educarestodo.com – 31.01.2022
foto: gpointstudio
¿Por qué se pueden pasar horas ensayando coreografías para luego subirlas a TikTok? ¿Cómo pueden admirar a influencers que no hacen nada más que jugar a videojuegos? Y no hablemos de lo sensibles que son… ¡a la mínima sacan a relucir el tema de la salud mental y las emociones! Mi madre lo hubiera arreglado con un buen chancletazo y asunto zanjado… ¿Te suena?
Si educar nunca fue fácil, hacerlo en la era de la tecnología es todo un reto. ¡Y las madres y padres de la generación Z (son los nacidos a partir del año 1995 aproximadamente) pueden corroborarlo! Pero hay cosas que no cambian, y es que seguimos teniendo que enfrentarnos a la misión más grande de nuestras vidas (educar a seres humanos) sin demasiada preparación previa. Y, por supuesto, cometemos errores, como todo el mundo.
Si bien no debemos martirizarnos ni sentirnos culpables por estos errores, porque al final es completamente normal y seguro que cometemos muchísimos más en el futuro, sí que está bien que reflexionemos sobre algunas cosas que hacemos en el día a día y que, probablemente, no estén beneficiando para nada a nuestros hijos. Veamos algunos ejemplos:
1. Pensar que sus intereses son banales
Muchas veces nos cuesta entender qué les engancha tanto de TikTok, por qué les gusta escuchar reggaetón o qué encuentran de interesante en determinados influencers que, según nosotros, no hacen nada del otro mundo. Y es que cuando nosotros éramos jóvenes, socializábamos en los parques, la música era mucho mejor y nuestros referentes se habían ganado nuestra admiración. ¿O no?
Lo cierto es que tenemos muy poca memoria, ya que cuando éramos jóvenes, también la música de la época de nuestros padres era la mejor y nosotros éramos una generación perdida. También nos sentimos incomprendidos, juzgados, bajo el yugo del ‘adultocentrismo’ de nuestros mayores. Solo que ya no nos acordamos.
Tal vez, en lugar de banalizar sus intereses, podríamos hacer el esfuerzo de intentar comprender qué es lo que les gusta, por qué admiran a alguien, qué contenidos consumen en redes sociales, cómo se divierten… es probable que sigamos sin entenderlo, pero estaremos haciendo un acercamiento a nuestros hijos, fomentando la conversación, interesándonos por sus gustos, mandándoles el mensaje de que sus intereses también son importantes y que queremos saber más sobre ellos. En definitiva, estaremos escuchándoles.
Y es que muchas veces nos quejamos de que la comunicación con adolescentes es imposible, que no nos cuentan nada, pero parémonos a pensar… ¿qué proporción de las conversaciones que mantenemos con ellos son órdenes o reproches? ¿Y qué proporción son conversaciones interesantes o que nos permitan estrechar lazos? ¿Cuántas preguntas les hacemos que ya contienen la respuesta? ¿Y cuántas con un estilo conversacional abierto? Probablemente, si reflexionamos sobre esto, nos demos cuenta de que no les estamos dando una oportunidad para que se expresen.
2. Creer que son la generación de cristal
Bajo la expresión de “generación de cristal” subyace la idea de que hablar de emociones, focalizarse en la salud mental o cubrir las necesidades de los niños y niñas les va a hacer “blanditos”, “dependientes”. Y lo que es necesario en educación es mano dura. ¡Y nada más lejos de la realidad!
Como dice el psicólogo Rafa Guerrero, “dar cariño a nuestros hijos no es un lujo, es una necesidad”. Cubriendo sus necesidades emocionales no les hacemos más dependientes, sino que fomentamos el desarrollo de un apego seguro, les ayudamos a identificar y gestionar sus emociones… en definitiva, ¡les estamos dando herramientas para la vida!
3. Permitir el uso sin límites de la tecnología porque son “nativos digitales”
La docente y experta en redes sociales María Lázaro lo tiene claro: “Los nativos digitales no nacen, se hacen”. Y es que, a pesar de lo contradictoria que puede sonar esta frase, es totalmente cierto que los niños y niñas no nacen sabiendo usar la tecnología. Pero como sí nacen en la era dorada de internet, ya damos por hecho que se van a saber desenvolver en la red mejor que nosotros. Y no es así.
Los límites y normas en el uso de las pantallas son completamente necesarios. Y, por supuesto, las madres y padres debemos estar al día de las redes sociales, del uso que hacen de ellas, del contenido que consumen, las horas que pasan delante de las pantallas…
4. Exponerles en las redes sociales desde pequeños y luego pretender que no se sobreexpongan
Esta es una incoherencia bastante común entre madres y padres de hoy en día. No queremos que se sobreexpongan en redes sociales, pero nosotros sí nos vemos con la potestad de exponerles en nuestras redes (hagamos énfasis en la palabra nuestras) casi desde el momento en que nacen y sin pedirles permiso.
No hay ninguna mala intención en este acto, por supuesto, pero sí incoherencia. ¿Qué ejemplo les estamos dando? ¿Les estamos enseñando a hacer un correcto uso de las redes? ¿Estamos siendo conscientes de lo que significa compartir imágenes de menores en determinados contextos virtuales? ¿Con qué cara les pediremos luego que no narren su vida en redes, que se guarden cosas para ellos, si nosotros hemos sido los primeros en exponerles?
5. Educarles como nos educaron a nosotros
“Mis padres me educaron así y mira lo bien que he salido” es otro de los comentarios que más recibimos. Y no te vamos a negar, usuario desconocido, que hayas llegado a ser una persona maravillosa de los pies a la cabeza a pesar de que tus padres te pegaran cuando te portabas mal o utilizaran contigo el miedo y la amenaza.
Pero lo cierto es que los tiempos avanzan, los estudios e investigaciones también, y en el año 2022 ya sabemos cómo de perjudiciales son los castigos, el chantaje emocional, la violencia, el miedo, los gritos, etc., para el desarrollo de los niños y niñas. Y lo que es mejor… ¡conocemos alternativas para no tener que recurrir a estos métodos!
Por otra parte, existe otra posibilidad, que es la de reproducir un estilo educativo que aprendimos de nuestros padres de forma inconsciente: así nos educaron, así aprendimos y así educamos. Y de esto, en mayor o menor medida, no nos libramos nadie. Por eso es tan importante que hagamos un trabajo de reflexión, de buscar información, de intentar deshacernos de viejas ideas y conocer nuevas herramientas respetuosas para educar a nuestros niños. Al fin y al cabo, queremos lo mejor para ellos, ¿o no es así?
Por Marina Borràs – Educar es todo
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