Onlyfans y Twitch: ¿plataformas de entretenimiento o prostitución legalizada?

Por Anna Sarnataro / FamilyandMedia – 07.03.2022


foto: snowing

Es bien sabido que el sexo vende, pero antes eran esencialmente actores y personas pertenecientes al mundo del entretenimiento los que vendían su cuerpo. Con las nuevas plataformas de streaming online, lo puede hacer todo el mundo.

Gracias a internet y a las diferentes plataformas disponibles, no se espera al «momento de fama», sino que se crea. Twitch y Onlyfans son un impulso decisivo en esta dirección. ¿En qué se diferencian de otras plataformas similares ya disponibles?

Onlyfans y TwTwitchh: pornografía a un clic de distancia

Twitch y Onlyfans nacieron como portales de internet para disfrutar y compartir contenidos. Específicamente, Twitch es un portal gratuito de transmisión en vivo con la posibilidad de suscripciones premium, utilizado sobre todo por los gamer (jugadores), que en 2021 contaba ya con 30 millones de visitantes diarios y más de 9.5 millones de streamers activos en la plataforma.

Onlyfans, en cambio, nació en 2016 como un portal en el que las personas pagan por el contenido (fotos y videos, live streaming) con una suscripción mensual. Una especie de plataforma pay-per-view en pequeño y personalizada que, a través de un mecanismo de fidelización, permite a creadores e influencers monetizar su profesión.

Pero últimamente, a ambos portales han llegado contenidos de tipo sexual o violento, inmorales y a menudo no respetuosos del copyright, que no son eliminados.

¿Dónde está el problema si uno vende su imagen corporal?

Legalmente ninguno, si eres plenamente consciente, libre en tu elección… ¡y mayor de edad!

El acceso a la pornografía a través de internet está al alcance de todos. Los principales sitios que recopilan contenido pornográfico piden una simple autodeclaración de ser adultos para acceder a una galería de millones de videos de los tipos más diferentes.

La preocupación ante plataformas como Twitch y Onlyfans no es que faciliten el acceso a la pornografía (un problema común a todas las redes sociales), sino la posibilidad de que también los menores se vendan en la red.

#Nude4Adults

Un documental de la BBC, #Nudes4Sales, detectó el aumento de venta de contenido explícito por parte de menores de 18 años y puso de relieve que un gran número de menores de edad que utilizan las redes sociales y las plataformas de streaming para vender desnudos a cambio de dinero y regalos.

Otro aspecto preocupante es que, aunque las plataformas intentan censurar ciertos tipos de contenido, no siempre lo logran, y muy a menudo actúan sólo después de recibir quejas; en cualquier caso, no se consigue evitar que algunos usuarios lancen de nuevo un canal/cuenta con credenciales diferentes.

El control humano no lograría monitorizar los millones de contenidos producidos y publicados todos los días en estas plataformas, y las violaciones de derechos de autor de estos canales son manejadas por algoritmos de inteligencia artificial que, por muy sofisticados que sean, pueden ser fácilmente burlados.

En pocas palabras: los usuarios menores de edad logran crear sus cuentas eludiendo los controles de seguridad impuestos por las plataformas, y éstas tienen dificultades para interceptar a los usuarios que burlan estas reglas, a pesar de las numerosas integraciones y mejoras.

Sexo, redes sociales y dinero fácil

La relación entre los jóvenes y la sexualidad, que con la llegada de internet ya se vio fuertemente trastocada, si nos fijamos en los datos del último año, es alarmante.

Según el Informe Digital Global 2020, durante el periodo de confinamiento por la pandemia del Covid-19, la gente ha intensificado de forma vertiginosa no solo su relación con los dispositivos digitales, sino también con la pornografía. Se produjo un aumento en las descargas de aplicaciones de cita y el sexting es cada vez más frecuente.

Estos fenómenos se intensificaron por el distanciamiento social, y forman parte de los nuevos modos de entablar relaciones y vivir la sexualidad, especialmente entre los más jóvenes.

Detrás de la pantalla disminuyen las inhibiciones, hay una especie de filtro. Pensemos por un momento en el sexting: existe la posibilidad de probar y volver a intentarlo, de elegir con cuidado, modificar y solo finalmente enviar la mejor toma fotográfica.

¿Qué impulsa a un menor a vender su imagen en línea? Es como preguntar: ¿Por qué toman drogas? O simplemente, ¿por qué empiezan a fumar?

Son comportamientos nocivos, pero sus consecuencias no se perciben hasta pasados los años.

La adolescencia es una de las fases más críticas, la “tierra media” antes de la edad adulta, llena de incertidumbre y en constante búsqueda de aprobación. Los Me gusta, seguidores, comparte… alimentan esta rueda hecha de pocas palabras pero de muchos “follows”, de pocos recuerdos pero muchas «fotos instagrameables», de mucho sexo pero poco amor. De ahí a decidir vender tu imagen o tu cuerpo hay un trayecto corto, sobre todo si resulta tan fácil hacerlo. Piensan: «¿qué más da?», sin importarles los riesgos que puede tener el intercambio incontrolado de imágenes/videos personales, la posibilidad de revenge porn (pornografía por venganza) hasta la pornografía infantil. Lo único que ven es dinero fácil.

Tal vez todos deberíamos comenzar a prestar más atención no al nivel de la batería de nuestros teléfonos inteligentes, sino a las personas que nos rodean y amamos. ¿Cómo podemos proteger a los adolescentes del riesgo de la pornografía infantil, si antes no los educamos y les enseñamos a mirarse a los ojos?

*Colaboración de www.FamilyandMedia.eu para LaFamilia.info 

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