Por LaFamilia.info
Si es cierto que los niños necesitan autoridad y disciplina, tampoco debe olvidarse que precisan de un ambiente familiar donde existan momentos y espacios para la risa, el humor y la diversión.
Puede que como padres estemos tan centrados en ayudarles a portarse correctamente y a adquirir buenos hábitos, que se nos olvida que bromear y reír son terapias que acercan a la familia y crean un ambiente alegre.
Los niños se encuentran en el período sensitivo para hacer del buen humor una forma de ser, una postura ante la vida. Fomentárselo les ayudará a contar con recursos para superar problemas y disgustos.
Para todo padre es satisfactorio saber que sus hijos mayores recuerdan su infancia como una época feliz, unos años en que la risa ocupaba una buena parte de las tertulias familiares. Por esto, la actitud con que los padres asumen la vida y la educación de los hijos, es decisiva en el ambiente alegre que se cree al seno del hogar.
Hogares poco risueños
Los hijos necesitan un ambiente en el que habitualmente se esté de buen humor. Y, cuando no es así, ese hogar va cayendo poco a poco en un sopor parecido a la tristeza, que nunca es productiva ni libera de los problemas.
Es preciso pensar si hacemos parte de aquellos padres que llegan cansados de trabajar y a quienes lo único que les apetece es ver la televisión o sumergirse en los móviles, cancelando a los hijos de su momento de ocio.
O los padres que piensan que jugar y reír no es cosa de adultos o personas serias. O los padres buenos, tranquilos, nada gruñones… pero que habitualmente no suelen sonreír.
Haz de la sonrisa un hábito
Estar de buen humor no cuesta tanto y además es mucho más gratificante. Hay que esforzarse por sonreír, aunque a veces se haga difícil. Así acabará por enraizarse en el carácter un sólido sentido del humor.
Los padres enseñan a reír a sus bebés al hacerles caricias, cosquillas, masajes y gestos graciosos… Sin embargo a medida que van creciendo, estas acciones van desapareciendo y en ocasiones se olvida el buen humor que existió al principio. Pero hay que recordar que los padres son los mismos y los chicos también, y quizá les sigue haciendo gracia esa mueca especial (cada uno tiene la suya) o alguna payasada imprevista.
Es momento de reírse en familia con más frecuencia y con las más simples «tonterías»: ante las preguntas impertinentes o ingenuas de los pequeños, ante el desastroso resultado de un pastel casero preparado por ellos… Ver a sus padres riendo habitualmente -y serios y preocupados cuando haga falta, aunque sin perder la serenidad- ayudará a los hijos a adquirir las bases de una personalidad segura. Como padre es un error pensar que si se muestra gracioso le restará autoridad ante los hijos.
Para tener en cuenta
– Siempre hay «momentos tontos» a lo largo del día que se pueden aprovechar para hacer reír a los hijos, recordando anécdotas divertidas, contando algún chiste, diciendo alguna frase ocurrente…
– Sorprenda a sus hijos con «locuras»: por ejemplo haciendo voces raras imitando a ciertos personajes o con alguna broma en la cena.
– No hace falta gastar dinero para divertirse; es cuestión de creatividad e iniciativa.
– El humor y el optimismo son factores formidables para avivar la inteligencia. Proponga a sus hijos que organicen ellos una salida familiar, o una tarde especial… pero esté también dispuesto a hacerlo todo con sonrisa y buen humor.
– Puede ocurrir que los chistes que cuenten los hijos no le hagan gracia. Sin embargo escúchelos y ríase para que poco a poco vayan aprendiendo a soltarse.
– Hay que enseñarles a disfrutar de las cosas sencillas y cotidianas presentes en la vida. Hacer de un simple paseo dominical toda una aventura, disfrutar de la conversación o de una cena… Para todo ello hay que pasarlo bien en familia.
– También hay que dejarles claro que la vida no es sólo reírse a todas horas; hay situaciones en las que hay que saber comportarse y conservar una postura más seria, como también hay conversaciones que requieren otro tono.
Fuente: Ricardo Regidor de Edufam y Aciprensa.