Si hay un rasgo que sobresale en una madre, es su capacidad de amar y de entregarse de forma generosa y desinteresada por el bien de sus hijos.
Por eso se dice que la maternidad es un don, una aptitud especial que la mujer recibe por ser portadora de vida y que dotará a su amor de unas características especiales.
Así como otras festividades del año, el Día de la Madre se ha convertido en otro pretexto de la sociedad de consumo. Pero aprovechemos esta ocasión para alejarnos de su connotación comercial y reflexionemos sobre su papel irreemplazable en la familia, puesto que “toda mujer puede ser sustituida en cualquier cargo laboral, menos en su propio hogar.”
Entrega sin límites
Una madre es la cabeza de la institución que representa la base de la sociedad: la familia. Pero hay algo que causa intriga y admiración al mismo tiempo: ¿Por qué una madre vela hasta el cansancio por sus hijos? ¿Por qué reúne tantas capacidades cuando antes de ser madre no las poseía? ¿De dónde obtiene toda la fortaleza y vigor aún cuando siente agobio?
Simplemente porque la maternidad es un estupendo misterio, el cual lleva impreso el auténtico amor, y es éste, el que lleva a entregarse y desvivirse por el bien del otro. “Lo que hace grande a una persona no es su sueldo o el poder que haya acumulado, sino su capacidad de amor. El amor de una madre por su hijo poco tendrá de romántico y mucho de sacrificado y desinteresado.” Dice Tomás Baviera en un artículo de ConoZe.
Asimismo, la Prince Martínez, autora y orientadora familiar, lo explica en sus palabras: “El poder de una madre se lo confiere su capacidad de servir: ´servir quiere decir reinar´. Por eso se le califica la reina del hogar. Y es la reina la que va imponiendo sutilmente la impronta que se refleja en su hogar, a través, muchas veces, de una pedagogía invisible que va formando los valores.”
Las madres invisibles
Dicha capacidad de servir tiene algo especial, y es que la labor de una madre es una obra en silencio. Como dice el relato “Homenaje a las madres invisibles”, el trabajo de las madres es como la de los constructores de enormes y antiguas catedrales, quienes trabajaron toda su vida en una obra que nunca verían terminada. Hicieron grandes esfuerzos y nunca esperaron crédito. Su pasión por el trabajo era alimentada por su fe y por la convicción de que nada escapa a la mirada de Dios.
El relato cuenta la anécdota de un hombre poderoso que fue a supervisar la construcción en una de estas catedrales y se encontró con uno de los trabajadores que tallaba un pajarito en una de las vigas de madera que sostendrían el techo. Curioso, le preguntó por qué perdía su tiempo tallando esa figurilla en una viga que nadie vería ya que sería cubierta con yeso, y le respondió: ‘Porque Dios si lo ve’.
Ningún esfuerzo o sacrificio que hacen las madres pasa desapercibido ante los ojos de Dios, porque ningún un acto es demasiado pequeño para que Él no lo vea y lo haga sonreír. Las madres están construyendo una gran catedral, sólo que ahora no pueden ver en lo que sus esfuerzos se convertirán.
Orígenes del Día de la Madre
El origen del Día de la Madre es la historia de una joven que pierde prematuramente a su madre y quien concibe la idea de dedicar un homenaje para rendirle tributo a la madre. La estadounidense Ana Jarvis, luego de la muerte de su madre en 1905, decide escribir a maestros, religiosos, políticos, abogados y otras personalidades, para que la apoyen en su proyecto.
Luego de una gran acogida a su iniciativa, la joven Jarvis logró que el Congreso de los Estados Unidos presentara un proyecto de ley a favor de la celebración del “Día de la Madre”, en todos los Estados Unidos y el cual fue aprobado en 1914.