Marian Rojas Estapé: “Muchas enfermedades de hoy están relacionadas con el ritmo de vida que llevamos”

Marián Rojas-Estapé
La psiquiatra Marián Rojas-Estapé

Ansiedad, depresión, trastornos… La psiquiatra Marian Rojas Estapé autora de «Cómo hacer que te pasen cosas buenas» y «Encuentra tu persona vitamina» está convencida de que, incluso en el dolor, podemos sacar cosas positivas, si sabemos cómo opera la mente ante los problemas.

Marian Rojas Estapé logra poner complejos temas médicos al alcance de todos, e intenta, a menos que se trate de pacientes con trastornos graves, ayudar a las personas a que, poco a poco, puedan “enfrentarse a los grandes dramas de la vida y a los pequeños sufrimientos del día” sin fármacos. Según indica, “la medicación es útil, pero ante un drama, pasado un tiempo, debes aprender a vivir sin medicación”.

A continuación compartimos una entrevista realizada por la Revista Misión a la reconocida psiquiatra Marian Rojas:

El 20 por ciento de la población “está medicada por problemas de ánimo”. ¿Es posible dar un vuelco al uso de fármacos?

La vida tiene un gran componente de dolor y sufrimiento, y nos cuesta aceptarlo. Tenemos que distinguir entre las depresiones graves o las enfermedades psiquiátricas y mentales, que requieren su medicación, y los trastornos menos graves. Hay muchísima gente que toma antidepresivos y ansiolíticos para trastornos menos graves, y su organismo se acostumbra a estar medicado. Les cuesta dejar la medicación porque “me ayuda a no sufrir”, “a no tener ansiedad”, “a que las cosas casi no me afecten”.

Aboga por entrenar el cerebro para enfrentar los problemas, ¿por qué?

Porque si no, tu cerebro se acostumbra a tener medicación para no sufrir, y el sufrimiento es parte fundamental de la vida.

¿Es posible mejorar el estado de ánimo en circunstancias adversas?

Estamos en un momento de la historia donde hay una hiperestimulación. Vivimos con unos elevados niveles de estrés y, cuando esto sucede, son las circunstancias las que mandan. Dejamos de tener el control de nuestra vida y de nuestras emociones. En momentos así lo importante es preguntarse: ¿estoy en modo supervivencia o estoy en modo crecimiento?

¿Qué diferencia hay?

El modo supervivencia es de alerta: yo no me controlo, una circunstancia externa me domina. Puede ser grave (una enfermedad, un problema económico…), o pequeñas cosas que me saturan y me hacen incapaz de gestionarme. En modo crecimiento soy capaz de frenar y empiezo a recuperarme física y psicológicamente; se refuerza mi sistema inmunológico, tengo más capacidad creativa y descanso.

¿Cómo pasar de un modo al otro?

Lo primero es conectar con el instante presente, porque el 90 por ciento de las cosas que nos preocupan jamás suceden; están en el pasado o en el futuro. Luego, reconocer lo que me está afectando. El cuerpo da señales: dolor de cabeza, de estómago, irritabilidad, falta de atención… Puedo preguntarme: ¿qué paso dar, por pequeño que sea, para salir de esta situación? ¿Hacer ejercicio, volver a quedar con mis amigos, perdonar o pedir perdón a alguien?  Y pedir ayuda a un familiar, a un amigo o a un terapeuta:  “Me noto mal; ¿me puedes ayudar?”.

¿Sigue siendo tabú ir al psiquiatra?

Hemos mejorado muchísimo. Cuando empecé a trabajar, había un perfil de gente que jamás acudía a mi consulta, a menos que estuviera muy mal. Hoy muchos vienen para entender qué les pasa. Si una persona entiende por qué le tiembla el párpado los días que está tenso, por qué tiene contracturas cervicales, por qué esa sensación de estar hinchado o inflamado… se logra gestionar. Nunca hemos tenido tanta información al alcance de nuestra mano, y nunca antes hemos sido tan vulnerables al engaño.

¿Qué es la depresión?

Hay tantas depresiones como personas. Las hay endógenas –bioquímicas– y exógenas: un problema de trabajo, se muere un familiar, me arruino… Un problema me pone en un sistema de alerta en mi organismo, se aumenta el cortisol y se acaba produciendo en mi cerebro una inflamación o un cambio de los neurotransmisores y, al final, acaba siendo un problema bioquímico.

¿Qué efecto puede tener el estrés en la salud?

El cortisol –la hormona del estrés– actúa cuando nos sentimos alerta. Este cortisol es bueno porque nos ayuda a hacer frente a un desafío. Cuando se pone en marcha, sube la tensión, saca el azúcar al organismo y refuerza el sistema inmunológico para que yo pueda hacer frente a lo que viene. Pero ¿qué pasa si constantemente me siento amenazado por  “¿Y si tengo un cáncer, y si mi hijo se droga…”? Mi mente y mi cuerpo no distinguen lo real de lo imaginarioY ante una amenaza, sea real o no, el sistema de alerta se activa, y el cortisol, que es un potente antiinflamatorio, si está constantemente activado, hace que el sistema inmunológico cambie y se dé una inflamación en el organismo: gripes, amigdalitis, gastroenteritis…


Foto: Freepik

¿Desencadena enfermedades?

Empieza a haber teorías de que los grandes booms de enfermedades de hoy, cuyas causas no se conocen bien, están muy relacionadas con el ritmo de vida que llevamos. Hay estudios que muestran la depresión como una enfermedad inflamatoria del cerebro que afecta al estado de ánimo, y ya se trabaja con antiinflamatorios para depresiones persistentes.

¿También tienen que ver con el aumento de los casos de cáncer?

No digo que las emociones causen cáncer. El cáncer es multifactorial. Tiene que ver con la alimentación, con la genética, y hoy sabemos que las emociones son otro componente que influye en su aparición. Ante un estado de estrés mantenido, el sistema inflamatorio se altera y, si encima tengo predisposición –genética o porque aleatoriamente empiezan a producirse células malignas en mi cuerpo–, haber vivido una etapa de mucho estrés hace que el sistema inmunológico dañado pueda potenciar su aparición.

Una de sus claves consiste en recuperar el sentido de la vida. ¿Para qué?

En una sociedad que sustituye el sentido por sensaciones –que en sí no tienen por qué ser malas, pero que no dan sentido a la vida (comida, alcohol, redes sociales…)–, el 90 por ciento de las personas han perdido la ilusión. Hay que recuperar esa conciencia de que tus actos, por pequeños que sean, si se hace con amor y delicadeza, valen la pena.

*Por Isabel Molina Estrada. Publicado originalmente en la Revista Misión

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