Los trastornos de alimentación, aunque existen desde años atrás, han aumentado de manera considerable en las últimas décadas. Y, si bien son enfermedades que no discriminan la edad, sus principales víctimas son preadolescentes, adolescentes y jóvenes. ¿Qué hacer entonces desde los núcleos familiares?
La bulimia y anorexia son enfermedades multicausales que tienen principalmente un origen sicológico y se manifiestan en la parte física, las cuales, de no ser tratadas a tiempo, pueden causar daños irreparables y en casos más graves, la muerte. Éstas se caracterizan por una preocupación excesiva por el peso corporal y el aspecto físico, que llevan a presentar comportamientos alimenticios extremos como dietas demasiado estrictas, provocación del vómito, intensas horas de ejercicio físico, uso de laxantes, diuréticos u otros medicamentos, etc.
A sabiendas que el origen de este problema puede deberse a múltiples causas, está comprobado que la familia puede hacer mucho para prevenir que la anorexia y la bulimia ingresen a los hogares. Para ello se hacen las siguientes recomendaciones:
Fortalecer la autoestima: es común en la adolescencia los problemas de autoestima, por tanto, se sugiere comenzar desde la primera infancia con un trabajo preventivo en la familia, donde se refuercen los aspectos positivos de cada quien no sólo en la apariencia física, pues el reconocimiento de las cualidades y capacidades determinan actitudes efectivas de los jóvenes frente a sí mismos. Igualmente, se debe enseñar a los hijos a autoaceptarse, a quererse a sí mismos tal y como son, sin pretensiones de difícil alcance.
Parámetros de belleza inalcanzables: debido a la publicidad, el mercadeo y la moda que dominan en estos tiempos, no es de extrañar que los chicos quieran lucir como estrellas del mundo del espectáculo -incluso a costa de su salud-, las cuales emiten conceptos de delgadez irracional y enfermiza como una representación de belleza. Ante esto, los padres deben invitarlos a reflexionar acerca de los estereotipos de belleza que varían según la cultura y genética.
Alimentación sana y balanceada: en las familias donde no se llevan hábitos de alimentación saludable, ya sea por exageración o privación de ciertos alimentos, es más probable que los hijos presenten este tipo de desórdenes. Los cálculos excesivos del número de calorías ingeridas son desaconsejables, se recomienda una dieta adecuada que contenga alimentos de todos los grupos, unos en mayor cantidad que otros, dependiendo de las necesidades energéticas de cada quien.
El ejemplo y educación de los padres: sucede que sin intención, los padres hacen persistentes comentarios sobre la falta de estética de las personas obesas o de los alimentos de alto contenido calórico, lo que lleva a que los hijos desde que son pequeños, crezcan con esta noción y cuando puedan tener el dominio de su alimentación, hagan una privación estricta de las comidas, o contrario a esto, atracones compulsivos.
Comidas familiares: son una importante oportunidad para conocer los hábitos alimenticios de los hijos. Aquí se pueden detectar las señales de alarma y el consumo proporcionado de alimentos, pues cuando los hijos están fuera de casa es imposible conocer su nutrición. Lo ideal es que las comidas diarias de toda familia, se hagan a la misma hora y cuenten con la presencia de todos sus miembros; por supuesto, el lugar propicio para ello es la mesa, no las habitaciones frente a la televisión o computador.
Ejercicio sin extremos: son indiscutibles las bondades de la actividad física y en edades donde hay cambios hormonales como la adolescencia, se hace aún más necesario; el problema surge cuando se asume de forma compulsiva o se asocia al cálculo del consumo de calorías con la actividad física. Así que los padres deben procurar incentivar el deporte como una actividad saludable y de recreación, no como una exigencia para moldear su figura.
Alimento interior: es primordial enseñarles a los hijos que tan importante es el aspecto físico, como el aspecto interior. Pues su valor está determinado por el solo hecho de ser persona, no de tener un cuerpo con medidas diminutas. La autoestima, comunicación y confianza en sí mismos, les brindará a los hijos las bases para resistir la presión de sus pares y de una sociedad, la cual les estimula a ser perfectos para alcanzar el éxito y la “felicidad”.
Signos de alerta
Ante las primeras señales se debe consultar lo antes posible con un equipo de especialistas (nutricionista, sicólogo, orientador familiar) quienes harán una evaluación detallada del paciente y emitirán un diagnóstico adecuado, no obstante, presentamos los siguientes criterios de la Asociación Americana de Psiquiatría, a modo de guía:
- – Miedo intenso a ganar peso o llegar a ser gorda(o).
- – Comentarios frecuentes que sugieren una distorsión en la forma de verse frente al espejo o con respecto a su peso.
- – Rechazo a mantener un peso corporal normal acorde a la edad y la altura.
- – Preocupación exagerada por los contenidos calóricos de los alimentos y las porciones.
- – Evasión de actividades que involucren comida.
- – Obsesión por el deporte o actividad física.
- – Alteraciones de los ciclos menstruales.
- – Ausentismo luego de las cenas (para provocarse el vómito).
- – Cambios de temperamento.
- – Personalidad con tendencia al perfeccionismo.
Con asesoría de la Dra. Catalina Trujillo de Cano, MD. Clínica Universitaria Teletón
Fuentes: kidshealth.org, enbuenasmanos.com