Por Cecilia Galatolo/FamilyandMedia – 08.06.2021
foto: gpointstudio
El nuevo modo de vida que nos ha traído la pandemia y las restricciones al que estamos sometidos desde hace más de un año, es posible que hayan ocasionado un deterioro en la comunicación de la familia:
hay menos oportunidades de socializar o viajar, menos distracciones y entretenimiento, podemos ver poco a los amigos y, en consecuencia, el hogar se ha convertido en el espacio físico y humano más habitado por todos.
Durante largos meses, los miembros de la familia nos hemos convertido en los únicos interlocutores «físicos»: voluntariamente o no, nos hemos visto obligados a enfrentarnos a la propia realidad familiar, y quizá comprobamos que el clima de diálogo y comunión… puede mejorar mucho.
¿Por dónde empezar?
No pretendo ser psicóloga (no es de mi competencia) ni mucho menos orientadora familiar. Quisiera sólo proponer algunos puntos de reflexión, que nacen del observatorio de Familia y Medios y de mi experiencia personal.
1. Obligarse a una saludable desconexión de la tecnología
En este portal hemos hablado numerosas veces de los posibles efectos negativos de la tecnología en la familia y en las relaciones con los demás.
Por ejemplo, hemos explicado los problemas que pueden surgir en los niños porque sus padres están demasiado absorbidos por sus smartphones.
Si has comprobado falta de comunicación en tu familia, el primer consejo es observar y controlar el uso de las pantallas (tabletas, TV, teléfonos móviles), para ser conscientes del tiempo dedicado al mundo virtual (si es necesario se puede incluso cronometrar), y obligarse (porque hará falta un esfuerzo para cambiar los hábitos) a reducir el tiempo que se pasa «en compañía» de la tecnología. Si queremos lograrlo, debemos tomarnos este propósito con la misma seriedad que un régimen alimenticio cuando realmente se necesita perder peso.
2. Da el primer paso si quieres cambiar de rumbo
Si notamos que hay falta de diálogo, no compartimos las cosas, no hay armonía, ganas de hablar, de bromear, de sufrir juntos, no nos resignemos a la situación (“Ya es tarde, no puedo hacer nada al respecto»): intentemos provocar el cambio que nos gustaría. ¿Cómo querrías que el otro (marido/esposa, hijo/hija, hermano/hermana) se preocupara por ti? Tratemos de mirar desde la perspectiva del otro. Cuando las cosas tienen mal cariz, quizá haga falta algún tiempo para ver mejorías (volvamos al ejemplo del régimen alimenticio: se necesita tiempo para ver resultados importantes y duraderos), pero no renunciemos desde el inicio. ¡Debemos intentarlo y, sobre todo, hay que perseverar!
Volviendo a la tecnología, empecemos por cambiar nosotros, y luego tratemos de implicar a los demás, ofreciéndoles alternativas. Mientras escribo, acabamos de concluir otro «día libre de smartphones» en mi casa, una iniciativa ideada por mi marido, que acogí con entusiasmo, y está dando muchos frutos en la familia (era domingo por la tarde y, con nuestros hijos, escenificamos quince veces Caperucita Roja: ¿habría sucedido alguna vez si hubiéramos sucumbido a la tentación de responder al aburrimiento con los smartphones?)
3. Formar en la amabilidad
En las relaciones personales, es muy importante el modo de hablar. A menudo, en casa no cuidamos “las formas» en la conversación, no usamos siempre tonos educados y amables, a veces nos tomamos demasiadas libertades, se desliza una mala respuesta, o al menos abrupta. A largo plazo, esto daña la relación. Tratemos de formarnos en amabilidad, sobre todo en la familia, donde pasamos más tiempo y donde, aunque no salga espontáneamente, estamos llamados a dar lo mejor y no lo peor de cada uno.
Una vez terminado este artículo, también yo tendría que imprimirlo y colgarlo encima de la cama, en la cocina, en cada habitación, para recordarme que mis seres queridos merecen la mejor parte de mí. ¿Y si no puedo? ¿Si contesto mal y me pongo nerviosa? Pido perdón y empiezo de nuevo. Lo importante es no dejar nunca de trabajar sobre uno mismo.
4. Desempolvar o introducir un lenguaje que manifieste el cuidado
Es muy importante crear un clima de unidad, mostrar atención y preocupación unos por otros, hacer preguntas que revelan interés por el estado de ánimo del otro : «¿Cómo estás? ¿Qué tal te fue hoy? ¿Qué te preocupa? ¿Hay algo en lo que pueda ayudarte? ¿Por qué estás triste? ….»
Parecen cosas obvias, pero en el tran tran de la rutina… ¿lo hacemos?
También es importante, evitar un nivel superficial en las conversaciones. Vale la pena no tener miedo a mostrar tu lado más profundo: quizá así, el otro haga lo mismo.
5. ¡Crea momentos, tradiciones, hábitos propios!
Suena trivial, pero poder decir «en mi casa todos los domingos comemos pizza» o «en mi casa todos los jueves hay noche de cine», o «en mi casa todos los domingos se pone el mantel con flores», nos hace sentir parte de algo sólo nuestro, «sólo de nuestra familia». Les invito a estimular la imaginación, y encontrar lo que una y nos hace bien cuando estamos juntos.
En mi casa, por ejemplo, durante casi un año, «nos hemos tomado todas las noches una infusión relajante, antes de acostarnos». Es un ritual, que mi marido y yo esperamos con ansia durante el día (también significa un momento para nosotros, cuando los niños se han ido ya a la cama). No des por supuestas las pequeñas cosas, ¡búscalas!
Crear momentos, tradiciones, que rompen la rutina y, al mismo tiempo, enriquecen la vida. Ayudará a recuperar la armonía cuando parezca algo desvaída.
¿Y tú? ¿Tienes algún consejo para mejorar la comunicación en la familia?
*Colaboración de www.FamilyandMedia.eu para LaFamilia.info