinculación no depende solo del repertorio de conductas innatas del niño (llanto, risa, succión, contacto ocular, etc.), sino también, y fundamentalmente, de la sensibilidad, disponibilidad y comportamiento de sus padres.

El apego es importante porque aporta a los hijos la confianza y seguridad que necesitan para su desarrollo personal. Un apego «seguro» mejora el desarrollo social y emocional normal de la persona, y es un predictor de salud psíquica. Por el contrario, un apego no logrado, desajustado o inseguro provoca disrupciones en los mecanismos adaptativos de la persona, que se podrían manifestar con el correr del tiempo, con trastornos psíquicos y conductuales.

– ¿Por qué no basta con el apego de uno sólo de los progenitores?

-Álvaro: Una de las funciones del apego consiste en proporcionar amor y seguridad, y la otra, en participar en prácticas emocionantes y desafiantes. Por eso, el vínculo de apego es algo más que mantener a los niños a salvo del peligro, lo que a menudo se considera el papel de la madre. El apego es también un vínculo que promueve la exploración y da confianza para aventurarse, lo que suele ser el papel del padre. Para que los niños se conviertan en adultos competentes deben tener un apego seguro con la madre y con el padre. Goethe decía: «solamente podemos dejar un legado a nuestros hijos: raíces y alas». Sin muchos matices se puede afirmar que las raíces se las provee sobre todo la madre y las alas sobre todo el padre. En síntesis, el apego materno y el paterno son complementarios. Se suman y se refuerzan. Y cada uno tiene su puesto irreemplazable.

-¿Han visto en alguna experiencia reflejo de esta falta de apego y su consecuencia en la persona?

-María José: Sería muy arriesgado afirmar que un determinado rasgo de personalidad o un trastorno psicológico procede necesariamente de una falta de apego, pues la conducta humana es multifactorial. Con la sola excepción del trastorno conocido como disociación estructural de la personalidad, que ha sido señalado por los expertos como resultado directo del estilo de apego desorganizado, el cual incluye negligencia, abuso o violencia.

De modo amplio se puede decir que determinadas carencias psicológicas proceden de apegos inseguros, como por ejemplo, la falta de contención emocional o sexual, de maduración afectiva, o peor disposición para resolver crisis o desajustes sociales.

-¿Está la figura del padre denostada en la sociedad de hoy?

-Álvaro: La respuesta a esa pregunta es «sí». Existe la creencia en buena parte de la sociedad que el padre es prescindible, muchas veces hasta se le considera un estorbo, y en ocasiones, un elemento sospechoso. El típico retrato robot de ciertos medios de comunicación es el de un hombre violento, alcohólico, abusivo, y que abandona el hogar.

Esas creencias son mitos que limitan, o en algunos casos impiden, la capacidad de involucrarse con sus hijos. Porque no es cierto que todos los padres se desinteresen de los hijos, o que no tienen la capacidad de implicarse o que son perjudiciales si se involucran.

-María José: Yo podría añadir que esas creencias proceden de una generalización de cierto estilo de paternidad que corresponde al pasado, y que, si bien persiste en ciertas sociedades, no es fiel a la realidad actual en nuestros países y en las nuevas generaciones del siglo XXI.

Hoy en día, los padres -papás- están y quieren estar más involucrados. Ellos están. Nunca se han visto tantos padres paseando a sus niños en coches por los parques, o asistiendo a las reuniones escolares, o a las consultas de pediatría; u otros tantos que buscan hacer valer sus derechos sobre los hijos en los juzgados cuando las parejas se separan.

El problema que vemos es que esos padres más involucrados, e incluso más expresivos emocionalmente que las generaciones anteriores, todavía no saben cómo estar como papás, es decir, sienten que están escasos en competencias para implicarse desde la propia perspectiva de padres. Atentos, como hemos dicho antes, no como mamá 2.0., sino justamente como papá.

– Pero ¿cómo es ese estar presente del padre? ¿Podríais explicar mejor esto de saber estar de los padres?

-Álvaro: Hay que partir del hecho que el padre cumple con algo básico: satisfacer las necesidades físicas y de seguridad de la familia (padre proveedor y protector). Pero esto solo es el punto de partida. Saber estar incluye otras competencias o saberes, entre otros, saber ejercer su autoridad, saber ofrecer seguridad a los hijos en la exploración y estímulo ante las eventuales decepciones o frustraciones, saber transmitir la masculinidad a su hijo varón, y saber afirmar la feminidad de su hija mujer.

-¿El apego es igual a dar cariño?

-María José: Todos los padres aman a sus hijos. Pero ofrecer un vínculo de apego no es ni amarlos ni dar cariño. Comprende el amor y el cariño, pero no es eso. Es más bien ofrecerles una base segura desde la cual ellos pueden explorar el mundo. Y cuando se sienten en alguna situación de miedo o de adversidad puedan regresar a ese refugio, sabiendo que sus padres van a estar ahí cuando los necesiten.

Ese refugio seguro implica la contención, que lleva muchas veces a enseñar al hijo a superar las frustraciones, y levantarse ante los eventuales fracasos, como también ser una figura de autoridad amorosa.

También es estar pendiente de todos los aspectos de la vida del hijo: techo, alimentación, salud, educación, formación espiritual, etc. Esta base segura la necesitaremos siempre. En la niñez la ofrecen los padres; en la adolescencia, los amigos; en la etapa adulta, el esposo, e incluso Dios.

-Antes trataron un tema interesante, el rol del padre en la masculinidad del hijo y la feminidad de la hija. ¿Pueden ampliarlo un poco más?

-Álvaro: Hay que comenzar diciendo que existe un problema serio en la sociedad ideologizada de feminismo de género, que es incapaz de ofrecer parámetros claros en cuanto a la identidad sexual de los niños. Ellos necesitan en su entorno de la alteridad sexual, es decir, de la presencia de hombres y mujeres. No solo de uno o de la otra.

Si echamos nuestra mirada a los casos de los hijos varones que viven solo con la madre, rodeados de feminidad vemos que muchos están creciendo en un mundo extremadamente feminizado, sin referencias masculinas. Está más que claro que ellos necesitan de la presencia del padre o de una figura de apego masculina para que les enseñe a transformarse en hombres. Cuando no está presente el padre, es más frecuente la presencia de violencia y adicciones de diversos tipos. Al igual que el chico es más proclive a unirse pandillas donde encuentra en el jefe pandillero la figura masculina.

-María José: Yo quisiera añadir un aspecto qué ocurre con las hijas que crecen sin papás. Hay muchos estudios que revelan que son más inseguras, poseen una autoestima más baja, tienen mayores dificultades en la relación con los chicos, son menos exigentes en la elección de pareja y se dan en ellas más frecuentemente embarazos no deseados en la adolescencia temprana.

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