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Esta es una pregunta que los padres nos hacemos constantemente, en especial cuando estamos pasando por momentos difíciles con los hijos o cuando están atravesando edades que suelen ser complicadas como los “terribles 2 años”, la etapa escolar o la adolescencia.
Por eso, para ayudarnos a responder esta pregunta, consultamos un escrito de Ángela Marulanda, en el cual habla del desafío de ser padres hoy en día.
Autora, educadora familiar y coach en temas relacionados con el fortalecimiento de las relaciones familiares y la formación de los hijos, Marulanda reconoce y afirma que hoy en día se hace más difícil criar hijos: “Mientras que en el pasado eso de criar hijos parecía ser como un proceso muy natural en el que los padres espontáneamente daban órdenes y los hijos sumisamente obedecían, el ambiente social de la familia hoy es muy distinto. Si bien en el pasado los hijos obedecíamos a fe ciega lo que decían los padres, simplemente por temor, por conveniencia, o por cualquier razón, hoy los niños nos exigen una explicación válida antes de acatar cualquiera de nuestras instrucciones. Si no les parece, pues dicen que no. Y se defienden con un ´no me grites´ o ´no me maltrates´”.
Lo anterior unido a otros factores como la globalización, la tecnología, los cambios en las estructuras familiares y la falta de tiempo de los padres, hacen de la crianza un reto aún mayor, según la especialista.
¿Cómo podemos saber qué tan buenos padres estamos siendo?
En el día a día se presentan situaciones con los hijos que nos hacen cuestionar nuestro papel de padres y todo esto inevitablemente nos lleva a pensar en el tipo de autoridad que estamos ejerciendo.
Y es que la autoridad es el centro de todo, nos preguntamos entonces si estamos siendo muy tiranos, o en otros casos podemos pensar que se nos está yendo la mano por relajados… Para ello, la experta describe tres estilos de autoridad que comúnmente encuentra en las familias y que precisamente no son los más adecuados:
“Están los padres autoritarios. Su desventaja es que con sus actitudes comunican un cierto rechazo, que los hijos interpretan como falta de amor, les crean dudas sobre su valor personal y sus capacidades. Se vuelven inflexibles, dogmáticos, y mientras exigen respeto por parte de sus hijos, les faltan al respeto todo el tiempo. Su trato es severo, distante y muchas veces abusivo.
No olvidemos que los padres debemos ser amor, guía y herramientas. El amor es el impulso vital en el transcurso de su vida; la guía es algo así como la brújula; y las herramientas son todas esas cualidades, destrezas y habilidades que les permiten andar ese camino y superar los obstáculos que pueden encontrar en su trayectoria.
Están los padres sobreprotectores, actitud que es mucho más frecuente entre las mamás, quienes comunican afecto e interés, lo cual lleva a los hijos a sentirse amados y les brinda alguna guía para su camino. Falla en el desarrollo de las herramientas que necesitan para poder hacer su trayectoria (…)
Por último, tenemos el estilo permisivo que, yo creo, por su comodidad, suelen aplicarlo padres demasiado laxos con sus hijos, que permiten todo, justifican todo, dan gusto en todo… mejor dicho, no ponen límites y siempre se están disculpando. (…) Este tipo de papás, si bien puede que les comuniquen por lo menos un poquito de amor a los hijos, definitivamente no son guía y menos aún les dan herramientas.
Los hijos de este tipo de padres suelen caracterizarse por ser personas que no conocen límites, que no aprecian el esfuerzo ni lo saben hacer y que en el fondo del alma no se sienten profundamente amados. Por lo tanto, se sienten abandonados, son niños que con mucha frecuencia se dan cuenta que sus padres no los aman, porque no les importa lo que ellos hagan o dejen de hacer. Es importante recordar que amar a los hijos no es darles gusto en todo, sino hacer lo que es más conveniente para su formación, así no sea lo más agradable para ellos o para nosotros.”
Si no es aconsejable ser sobreprotector, permisivo o autoritario, ¿cómo debemos ser los padres del tercer milenio?
Marulanda responde: “Desde finales del siglo pasado se ha venido hablando del estilo eficaz. La palabra eficaz es muy fácil confundirla con la palabra eficiente, que es quizás lo que más vemos hoy en día en los padres, quienes hacen muchas cosas por su prole, pero en el esfuerzo de hacer tanto no hacen lo que es apropiado. Ser padres eficaces no es hacer mucho, sino hacer lo que es justo y conveniente para los hijos.
Los padres eficaces se caracterizan, entre otras cosas, porque saben expresarles su amor a los hijos y los tratan con cariño, amabilidad y respeto, al mismo tiempo que aceptan su individualidad y sus capacidades, pero sin dejar de ponerles límites. Permiten que los niños tomen decisiones dentro de ciertos opciones permisibles y les enseñan a ser responsables por las consecuencias de sus actos. Fijan normas claras de comportamiento y velan estrictamente por su cumplimiento, a la vez que dan ejemplo de ellas al estarlas cumpliendo. Por último, quizás una de las cosas más importantes, es que cumplen lo que prometen, sin perdonar la sanción establecida cuando los niños infringen una norma, o sin dejar de dar aquel reconocimiento que ofrecieron cuando se lo merecen.
A la vez, este tipo de padres reconocen los esfuerzos y el progreso de los niños y están más centrados en estos que en los logros y en los honores que los pequeños puedan lograr. En otras palabras, estos padres saben que la presencia, el amor y el ejemplo que les den a sus hijos son fundamentales para formarlos como personas sanas y responsables, y por eso están dispuestos a darle al matrimonio, a su familia y a su labor de papás una absoluta prioridad”.
Por supuesto, esta educación se ve reflejada en los hijos: “Los hijos de este tipo de padres son niños que se sienten seguros, satisfechos y a gusto consigo mismos; es decir, que gozan de una muy buena autoestima porque saben que son importantes para sus padres y por lo tanto, no necesitan estar siendo el centro de atención y constantemente aprobados por quienes los rodean. Son menores que les agrada estar en familia, que aceptan que se les corrija o aconseje sin sentirse menospreciados, que no le temen al fracaso, que no ven sus fallas como una deficiencia personal y que saben tomar decisiones y responder por las consecuencias de las mismas. Suelen ser personas útiles, colaboradoras, positivas, responsables, es decir, ese tipo de personas con quienes todo el mundo quiere estar.”
¿Cuál es la cualidad más importante para ser un buen padre?
Para ser buenos padres se necesitan muchísimas cualidades: paciencia, ecuanimidad, autocontrol comprensión, disciplina, flexibilidad, tolerancia, dedicación y otras tantas, pero Marulanda destaca una en especial:
“La más importante para formar hijos dotados de todas las virtudes y capacidades que les permitan llegar a ser unos buenos seres humanos, es ser padres valientes. Es decir, tener la fortaleza necesaria para hacer lo que más les conviene a los hijos por duro que pueda parecernos. Por ejemplo, se necesita mucho valor para no recibir al pequeñín que llega a la cama diciendo quiero dormir contigo. Se necesita mucho valor para no llevarle al niñito la tarea que se le olvidó, así esto implique que pierda la materia. También se necesita mucho valor para no darles nada más de lo que estrictamente se merecen, así nos rueguen y nos enloquezcan. Para no ayudarle a hacer el proyecto escolar que no preparó a tiempo, así esto implique que pueda ser reprobado en el año escolar. Para no permitirle que vaya a ese paseo, a esa fiesta o a esa discoteca donde no habrá supervisión suficiente para ellos. Y por último, se necesita ser valientes para no pagar la fianza y sacarlo en un momento dado de la cárcel o de cualquier problema en que se haya metido, porque es así como aprenderá que sus errores tienen amargas consecuencias.
Lo que más necesitan los hijos no son padres complacientes que estemos dedicados a darles gusto en todo, sino padres valientes capaces de cuestionarnos, de tener la fortaleza para comprometernos tan seria y profundamente en la formación de nuestros hijos, que haremos todo lo que es preciso para formarlos como personas correctas, por difícil o doloroso que pueda resultarnos”, concluye la especialista.
Redacción LaFamilia.info – Fuente: Grupo Editorial Norma