El debate sobre la despenalización de las drogas, específicamente de la marihuana, también llegó al Perú. Es un hecho que este debate en positivo no lo promueven los padres de familia ni los buenos amigos de los cerca de noventa mil adictos a este alucinógeno que hay en el país. Y según un reciente reporte de la organización Cedro, tampoco hay dudas al respecto: el 93% de peruanos está en contra de la legalización de las drogas. Entonces, ¿por qué alentarlo?
Las voces que se escuchan son de tipo liberal, con algún componente de consumidores por recreación que no llegan al 10% en las principales ciudades del país. Los argumentos, por lo tanto, varían entre quienes lo llevan al ámbito de la libertad y la moral personal, hasta quienes quieren tenerla a la mano para «relajarse», olvidarse unas horas de la migraña, o para potenciar ciertas actitudes para la vida social o los procesos creativos en el arte, por ejemplo.
Son estos argumentos sobre los que insiste una minoría, evadiendo la realidad de que la marihuana es más cancerígena que el tabaco, causa enfisemas pulmonares y es un agente que intoxica. O que los hijos de las adictas nacen con bajo peso y talla, y son propensos a enfermedades respiratorias e inmunológicas.
También olvidan que una droga en exceso fomenta desórdenes sociales como el robo y la criminalidad; estos últimos, debido a la relajación de la conciencia y de las percepciones sensoriales que se producen al fumarla.
Cifras que alarman
Según el sicólogo clínico Milton Rojas, quien es también especialista de Cedro, este tipo de medida puede “disparar” el número de adictos a cifras que impidan al mismo estado y a las organizaciones clínicas y terapéuticas, asumir miles de casos de dependencia que necesitarían rehabilitación.
Porque según Rojas, el 30% de los consumidores de marihuana consume otras drogas, lo que potencia los casos de psicosis y esquizofrenia en población joven. Además, el comercio se incrementará porque siempre habrá venta ilegal de droga que cruzará los límites de cualquier “legalidad”.
Debido a que la drogadicción es un problema de salud pública en el Perú (junto a otras enfermedades como la Tuberculosis y el Cólera, propias de países pobres), no creemos que exista un estado sensato en América Latina que vaya a abrirse un nuevo frente que atender –la drogodependencia–, con los escasos recursos con que se cuenta.
No bajar la guardia
Ante esto, Milton Rojas no ve una tendencia oficial de los gobiernos de turno ni de los organismos internacionales por promover una comercialización o venta libre que sea alentada por los estados.
Lo que hay más bien es una presión de algunos grupos organizados que, llevados por los casos de despenalización en otros países o estados norteamericanos -en algunos de estos por recreación-, piden en plazas y medios de comunicación el libre comercio de la droga para consumirla a su antojo.
Ante este panorama, convendría mirar a países como Holanda, pionero del consumo de marihuana en Coffee shops desde 1976, el cual desde 2004 aplica una legislación más estricta luego de reconocer ante el mundo que el uso de la marihuana no era tan inocua como se pregonaba.
Esto lo llevó en 2011 a clasificarla dentro de las llamadas «drogas duras», y a escuchar voces de alerta como la del Observatorio de Drogas de Europa, que ubica a Holanda en el primer lugar del número de adictos que solicitan tratamiento, con una cifra escalofriante de sesenta mil consumidores de droga.
Por otro lado, la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de los Estados Unidos, ha informado que Holanda es el mayor productor en Europa de drogas sintéticas, el mayor cultivador de cannabis y la puerta de entrada para la cocaína, la heroína y el hachís a Europa.
Ante este panorama, los especialistas sugieren a los gobiernos latinoamericanos a no abandonar las políticas de prevención y erradicación de la droga, que en algunos casos viene trayendo resultados.
Cortesía de Aleteia.org para LaFamilia.info