Queremos lo mejor para nuestros hijos, no obstante, a pesar de esas buenas intenciones, los padres buscan solucionarles todos los problemas que tengan, evitarles el sufrimiento y ocultarles las dificultades.
Cuando nos referimos a enseñar a pensar a los hijos, hablamos de proporcionarles las herramientas para que ellos mismos sean capaces de tomar decisiones, ser autónomos, asumir las consecuencias de sus actos, afrontar las dificultades e identificar qué es conveniente y qué no para su vida.
Aprendizaje para la vida
Cuando los niños son muy pequeños, sus padres son quienes deciden qué deben comer, cuándo es hora de dormir, qué ropa van a usar… sin embargo, cuando ellos van tomando cierta conciencia, comienzan a identificar gustos, disgustos, necesidades y sentimientos, los padres deben dejar que ellos participen en los procesos de elección y toma de decisiones.
Enseñarles a pensar, también implica educarlos para la reflexión, es decir, estudiar detenidamente qué opción es la más adecuada, qué consecuencias conlleva, qué beneficios y qué perjuicios se producirán, antes de dar la última palabra.
Cómo enseñar a pensar…
Se debe aprovechar cualquier oportunidad para que los hijos tomen alguna decisión según su nivel de madurez, ayudándoles a pensar previamente en las alternativas, exigiéndoles después en que realicen lo decidido o ayudándoles a valorar si fue o no una decisión acertada.
Tan importante es el pensar como el hacer; de nada sirve pensar bien, decidir bien, pero no hacer operativamente nada, y mucho menos sirve hacer sin pensar.
Los hijos aprenderán a decidir mejor si se les acostumbra a pensar y responsabilizarse antes y después. Aunque es un proceso que lleva tiempo, trabajo y dedicación, es un esfuerzo que vale la pena hacer, los hijos lo agradecerán por el resto de su vida.
Es importante observar, desde que los hijos son pequeños, su manera de enfrentarse a las situaciones de la vida. Algunas preguntas valiosas que nos podemos hacer con respecto a la manera de pensar de un hijo son:
– ¿Argumenta sus opiniones?
– ¿Se esfuerza en comprender más que en memorizar?
– ¿Pregunta con frecuencia?
– ¿Busca información?
– ¿Reflexiona antes de decidir sobre sus asuntos personales?
– ¿Cuál es su actitud frente a los problemas y dificultades?
– ¿Cómo utiliza su tiempo libre?
Primeros pasos
Cuando los hijos están pequeños, comience por orientarlos en situaciones que estén a su alcance, en las que haya más de una opción, que no tengan repercusiones graves o que afecten al resto de la familia y que no superen su autodominio actual.
Si se acostumbran desde tempranas edades a pensar y a decidir en consecuencia, al llegar la adolescencia estarán entrenados, seguros de sí mismos, además de fortalecidos para afrontar los vaivenes de la vida.
Orientaciones concretas para el desarrollo del pensamiento en los hijos
– Plantearles interrogantes.
– Animarlos a plantear y resolver problemas.
– Conceder zonas progresivas de autonomía.
– Explorar las consecuencias de sus decisiones.
– Valorar el esfuerzo más que los resultados.
– Considerar otros puntos de vista.
– Alabarles las cosas bien hechas.
– Insistirles en la precisión en el lenguaje.
– Hacerlos consientes de sus propios avances.
– Asignarles tareas novedosas y complejas.
– Emplear el conocimiento en diferentes contextos.
– Darles participación en la toma de decisiones de la familia.
11 Consejos para enseñar a pensar a los hijos
Fernando Corominas, destacado escritor y educador español, Presidente del Instituto Europeo de Estudios de la Educación, nos presenta las siguientes ideas:
1. No basta con tener el conocimiento, sino hay que saber lo que se debe hacer con él. “Podemos conocer la química cerebral que explica el movimiento de un dedo, pero eso no explica por qué ese movimiento se usa para tocar la tecla de un piano o para apretar el gatillo de un arma. No podemos abaratar la verdad devaluando su valor como si estuviera de oferta”.
2. Para aprender a pensar hay que ejercitarse a diario. Enriquezca su lenguaje, enséñeles cada día nuevas palabras, fomente el diálogo y el ejercicio mental que supone defender una causa, argumentar las propias decisiones. Si tiene hijos adolescentes, plantee problemas actuales, como el de la dictadura de la moda y cómo reaccionar a ella. Enséñeles a liberarse de tantas dictaduras que encarcelan a muchos jóvenes, y a no sacrificar la verdad por algo tan cambiante como la moda, por ejemplo.
“La tierra no labrada se llena de abrojos y espinas aunque sea fértil. Así sucede con el entendimiento del hombre”, dice Santa Teresa de Ávila. Como las experiencias del ser humano son limitadas, hay que enseñarles también a asumir las de otras personas. Hay que facilitar muchas experiencias. Saber qué es el frío y el calor, conocer el campo y la ciudad, ver como viven los necesitados y los opulentos, hablar con personas diferentes.
3. Aprender de las equivocaciones. Es imposible no equivocarse, pero es posible aprender de los errores. Si quiere que aprendan a pensar, deben conocer el mundo del error, tan propio de los humanos.
Evitar a los hijos la experiencia del fracaso, es un paternalismo mal entendido. La vida muelle lo único que fabrica son jóvenes endebles.
4. Conocer y evaluar la realidad. Serán más inteligentes y libres cuando conozcan la realidad, sepan evaluarla y sean capaces de encontrar nuevas vías para solucionar los problemas.
5. Enseñarles a que quieran pensar. Tanto o más importante que enseñar a pensar es motivar a pensar por cuenta propia. Con actitudes positivas, los hijos pueden “comerse” al mundo; con actitudes negativas el hecho de pensar se les hace algo cansado y su actuar será mediocre.
6. Enseñe a tomar decisiones. La inteligencia es capaz de resolver problemas vitales. No es muy inteligente quien no sea capaz de decidir para resolver sus propios problemas, aunque pueda resolver “problemas de trigonometría”. Si educar consiste en enseñar a crecer en libertad y en responsabilidad, uno de los aspectos clave de la educación es ayudar a decidir bien. Cuanta más capacidad de decisión, más libertad.
7. Fomentar en los hijos la capacidad de preguntar continuamente. Las tres preguntas fundamentales son: ¿qué es?, ¿por qué es así?, ¿cómo lo sabes?. Según Aristóteles, la ciencia es el conocimiento cierto por las causas. Corresponde a los padres estimular y favorecer el clima para que arraiguen los hábitos intelectuales de los hijos.
8. Aprender a aprender y aprender a disfrutar aprendiendo. El aprendizaje puede ser divertido si se plantean nuevas preguntas. Recordemos que el hombre no sólo es capaz de solucionar problemas, sino de plantearse nuevos problemas y encontrar las soluciones.
9. Aprender a discurrir y a escribir. La inteligencia se parece a un río, que discurre. Aprender a pensar es aprender a tocar dos instrumentos del pensamiento: la escritura y el discurso, la argumentación fluida de las ideas.
10. Enseñar a ser “más inteligentes que la pantalla”. Fomentar lectura y disuadir de televisión y juegos de video o juegos por Internet. Enseñar a valorar los libros que “alimentan la inteligencia sin dejar seco el corazón.”
11. Enseñar a encontrar tiempo para reflexionar. Es imprescindible reflexionar sobre los grandes temas de la vida: el sentido de la vida, de las cosas, del hombre, de Dios. Unamuno decía que le gustaba ir a pasear con pastores de ovejas para aprender a pensar. Los pastores tienen mucho tiempo para pensar y por ello dan rienda suelta a la imaginación y descubren nuevos horizontes que no se le habían ocurrido a nadie.
Colaboración: Gloria Serrano, Equipo Consultorio Familiar LaFamilia.info