En un mundo feminista, ¿cuál es el papel del hombre en casa?

Foto de Vlada Karpovich en pexels.com

Aunque las encuestas dicen que el feminismo pierde influencia entre las nuevas generaciones, estas se verán obligadas a vivir en un mundo determinado en gran parte por este movimiento. Hablando de la familia, la posibilidad para la mujer de dedicarse por entero a su hogar, familia y matrimonio es cada vez menor y prácticamente inviable, ya sea por la asfixia económica o bien por unas leyes de paridad que llevan a la mujer a puestos donde la conciliación es una utopía.

De este modo, el papel de la mujer en el hogar y la familia queda cada vez más desdibujado, como sucede también con un padre en muchos casos desubicado y víctima de lo que María Calvo considera una “paternidad robada”. Si por el feminismo la mujer pierde buena parte de su parcela de maternidad, también por el feminismo, por una ambición desordenada o por la dificultad de llegar a fin de mes, el hombre pierde cada vez más de vista cuál es su papel.

¿Tiene algo que decir el padre tras cruzar las puertas de su hogar? ¿Algo que opinar en lo relativo a la educación de los hijos, al orden doméstico o incluso responsabilidad grave en los asuntos y quehaceres? ¿Se limita su papel al cumplimiento de un estricto 50% de las tareas domésticas que demanda el feminismo? ¿Qué cambien las condiciones socioeconómicas, culturales o políticas lleva directamente a la necesidad de un cambio o readaptación de los roles?

John A. Cuddeback, profesor de filosofía, conferenciante y escritor especializado en paternidad, familia y hogar, ha dedicado su último artículo publicado en What we need now a responder estas y otras preguntas desde un enfoque bíblico.

Hombre y mujer, alienados del hogar por el éxito económico

Uno de los primeros aspectos en que incide Cuddeback es una “alienación” -pérdida de conexión- pasada por alto de hombre y mujer en torno al hogar.

De hecho, explica el filósofo, muchos de quienes atacan -o defienden- la vida familiar tradicional dedican sus reflexiones al papel de la mujer en el hogar y la liberación de la misma, olvidando los cambios que esto conlleva en el mismo hogar o en el propio hombre, de modo que “tanto hombres como mujeres están alienados del hogar y, por tanto, también entre sí”.

En este sentido, Cuddeback llama la atención a hombres y mujeres que, incluso sin pretender socavar los roles tradicionales del hogar, “buscan y elogian cosas normalmente que son ajenas, si no contrarias”, a ese hogar. Entre otros ejemplos, menciona como la búsqueda de progreso y éxito en la carrera profesional puede sobreponerse a las exigencias de la vida familiar. “Y que esto se considere normal y aceptable tiene consecuencias evidentes a nuestro alrededor”.

¿Tiene sentido hoy el hogar tal y como se ha entendido siempre?

El autor de El lugar del hombre en el hogar: una perspectiva bíblica observa que el hogar se entiende hoy de una forma muy distinta al “proyecto complejo y profundamente humano que explica y justifica los roles complementarios” de masculinidad y feminidad, como sí sucedía antes. Por el contrario, el contexto actual considera normal que hombre y mujer pasen fuera de casa la mayor parte del tiempo dedicados ambos a su carrera profesional o al tiempo libre, quedando el hogar como “el lugar para descalzarse, descansar al terminar de trabajar o preparar la comida”.

Por ello, observa en segundo lugar la urgencia de “redescubrir y restaurar el hogar”, lo que a su juicio requiere “una comprensión y práctica radicalmente diferentes” de lo que se entiende en la actualidad.

¿Qué es el hogar?

El escritor repasa las referencias bíblicas al hogar, como Proverbios 24, que remarca la importancia de la sabiduría e inteligencia: “Con la sabiduría se construye una casa y con la inteligencia se mantiene firme; con la ciencia se llenan las despensas de todos los bienes precios y agradables”.

Precisamente en torno a este tema, el dominico Jordan Schmidt ha escrito su Sabiduría, cosmos y culto en el libro del Eclesiástico, citado por Cuddeback para remarcar cómo el hogar debe ser “un contexto primordial para la formación diaria de la sabiduría y la virtud”, lo que ya daría suficientes pistas para una consideración del hogar distinta a la comúnmente extendida en la actualidad.

El papel del padre y hombre en el Eclesiástico

El Eclesiástico está plagado de orientaciones prácticas sobre cómo debe ser un hogar y familia cristiana, pero también sobre el papel del hombre en el mismo, situándose como ejemplo de ello al autor material de este libro, Ben Sirá, que ofrece algunas consideraciones prácticas:

1º El padre como proveedor

Uno de los aspectos más señalados en el Eclesiástico es el del papel proveedor del padre, que debe estar dispuesto a cumplirlo con cualquier trabajo.

“No detestes los trabajos penosos ni el trabajo del campo, creado por el Altísimo” (Eclesiástico 7, 15).

2º El padre como ahorrador

El hombre no debe limitarse a proveer de bienes materiales, sino también a perpetuarlos y conservarlos:

“Si tienes ganado, cuídalo bien, y si te da ganancia, consérvalo” (Eclesiástico 7, 22).

3º El hombre mantiene su autoridad en el hogar

“Sea hijo o mujer, hermano o amigo, a nadie des autoridad sobre ti mientras vivas. Tampoco entregues tus bienes a otro, no sea que te arrepientas y los tengas que reclamar. Mientras vivas y tengas aliento, no te dejes enajenar por nadie: es mejor que tus hijos te pidan que tener tus ojos fijos en sus manos. En todo lo que hagas, sé tú el que dirige, y no manches con nada tu reputación” (Eclesiástico 33, 20).

En opinión del filósofo, de estos tres primeros detalles se desprende con claridad el papel proveedor del hombre sobre las necesidades del hogar, remarcando al mismo tiempo que los trabajos arduos son una obligación y que “fallar en ellos o dejarlos en manos de la esposa sería una vergüenza”.

4º El hombre sirve a la comunidad

El Eclesiástico también cita multitud de ejemplos de cómo el hombre, en diversas profesiones o dedicaciones, desarrolla una vocación de servicio a la comunidad, como reflejan estos versículos de Eclesiástico 38:

«Después, deja actuar al médico, porque el Señor lo creó; que no se aparte de ti, porque lo necesitas».

«El artesano y el constructor, que trabajan día y noche… se dedican a reproducir el modelo y trabajan hasta tarde para acabar la obra».

«Lo mismo pasa con el herrero, sentado junto al yunque, con la atención fija en el hierro que forja: el vaho del fuego derrite su carne y él se debate con el calor de la fragua; el ruido del martillo ensordece sus oídos y sus ojos están fijos en el modelo del objeto; pone todo su empeño en acabar sus obras y se desvela por dejarlas bien terminadas».

«Lo mismo pasa con el alfarero, sentado junto a su obra, mientras hace girar el torno con sus pies».

Estas son, según el profesor de filosofía, muestras de que, en la Biblia, el hombre desarrolla labores al margen de las domésticas pero que, al mismo tiempo, también contribuyen a fortalecer la vida en el hogar y a la misma comunidad.

“No hay indicio alguno en el Eclesiástico de que el trabajo de un hombre se abstraiga o separe del hogar, como si lo que allí sucede fuera simple o principalmente, ámbito de su esposa. El hogar sigue siendo un proyecto compartido y el contexto principal para la realización de su vida matrimonial”, explica.

Una afirmación que cobra especial sentido en una tercera dimensión del hombre en la vida diaria del hogar, como es la labor de paternidad en sí misma y que en el Eclesiástico se muestra, primeramente, en el plano educativo.

5º El papel educador del padre

«Si tienes hijos, edúcalos y exígeles obediencia desde su niñez. El que ama a su hijo lo castiga asiduamente, para poder alegrarse de él en el futuro. El que educa bien a su hijo encontrará satisfacción en él y se sentirá orgulloso entre sus conocidos. El que instruye a su hijo dará envidia a su enemigo y se sentirá dichoso delante de sus amigos. Educa a tu hijo y fórmalo bien, para que no tengas que soportar su desvergüenza» (Eclesiástico 30).

Para Cuddeback, la labor educadora es una muestra más de la importancia de que el padre esté en el hogar y del papel que tiene en este, pues “enseñar y disciplinar a los jóvenes no es para un padre ocasional”. Además, dice, educar como refleja el Eclesiástico no se trata de una formación positiva, sino que “debe detectar y abordar cualquier desobediencia.

“Sin duda, la tarea de un hombre de formar a sus hijos en sabiduría, junto con crecer en sabiduría con su esposa, es la razón más profunda de su labor de proveer al hogar”, explica el profesor, lo que solo podrá realizarse “si la educación activa de los hijos es la esencia de su labor”.

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En último término, el escritor reflexiona sobre una de las principales respuestas al dilema de la paternidad y la maternidad en la actualidad, la de cómo hombres y mujeres pueden forjar un hogar firme, compatibilizando sus actividades domésticas con las que realizan fuera.

“Requerirá una importante reflexión, especialmente hoy en día. Las limitaciones económicas y el poder de las costumbres y expectativas culturales de hombres y mujeres plantean desafíos significativos. El punto de partida, que exige un propósito, perseverancia y prudencia, son las actividades cotidianas y compartidas de hombres y mujeres en el hogar”, concluye.

*Publicado en ReL

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