Humildad: la verdad sobre uno mismo

LaFamilia.info – 30.06.2010

En la vida se presenta a veces dos caminos: el de la humildad o el de la soberbia; el primero siempre tiene un final feliz, el segundo acaba mal.

La humildad es la actitud derivada del conocimiento de las propias limitaciones y que lleva a obrar sin orgullo. Este valor lleva a la persona a conocer y aceptar la realidad de su vida, sin subestimarse ni creerse superior a los demás. Es la verdad sobre uno mismo.

Humildad no quiere decir “flojera”, falta de carácter o debilidad -pues no se le puede llamar así a la virtud que denota pureza de alma y paz interior-, como tampoco la soberbia es signo de fortaleza.

Recordamos entonces las palabras de Santo Tomás: “La soberbia consiste en el desordenado amor de la propia excelencia”. La soberbia enceguece al hombre, pues no le permite aceptar o ver sus defectos y por eso mismo, no puede corregirlos. El hombre humilde en cambio, cuando detecta una rama torcida, puede enderezarla, aunque le duela.

Los beneficios de la humildad

Covadonga O´Shea, en su libro “En busca de los valores”, hace un interesante análisis en su apartado sobre la humildad. La autora con base en su experiencia, conocimientos y aprendizaje de otras personas, dice que la humildad provee un estado de alerta y de admiración hacia el trabajo de los demás. De igual manera, afirma: “quien tiene una actitud humilde en la vida diaria está siempre abierto a pedir consejo, no porque no nos fiemos de nuestra inteligencia, sino porque tenemos en mucho la de los demás. Otra consecuencia positiva de quien trata de ser humilde es que esta virtud no nos deja creer que hemos llegado a la cumbre en ningún sentido, ni nos ciega hasta el punto de no ver lo mucho que nos queda por recorrer hacia adelante y la ventaja que nos llevan otros”.

Por tanto, la humildad es una vía hacia la felicidad, pues se vive en armonía con los demás, se valora a sí mismo de la misma forma que se valora a quienes le rodean, se experimenta serenidad, tranquilidad y se desarrolla la capacidad de admitir las equivocaciones, se facilita el perdón, hace que la crítica se transforme en una posibilidad de crecimiento, y finalmente, se elimina la presión externa y el miedo a mostrarse como un ser perfecto, lo cual no es posible bajo ningún punto de vista.

La humildad en acción

La humildad va más allá de las palabras. Vivir con humildad es reconocer los propios errores y además comunicárselo a quien fue ofendido. Un ejemplo claro de esto, es cuando los padres de familia se equivocan en cualquier actuar con los hijos, donde es válido y necesario pedirles disculpas, lo que está lejos de ser un declive de autoridad. Este gesto de humildad, además del crecimiento personal que representa, les enseñará a los hijos que aunque los seres humanos se equivocan, tienen derecho a rectificar sus errores, logrando así superar las dificultades sin afectar el cauce natural de la vida.

También se es humilde, cuando en el rol de líderes (dentro de grupos sociales, trabajo, etc.) se aprende de los demás y se reconoce en el otro su valor como ser humano. Asimismo, se reconocen las propias fortalezas pero no se enaltecen aplastando las de los otros.

Claves para estimular la humildad

El libro “Pequeña Guía de los Valores Humanos”, presenta las siguientes claves para no caer en comportamientos que denoten falta de humildad o de modestia:

  • Ser consciente de que se poseen virtudes, pero también defectos, y reconocerlos con total naturalidad sin menospreciarse por ello.
  • Diferenciar una crítica constructiva de un ataque injustificado y no dejarse amedrentar por reproches sin fundamento.
  • Saber qué lugar nos corresponde dentro de la familia, sociedad, etc., e intentar cumplir nuestra misión lo mejor posible sin pretender sustituir a otras personas.
  • Intentar en todo momento mejorar y superarnos sin dejarnos abatir por las adversidades.
  • Mostrar siempre nuestra auténtica cara sin máscaras ni disfraces.
  • Ser laboriosos e insistentes en nuestro intento de mejorar y crecer.
  • Amarnos a nosotros mismos y a quienes nos rodean para perdonarnos y perdonar los errores.
  • Ser delicados y tiernos con el prójimo.
  • Conservar la sencillez y accesibilidad que pueda ganarnos el respeto y cariño de quienes nos rodean.
«La humildad es el rechazo de las apariencias y de la superficialidad; es la expresión de la profundidad del espíritu humano; es condición de su grandeza»
Juan Pablo II

 

Fuentes:
Libro En busca de los valores, Covadonga O´Shea. Ediciones La Esfera de los Libros. Madrid, 2006.
Libro Pequeña Guía de los Valores Humanos, Leslie Rosen. Ediciones Robinbook. España, 1998.
Corazones.org

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