Después de este periodo vacacional, en el que los estudiantes han disfrutado del ansiado tiempo libre, vendría bien reflexionar sobre uno de los principales divertimentos de los niños: pasar el tiempo de ocio frente a la televisión, los videojuegos o el computador. O lo que es lo mismo, realizar una actividad estática simulando realidades virtuales.
Según un informe nutricional del doctor T. Durá del Departamento de Pediatría de la Facultad de Medicina de la Universidad de Navarra “la prevalencia de la obesidad infanto-juvenil en los países occidentales se ha incrementado sensiblemente en las últimas décadas, hasta tal punto que representa el trastorno nutricional de mayor relevancia en nuestro entorno”.
“Aunque la obesidad es un trastorno multifactorial, la rapidez con que aumenta su propagación parece estar bien relacionada con factores ambientales, tales como hábitos alimentarios poco saludables y un mayor sedentarismo”.
El profesor Durá apunta directamente a estos recreativos virtuales como el factor ambiental que más ha contribuido al incremento de la obesidad infantil en nuestra sociedad; puesto que dedicar mucho tiempo a estos medios contribuye, en gran medida, a dejar de hacer otras actividades de mayor gasto energético o desgaste físico, como serían los juegos, el ejercicio y el deporte.
Mucho tiempo frente a la pantalla
Si nos remitimos a los datos de determinados ensayos, llama la atención de que en muchos casos, el número de horas anuales que los niños de edad escolar pasan frente a estas pantallas es mayor que el que invierten en los centros escolares. Así, determinados estudios lo calculan en 2,8 horas diarias o mejor dicho, 1.022 horas anuales visionando estas tecnologías cuando en el colegio permanecen 960 horas.
Sin querer entrar en un análisis minucioso sobre distintas investigaciones empíricas, lo que es innegable es que estos medios se han convertido en el referente prioritario del ocio de nuestros hijos y frente a los cuales dedican el mayor número de horas.
Para las nuevas generaciones estos medios resultan cotidianos, divertidos, a la vez que estimulantes, y así, algunos padres los utilizan como sustitutivo de la propia atención a los niños, porque exige menos tiempo, dedicación e ingenio. A partir de ahí, la costumbre se impone y gracias al impulso narcotizante del medio se potencia esa artificiosa necesidad de utilizarlos de forma perseverante.
Llegado a este punto, recuerdo el famoso cuento de Carlo Collodi, cuando Pinocho se emburrecía en aquel parque fantástico para chicos, donde todo estaba permitido, a la vez que sus orejas de burro iban creciendo en progresión a sus travesuras.
Consecuencias negativas
El principal problema puede radicar en que estos medios se conviertan en una actividad individual y aislada por parte del niño, sin la tutela de los padres, y en este caso pueden darse relaciones de extremada dependencia de los usuarios impidiendo la realización de otras actividades.
Lo que me interesa destacar en este artículo es que la actividad que se realice en el ambiente familiar con estos juegos virtuales será extremadamente condicionadora de los efectos que puedan tener sobre los niños y del empleo que éstos en el futuro puedan realizar de los mismos. Lo que sería interesante es que los padres enseñaran a los hijos, desde la primera infancia, a hacer un uso correcto de estas tecnologías en combinación con otras actividades lúdicas, artísticas y deportivas.